Hook, Inglaterra. Durante la pasada semana realicé una visita a Inglaterra para conocer mi sexto nieto, Antonio, procreado por mi hija menor Cheizi y su esposo inglés Chris Beard. En medio de la visita se produjo la dimisión del primer ministro Boris Johnson, algo que era previsible luego de las tantas crisis que vivió su gobierno.
La salida de Boris Johnson era crónica de un fracaso anunciado. Johnson es uno de esos políticos de la era moderna que se caracterizó por su irreverencia, por no tener límites para hacer lo que sea para lograr sus objetivos y por ser un modelo de anti-estadista en sus actuaciones. Emergió como un importante líder al ser elegido Alcalde de Londres en el 2008 y lograr su reelección en 2012. Luego ocupó la posición de diputado en la Cámara de los Comunes y su férreo apoyo a la salida del Reino Unido de la Unión Europea le permitió, en el mes de julio del 2019, ser el sustituto de la primera ministra Theresa May, ante el fracaso de ésta para manejar la situación creada por el Brexit a la economía inglesa. Cinco meses después, en diciembre de ese año, llevó al Partido Conservador a lograr una victoria aplastante en las elecciones generales y se confirmó como Primer Ministro.
Pero los gobiernos de Boris Johnson desde sus inicios se caracterizaron por los escándalos, las mentiras permanentes y los niveles de irrespeto a los líderes políticos de la oposición y a las normas de la sociedad inglesa. Hasta el punto que en los círculos políticos ingleses a Johnson se le llegó a conocer como “el señor mentiras”. Su manejo de la situación del Covid-19 le generó muchas críticas y muchos sinsabores, por la forma irreverente y torpe de su manejo. Precisamente una de las graves crisis de su mandato fue el llamado “Partygate”, un escándalo generado porque en medio de la pandemia del covid, mientras Johnson llamaba al pueblo inglés a quedarse en sus casas y no salir a nada, él junto con su gabinete celebraba fiestas y bacanales todos los viernes en la propia sede del gobierno, en la Downing Street no. 10. La situación llegó a tal nivel, que incluso en medio del luto generado por el fallecimiento del Príncipe Felipe de Edimburgo, el consorte de la Reina Isabel II, en abril del 2021, Johnson fue capaz de permitir una fiesta clandestina en plena casa de gobierno la noche antes del entierro del Príncipe.
Esta situación de irrespeto de Johnson le generó un voto de censura del parlamento y estuvo a punto de renunciar, pero logró de forma escasa superar esa crisis. Unido a eso, la situación económica se le complicó por los graves efectos provocado por la salida de Inglaterra de la Unión Europea y los duros efectos del covid y de la guerra Rusia-Ucrania. Hoy día Inglaterra presenta niveles de inflación de un 9.1% y se prevé que supere los dos dígitos este año, algo nunca visto desde hace cuatro décadas. Asimismo, el crecimiento está estancado y se ha disparado la tasa de desempleo. De igual manera existe escasez de mano de obra en las áreas de servicios y de la agropecuaria, entre otras, debido a las exigentes medidas migratorias tomadas por el Brexit, lo que ha provocado una oleada de inmigrantes de retorno a Europa.
Ante esa difícil situación económica para el gobierno de Johnson, la pasada semana se le presentó el “escándalo Pincher”, que fue la gota que rebosó la copa. Chris Pincher, quien era uno de los principales funcionarios y vocero especial de Boris Johnson, provocó un escándalo en un club privado de Londres al emborracharse y tratar de seducir a dos hombres. Y no era la primera vez que actuaba así. Esta situación fue informada a Johnson, quien habló mentiras al pueblo inglés al decir que no sabía de esos comportamientos de Pincher antes de nombrarlo como funcionario. Eso provocó que más de 40 funcionarios del gobierno de Johnson renunciaran, entre ellos los ministros de Hacienda, de Economía, de Seguridad, de Educación y de Salud, entre otros.
Fruto de todo eso, el pasado jueves 7 de julio Boris Johnson anunció que renunciaba como Primer Ministro y esperaría hasta octubre, cuando su partido elija el nuevo líder que será su sucesor. Eso es lo institucional, pero la vergüenza y la crisis provocadas por él son tan graves, que lo más probable es que la Reina Isabel le pida a Johnson que se vaya de una vez y se coloque a un Primer Ministro de forma provisional.