Aunque siempre he creído que en países como el nuestro la Constitución no debería ser un lienzo sagrado o pétreo -somos un país en construcción en muchos aspectos institucionales-, pues hay muchos entuertos y maximalismo en la nuestra; pero aun así no deja de reflejar el estadio sociopolítico y el espíritu o ambición coyuntural de nuestros líderes. Y ese instinto o recurrencia no es fácil de modificar del microchip de la clase política que nos gastamos.

No obstante, aunque se sabía que la reforma constitucional aupada por el gobierno actual era una suerte de clavo pasado, pues aunque tiene mayoría aplastante en ambas cámaras, no deja de significar que marca un momento o ruptura si se quiere de freno a una recurrencia histórica-política que ya era un relajo: cada presidente tenía que hacer “su reforma” generalmente para su beneficio propio; y aunque está, del presidente Luis Abinader, no es la excepción, marca un precedente aplaudible: ningún presidente, en ejercicio y en lo adelante, podrá inventar con la cláusula-consignación “dos periodos y nunca más”. ¡Por fin!

Con ello, sin darnos cuenta, se pulverizó una parte consustancial de la escuela balaguerista de la que una generación de políticos -incluida la actual-, al menos pragmáticamente, fueron y son sus alumnos hasta el día de hoy.

De modo que en ese aspecto se marca un antes y un después, incluso, con una reforma que en términos de oposición política pasó sin pena ni gloria, pues ¿qué podía hacer? ¡Nada!

Entonces, esa introducción pétrea era necesaria para acabar con un relajo de cada cuatro años; y ojalá, en lo adelante, los presidentes y los partidos hagan aportes en esa línea de ir cerrando intersticios o subterfugios en nuestra Constitución y legislación ordinaria que destierren el continuismo y, en consecuencia, se afiance una verdadera cultura democrática.

Finalmente, tampoco somos ingenuos para creer que no habrán agregado en esta reforma que vayan a beneficiar, de cara al porvenir o cuasi inmediato, al actual presidente y su partido, pues nadie es menos dominicano que nadie. En fin, el actual presidente podrá tener mucho de libanés; pero es un producto criollo; y ahí está el detalle como en la letra chiquita de la reforma que acaba de aupar. Leámos bien, y encontraremos, como en las anteriores, sus bemoles… sin embargo, vale lo del artículo pétreo.

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