Es un hombre que el próximo 8 de septiembre cumplirá 76 años. Tiene el pelo completamente cano, viste con extrema sencillez y no utiliza las argucias con las que muchos políticos de su país intentan ser populares a toda costa. Parece un abuelo bonachón y lo es, pero que nadie se equivoque: Bernia Sanders es senador de los Estados Unidos desde hace 12 años, y fue reelecto en el cargo en el 2012 con el 71% del voto popular. Antes fue miembro de la Cámara de Representantes durante 16 años. También alcalde de Burlington, la ciudad más grande de Vermont, posición en la que resultó reelecto tres veces. Ahora en el 2019, es uno de los candidatos del Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, y eso, a pesar de su declarada defensa y promoción de un socialismo que aboga por la creación de un estado de bienestar para todos y de justicia social, sin exclusiones.
¿Qué magia envuelve a este político para que su prédica justiciera no pueda ser neutralizada por los poderosos enemigos del progreso y la justicia, aún cuando se proclame socialista en un país aplastado por décadas de propaganda doctrinaria anticomunista y de miedo inducido a todo cambio, por pequeño que sea? ¿Qué hace que un hombre que bordea la octava década de vida conecte de manera tan espontánea y sincera con multitudes de jóvenes que lo aclaman y apoyan? ¿Cómo, siendo un político opuesto al sistema capitalista explotador y abusivo, ha logrado que su cuenta de Twitter tenga 9,400,000 seguidores, superando en 1,100,000 seguidores a la de Mike Pence, vicepresidente de ese país?
Una de las respuestas posibles es la coherencia de Sanders, la estrecha unión entre su vida y su prédica política, entre la lucha sin descanso por sus ideales y la manera en que los ha encarnado como un ejemplo vivo de lo que predica. Pocos políticos norteamericanos pueden presentar a su favor semejantes credenciales. Y eso, en los tiempos que corren, significa poseer un inmenso caudal político, que la gente aprecia y respeta.
Sanders nació y se crió en Brooklyn, New York, hijo de un inmigrante judío- polaco que llegó al país huyendo del nazismo. Parte de su familia desapareció en los campos de concentración fascistas. Estudió en universidades de New York y Chicago graduándose en Artes. Es no solo un formidable político y orador, sino también un notable escritor.
Pero lo que distingue la vida de Bernie Sanders es su continua y sostenida militancia política al lado de los humildes y los excluidos, en pro de sus intereses y enfrentado, sin miedo y con la frente alta, a un sistema todopoderoso.
Fue miembro de la Liga Socialista de la Juventud, organizador del Congreso de Igualdad Racial y miembro del Comité Coordinador de Estudiantes por la No-Violencia. Tomó parte activa en el Movimiento por los Derechos Civiles, sufrió arrestos y fue multado por sus actividades. Jamás se rindió. Nunca abjuró de sus ideas y principios. No se vendió. No se rajó. No cambió de casa. No se despintó. Nunca fue apóstata.
Bernie Sanders es un crítico tradicional de la política exterior de su país, un acérrimo enemigo de las guerras que este desata para beneficio de las corporaciones, partidario de sistemas de salud y educación asequibles y eficientes para todos, enemigo del racismo, de la falta de derechos para las minorías, luchador permanente por la protección del medio ambiente y los recursos naturales y a favor del control y transparencia del financiamiento de las campañas políticas. En los últimos tiempos ha agregado a su agenda la defensa de los derechos de los inmigrantes.
Entre sus mensajes de Twitter más recientes están los siguientes: “Cancelen las deudas estudiantiles y creen un impuesto para que las pague Wall Street”; “La insulina no debe costar diez veces más en Estados Unidos que en Canadá, y nadie debería morir, como ocurre hoy, por no poder pagarla”; “Tenemos un presidente que es abiertamente racista y xenófobo. Lo que debemos hacer de inmediato es terminar con la retórica antiinmigrante”; “No se trata solo de derrotar a Donald Trump, sino de unir a millones de personas para juntos transformar nuestra sociedad y hacer que nuestro sistema económico y político beneficie a todos”; “Prohibir la venta de rifles de asalto”; “Cada ciudadano norteamericano debería tener derecho a una vivienda digna”…
No suelo opinar sobre las campañas políticas de los demás países, como mismo exijo que nadie se inmiscuya en los asuntos internos de nuestra patria, los que solo conciernen a los dominicanos. Pero desde la distancia y sin injerencia alguna, no puedo dejar de reconocer que, en lo moral, desde mis principios, el candidato a la presidencia de los Estados Unidos que debieran preferir las mayorías en las votaciones del 2020 es Bernie Sanders.
No importa que gane o sea derrotado.
No tiene importancia que los poderosos intereses económicos que lucran a costa de las desigualdades y los sufrimientos de su pueblo se alíen con políticos serviles para cerrarle el paso.
Importa su ejemplo. Importan sus ideas y principios. Importa su vertical defensa de los que no tienen voz. Importa su programa para una transformación justa de una sociedad escandalosamente injusta y desigual. Importan los jóvenes que lo apoyan y han salido a luchar por el cambio y el progreso: de entre ellos saldrán los que logren culminar sus sueños.
Con esta filosofía, con este estilo peculiar de ejercer la política, con esta visión incluyente a favor de los más olvidados, ya Bernie Sanders ha triunfado.