El pasado jueves se realizó el foro La Educación Superior del Futuro, el cual contó con la participación de los rectores de la mayoría de las instituciones de educación superior del país, representantes del sector empresarial y de las instituciones dedicadas a la ciencia, la tecnología, la investigación, la innovación y la competitividad.Entre los aspectos más destacados podemos mencionar el reconocimiento de que el impulso de una educación superior de calidad en el siglo XXI muestra avances importantes hacia la diversificación, la innovación, la internacionalización y el aseguramiento de la calidad, que plantea desafíos que, en nuestros contextos latinoamericanos, nos obligan a asumir mayores compromisos en procura de la gestión de sistemas educativos cada vez más eficaces.
Se precisó, además, que para garantizar la calidad de la educación superior y adecuarla a las necesidades sociales y económicas del país en el contexto global en el cual vivimos, es necesario que las ofertas formativas logren un equilibrio entre la construcción de conocimientos y el desarrollo de capacidades, habilidades y competencias; incorporar estrategias de trabajo interdisciplinarias, facilitar el desarrollo de capacidades y competencias profesionales de calidad, renovar las estrategias de enseñanza – aprendizaje y ampliar el uso de las tecnologías digitales.
También es necesario garantizar la calidad de los planes y programas de estudios mediante esquemas y procedimientos de acreditación, a cargo de agencias independientes, dotadas con estándares internacionales y criterios académicos rigurosos.
Estamos conscientes de que la mejora de la investigación, la difusión de sus resultados y la innovación, constituyen la principal fuente de construcción de nuevos conocimientos en las universidades. En tal sentido, se presenta el gran desafío de la formación del talento humano para la investigación y responder a la necesidad de aumentar la cantidad de doctores en los cuerpos académicos nacionales; especialmente en áreas vinculadas al desarrollo y la modernización de nuestro país.
Hay que entender que para elevar la calidad de la educación superior es importante la ampliación de la internacionalización y de las iniciativas de movilidad académica; éstas son tareas irrenunciables que han de ejecutarse en una triple dimensión: primero, en la mejora de la proyección, visibilidad y atractivo de las universidades latinoamericanas; segundo, en el fortalecimiento de los instrumentos y de la cultura de internacionalización en la institución y sus actividades, y, por último, en la explotación de las posibilidades de atracción de estudiantes, investigadores y profesores internacionales.
La internacionalización se explica por el proceso de la globalización que ha llevado a la educación superior a incrementar su influencia en el desarrollo de las sociedades a través de la enseñanza, la investigación y otras actividades de compromiso social.
En ese sentido, la educación cumple una función integradora y, en un mundo en cambio permanente, esto se hace ineludible.
También se justifica el análisis porque la educación ha devenido en la piedra angular de la nueva economía, con renovados contenidos, competitividad, productividad, innovación y se ha convertido en la nueva filosofía del desarrollo sostenible. Pero para el logro de estas metas, el sistema educativo deberá ajustarse al desarrollo del individuo, para que pueda desplegar todo su potencial y llevar una vida saludablemente feliz y provechosa.
Así lo señala el Comité de Educación de la Asociación Española para la Calidad, AEC; Madrid 2005: “Una educación de calidad es una educación integral, una educación de la persona, de toda la persona, de cada persona, orientada a su capacitación para formular y llevar a cabo un proyecto de vida valioso en lo personal y socialmente útil”.
Resulta evidente que la educación superior en el país se encuentra ante grandes desafíos, pero los mismos están debidamente identificados y existe la voluntad para abordarlos exitosamente.