El anuncio de que Luis Miguel de Camps García es el nuevo ministro de Educación es buena noticia. Le anteceden en el puesto figuras de gran relevancia como Pedro Henríquez Ureña y muchas ministras y ministros que aportaron al desarrollo de la educación dominicana en el siglo pasado y el presente. Cada uno (a) con diversas coyunturas, limitaciones y oportunidades.

Desde hace una década este Ministerio administra el porcentaje más alto del presupuesto nacional pero sus resultados son extremadamente pobres, y es el área del Gobierno que más impacto tiene a nivel social (ropa, comida, construcción, impresión y transporte). Opera en ese escenario el sindicato más poderoso que actualmente tiene el país. Se le suma al nuevo ministro, si las noticias son ciertas, que también asumirá la educación superior dominicana y por tanto tiene la llave del futuro dominicano por su misión.

Por su formación académica y profesional el nuevo ministro tiene credenciales de sobra para el puesto y por su herencia familiar, paterna y materna, está obligado a ser íntegro de manera sobresaliente.

Pedirle que en 3 o 4 años eleve significativamente los resultados de nuestros alumnos en las pruebas internacionales es iluso, ya que es tarea de décadas, pero debe mostrar logros en dicha dirección. De la forma en que la ADP actúe durante su gestión es un factor importante y no está totalmente en sus manos, ni de ningún Ministro.

No tiene que comenzar desde cero porque muchos estudios se han hecho -de gran pertinencia- sobre la situación educativa dominicana actual. Materializar las más significativas desde el primer día es un camino sensato. Decidir el gasto de cada peso del Ministerio tiene que tener como brújula que, de forma inmediata o mediata, contribuirá a que los niños y jóvenes aprendan.

Si habla mucho o poco no importa, pero que haga cosas que mejoren la educación y con perspectiva de futuro. Nos merecemos todos su mejor gestión posible.

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