Estamos, como pequeña “pupú” de mosca en el plano mundial, enclavados en la “frontera imperial” de El Caribe y por ello bajo la influencia directa de los efectos de cuanto acontece en los Estados Unidos. Parejeros al fin, pero de escasa influencia en el plano geopolítico. Una tormenta política se teje sobre el país de más influencia en el mundo actual, al tiempo que otros factores influyen sobre la hegemonía del que se auto percibe como el “policía del mundo”, aunque lógico es que sus acciones se basan en intereses propios, de un mundo que cambia mientras otros evolucionan en sus propias rutas. La renuncia de Joe Biden, presidente en campaña para la reelección, abre a su partido a los demonios de las fuerzas de la ambición política y catapulta a Kamala Harris, la actual vicepresidente, a 4 meses de la contienda electoral y con poca exposición como cabeza de la nación más poderosa del mundo actual. China parece haberla superado en lo económico y se trata de una nación belicista con muchos frentes abiertos y un mundo convulso al extremo, con conflictos en cada rincón. Europa, su aliada de muchos años, pasa por múltiples crisis particulares y redefiniciones de sus propios papeles. La invasión rusa no ha crecido más por el esfuerzo americano y su influencia en el mundo occidental. Pero tiene límites. La crisis de Israel-Gaza, amenaza con escalar a bordes de guerra, con Irán azuzando el ambiente y suministrando armamento, drones y cohetes a los que hostigan a Israel, como insurgentes. Los propios Estados Unidos enfrentan una situación difícil cuando termine el acuerdo de petrodólares con Arabia Saudita, hasta julio 2024, que implica la venta de su petróleo en cualquier moneda y no el dólar a que estaba obligada y exime a USA del apoyo militar y la venta de equipo de guerra, lo mismo que no los obliga a invertir sus excesos, en bonos del tesoro americano. Ya no existe Kissinger y su “magia negociadora”, además de que es este un mundo muy diferente al de hace 50 años. Las posibilidades de que Donald Trump resulte ganador de las elecciones de noviembre son altas, más para un candidato que ha sumado a sus astucias que le han permitido hurgar en las debilidades del sistema americano y saber aprovecharlas, la suerte de “gato barcino” que le acompaña. Se entiende hoy su estrategia de nombrar conservadores en la Suprema Corte, que hoy le devuelven el favor exonerando de toda responsabilidad penal. El panorama mundial no está para que un gobernante impredecible y de acciones imprudentes y delirios de grandeza, arrastre al mundo por sus rutas personales y de criterios individualistas, aunque sea un gran contenedor para los planes de gobierno universal y reducción artificial de la población mundial. Tampoco para alguien cuya experiencia es como exitosa fiscal general de San Francisco, Senadora y su función como vicepresidenta actual y de actividad más que nada interna y entre legisladores, más que nada. Decía alguien, que “cuando los Estados Unidos estornuda, a nosotros nos da pulmonía”.