Cuando en España parecía que la política carecía de validez y de futuro, como las ideas y creencias que la sustentan. Cuando el patriotismo se vilipendiaba cuan engaño y la democracia se dibujaba como una burda estafa, las elecciones generales dieron un vuelco paradigmático a cualquier fausta previsión. La movilización masiva del electorado fue rotunda si la comparamos con la anterior de 2016 y la afluencia a las urnas se constató en todo el país, sobre todo, en las zonas más independentistas de Cataluña.
Cuando la amenaza nuclear del extremismo teórico y fáctico, podían justificar cualquier situación y conducta, que pusiera la realidad española patas arriba, la sociedad mostró su compromiso y responsabilidad, como diría por boca de clero, con sapiencia y juicio certero.
Dice el Apocalipsis que surgirán falsos profetas. En lo particular, la expresión falso profeta es una redundancia porque como Rasputín, el profeta predica lo que la gente quiere oír, es decir un futuro bueno o malo, pero sin incertidumbre.
Los principales cinco candidatos, al compás de himnos de diferente índole, han competido en unas elecciones donde se ha dado una terna televisiva nunca antes de vista, en la que la educación ha sido el caballo de Troya de muchos de ellos.
La victoria de Pedro Sánchez y el Partido Socialista Obrero Español, demuestra que se puede ser parcial sin dejar de ser objetivo. En términos objetivos, los vestigios del marxismo, en la figura del socialismo, que como sistema económico y social tiene sus fisuras, ha convencido a la sociedad como filosofía.
Dicen que es necesario que los de arriba no sólo gocen de grandes privilegios, sino que tengan plena conciencia de su superioridad, porque a mayor conciencia, mayor responsabilidad. El nuevo presidente no tiene la mayoría, así que tendrá que pactar con el bloque de la izquierda, Unidas Podemos, y contar con el apoyo de los independentistas. Después de que las fuerzas nacionalistas catalanas y vascas han salido muy reforzadas electoralmente, la plurinacionalidad como realidad es algo que no se puede volver a obviar.
Para conseguir una estabilidad en su Gobierno, que le permita agotar legislatura de cuatro años y aprobar los Presupuestos Generales del Estado, las líneas del PSOE tienen que tener un trazo diestro. Un acuerdo con grupos independentistas y nacionalistas exigirán cambios a una serie de políticas contrarias a los votantes que dieron su apoyo a Sánchez. Sin embargo, pactar con Rivera, sería un desacato al discurso mantenido en campaña y una acémila también para los ciudadanos, que creyeron sus planes para el futuro inmediato de España.