Las políticas educativas números 8 y 10 del Ministerio de Educación de la República Dominicana (MINERD) disponen “estimular la participación de la familia, la comunidad e instituciones no gubernamentales en el desarrollo de los programas y los proyectos educativos” y “movilizar los sectores públicos y privados, nacionales e internacionales, en procura de los recursos necesarios para alcanzar los objetivos de cobertura, calidad y equidad educativas indispensables para enfrentar los retos económicos, políticos y sociales del siglo XXI.
Aunque el MINERD como institución rectora del sistema educativo dominicano mantiene un interés sostenido por cubrir todas las necesidades de la comunidad educativa que, por ley, está llamada a gozar de las garantías del Estado, se ve precisada a desarrollar acciones de coordinación de redes de colaboración entre Estado y sociedad civil para complementar o potenciar sus esfuerzos. De ahí que se estimula y se acoge la participación de fundaciones e instituciones privadas y organismos internacionales en el quehacer de la escuela; y a este proceso, se le conoce como apadrinamiento escolar.
Los apadrinamientos, en la mayoría de los casos, son patrocinados por empresas nacionales y/o extranjeras, así como asociaciones sin fines de lucro que, amparadas en la responsabilidad social, deciden apoyar a uno o varios centros educativos para que puedan resolver algunas de sus necesidades específicas. Hasta hoy, la experiencia del apadrinamiento de centros educativos, consiste básicamente en saldar compromisos económicos para mejora de infraestructura, donación de implementos, equipamiento y dotación de uniformes y recursos para el estudiantado.
Es cierto que este tipo de acciones fomenta entre las empresas el compromiso de colaboración para la educación de nuestros niños, y son muchas las situaciones y las limitaciones que las escuelas han podido superar producto de estos generosos esfuerzos. Ahora bien, como educadores desearíamos que estos aportes se profundicen o extiendan para apoyar el acceso de oportunidades de formación a docentes y otros actores del sistema, y en general, para invertir en asesoría y asistencia técnica a las escuelas, siempre en el marco de las políticas y lineamientos ministeriales.
No obstante, en nuestro entorno podemos identificar varios casos de apadrinamiento dignos de emular y multiplicar. Casos en que la intervención ha trascendido lo material, y a la escuela se le ha acompañado en su crecimiento integral, garantizando un ambiente seguro y armonioso, directores y docentes comprometidos con la mejora de su centro y sobre todo, con la mejora de los aprendizajes de sus estudiantes.