En nuestro país hay intelectuales, periodistas y “líderes” políticos que son como los malos boxeadores: sólo saben dar golpes (vale decir, opinar ellos solos), pero no saben recibirlos (¡escuchar!).
Cuando me inicié en esto de opinar en público sabía que iba a dar y que también me iban a dar. Porque, como decía-repetía mi venerable madre -q.e.p.d.-, “Quien dice lo que quiere oirá lo que no quiere” Es ley de la vida, pues: dar y recibir.
Esa alergia a no recibir, se parece al complejo de superioridad intelectual que algunos exhiben en las academias, seminarios conferencias y otros ámbitos –de la esfera pública o privada-, pero que poco les sirve en la vida. Así, pude observar, en el ejercicio docente, innumerables ejemplos de intelectuales superiores (¡infalibles!, se creían ellos). A algunos les rebatí algún dato, una fecha o una referencia. En cada uno, observé el ceño fruncido y el disgusto evidente. No eran intelectuales tolerantes sino exhibidores de conocimientos. ¡Puras vitrinas!
Esa reacción ante la más mínima confrontación denota debilidad, intolerancia y una discreta pero patente prepotencia. A eso sigue, casi siempre, una descalificación y respuesta en clave dizque para no darle importancia al “simple mortal” que se atreve cuestionarlo por el interés del tema o la curiosidad de indagar sobre las profundidades de los saberes del disertante. Porque también, hay bulteros intelectuales en las academias. Sobre ello, no hay dudas.
Cierta vez, le pregunté a una a profesora -que tenía un Ph.D- que si era cierto la respetabilidad de un doctorado, y ella me contestó que eso era muy relativo y que no dependía de la universidad ni tampoco de la especialidad, sino de la experiencia y la debida defensa de ese grado académico. Inmediatamente, me acordé de alguien que había hecho una maestría en macramé y no sabía, siquiera, hacer un nudo. Por supuesto, reí como nunca.
Tal vez, en mi caso, no llegue ni siquiera a librepensador. Pero, no me amedrento ante títulos, pontífices ni pretensiones de imponer una supuesta verdad absoluta que, por demás, no existe. A otro pues, con ese hueso…