Me enteré de su existencia y labor radial-social en Washington DC -allá por el año 2002- a través de un amigo común, Pedro Gaton. Sin embargo, por paradoja de la vida, conocí primero a su hermana, la psicóloga-consejera, Elida Vargas Carrasco.
Desde entonces, cada mañana, enciendo la radio de mi auto –rumbo al trabajo- y entro en sintonía con la que, desde algunos años -producto de su trabajo y sacrificio-, es su radioemisora en Wheaton, Maryland: Radio América y el programa que bajo su conducción y animación mantiene al aire por más de treinta años ininterrumpidos -¡Calentando La Mañana!-, logrando, de paso, una hazaña radial única en el área metropolitana de Washington DC, Maryland y Virginia.
El caso del locutor y radiodifusor dominicano Alejandro Carrasco, es un caso excepcional de un profesional y ser humano que combina su profesión -y empresa- con una labor social de entrega e identificación plena y altruista, haciendo de su radioemisora el medio por excelencia de la comunidad latina en Washington DC-Maryland-Virginia, y al través de la cual se expresa, solidariza, lucha y reclama sus derechos; y más que ello, eleva su voz solidaria ante cualquier eventualidad -por ejemplo, ¡un desastre natural!- local-regional, así como también frente a la dura realidad migratoria de millones de latinoamericanos que viven, trabajan y pagan impuestos en los Estados Unidos.
Pero no solo, Alejandro Carrasco, es un soporte y apoyo social para miles de latinos, sino que también es un divulgador del folclore latinoamericano sin distingo de género musical, geografía ni nacionalismo egoísta. Además, es el único latino del área metropolitana -y quizás, en todo los Estados Unidos- que tiene dos radioemisoras.
Otra cosa, no anuncia, en sus radioemisoras, lo que no consume: a brujos ni a hechiceros, pues cuida, con veneración y respeto, a su público. Y ese sagrado compromiso -de servir- lo lleva a crear una sección de anuncios gratuitos para su gran audiencia: centroamericanos y sudamericanos; y por supuesto caribeños –boricuas, cubanos, dominicanos y panameños- que los queremos y valoramos con agradecimiento y respeto.
No obstante, lo que más impacta y hace a este dominicano grande, es que, a pesar de cosechar tantos éxitos, distinciones, reconocimientos; pero, sobre todo, el cariño diario de sus radioyentes, se mantiene humilde, asequible y siempre presto a servir a todo el que toca su puerta, que es como tocar: su corazón, sus radioemisoras y don de gente…! ¡Enhorabuena!