Siempre sostuvimos que, independiente de quién saliera escogido en la consulta del PLD, ese escogido, que fue Abel Martínez -pero pudo ser Francisco o Margarita-, ipso facto, se convertiría en la novedad política-electoral de cara al 2024. Ello así por una sencilla razón: los dos posibles o seguros candidatos -el actual presidente y el expresidente Leonel Fernández- ya lo han sido (uno en ejercicio y el otro tres veces).
Eso explica el que Abel Martínez está en el punto de mira -ataques abiertos o solapados- de ambos frentes y su periferia mediática; y más para el gobierno del Cambio, pues saben que esa ventaja -lo novedoso-, si el PLD y Abel la manejan con destreza e inteligencia (si perfilan alianzas, si enfrentan ataques, si hacen oposición dura, si ofertan una propuesta de gobierno inclusiva -multi-temática en el discurso- y minimizan errores) se haría irreversible (polarización PRM-PLD) lo que conducirá, indeclinablemente, a la conformación de dos bloques o coaliciones y, muy probablemente, todo se decida en primera vuelta en 2024. En adición, si se concretase la proyección anterior, lo de un balotaje o segunda vuelta -a lo que apuesta-aspira la FP- quedaría sepultado…
Desde esa lógica política -o proyección-, se colige que el Gobierno y sus aliados -abiertos o solapados-, quieran contrarrestar que se concrete o configure esa polarización (PRM-PLD), pues, su apuesta-estrategia es dividir a la oposición y, de paso, propiciar un escenario de dos frentes o bloques oposicionistas (PLD-aliados y FP-aliados -cada uno por su lado-) y por esa brecha o división colar la repostulación del actual mandatario. Quizás las encuestas de crédito, en su momento, obliguen a despejar semejante fragmentación o escenario oposicionista.
Lógicamente, tal estrategia da una idea de la real situación política-electoral del PRM y su gobierno -independientemente de “encuestas” de sastre o a la carta-, pues ya no tienen los aliados de 2020, la ola de Cambio -2020- se esfumó y la improvisación -“No saben gobernar”-, más que una consigna, es un augurio que una mayoría nacional se apropió de ella y le pasará factura en las próximas elecciones -municipales, congresuales y presidencial-.
De modo que, si Abel Martínez, el PLD y sus posibles aliados, logran capitalizar el descontento ciudadano y radicalizar su voto duro, el gobierno del Cambio no podrá variar esa determinación ciudadana: Abel presidente-2024.
Esa es una potencial tendencia política-electoral o cuasi realidad sociopolítica, a menos que surja un fenómeno inaudito -un outsider o el azar- que lo cambie todo. Pero, hasta el día de hoy, esa es la proyección inexorable (digamos, si se trabaja, desde la oposición, para ello). De lo contrario, entraríamos en tierra de nadie…