José Dolores Quiñones y yo nos llamábamos “primo”, aunque el único pariente en común que teníamos era el primer Quiñones, un conde que llegó a Cuba y se estableció en Pinar del Río, donde existe una zona que lleva nuestro apellido.
Nos habíamos conocido en el bar Hurón Azul de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. José Dolores era un hombre gentil y decente, precedido de una sonrisa afable y cálida.
El primo ahora andaría por los 104 años de edad. Falleció el 28 de marzo del 2008, en el asilo Saint Lys, en Toulouse, Francia, donde vivió gran parte de su vida.
Al gran talento de compositor de José Dolores Quiñones se deben temas para todos los tiempos como “Los aretes de la Luna” (la prefiero en la voz de Vicentico Valdez), “Mi cocodrilo verde” (Caetano Veloso la interpreta como nadie), “Levántate” (que cantara el duo Hermanos Bermúdez), “Vagar entre sombras” (por el Benny Moré), “Odio que crece” (por Celio González y la Sonora Matancera), y “Vendaval sin rumbo”, grabada maravillosamente por Javier Solís, aunque sigo prefieriendo la versión de mi amigo ya ido Roberto Sánchez.
Justo “Vendaval sin rumbo” es la canción que me hizo escribir este texto. “Vendaval sin rumbo que te llevas / tantas cosas de este mundo, / llévate la angustia…”, dice la primera estrofa. Y eso me dije cuando la noche del viernes -la noche del vendaval- entre tanta pérdida, entre tanta angustia, dolor y desespero por quienes lo perdían todo, había un grupo de jóvenes de Cristo Rey que hicieron del vendaval teteo, con música urbana, que no podía faltar, y otras hierbas, sin mirar los riesgos. Lo peor ni siquiera fue eso, sino las expresiones en las redes. “Los dominicanos somos grandes, de todo hacemos una fiesta”, decía uno; “Bendito Dios por hacernos como nos has hecho, contra nosotros no puede el clima”, decía otra. Y así muchas otras barbaridades.
La cultura del dominicano no puede seguir siendo el teteo, la irresponsabilidad, la insensatez y el relajo. Ser alegres y profundos, lo dan la educación y la cultura.