El rodeo que daba como respuestas, sin contestar a ninguna de las tres preguntas que le hicieron los asistentes al panel donde participaba Raymon Paulus, mánager de Tokischa, en el Dominicana Music Week, se suma a lo que pudiera llamarse el misterio del dembow.
Le habían preguntado, tres participantes de tres formas distintas, para saber cómo le entra el agua al coco: ¿cómo se había dado lo de Madonna y Tokischa?
Y uno se pregunta: ¿de qué manera un supuesto género, que es lo más alejado que pueda existir de la música, se convierte en el mundo en una moda?
¿De qué modo se puede pagar RD$380 mil por una boleta?
¿De qué callada manera se convierten en millonarios de la noche a la mañana sin tener calidad, si muchos ni siquiera llenan una discoteca?
¿De qué misteriosa forma, las marcas han tirado por el piso la reputación de décadas: Luis Vuiton, por ejemplo, Dolce & Gabana, Dior o Chanel, entre otras en manos de influencers?
¿De qué turbia realidad nos hablan los Ferraris, los Lamborghini y los Bugatti que antes pertenecían a la alteza y a las capas más altas de la sociedad?
¿De qué degradante materia están hechos esos cerebros que mueven nalgas con frenético bamboleo, a lado y lado, una y otra vez como irredentos pistones de motores?
En este mundo actual, donde más vale y gana un cantante urbano sin alma ni corazón -no ya inculto, sino casi analfabeto-, que un médico que hace trasplantes de corazones, ¿podemos seguir dejando que ejerzan una influencia brutal sobre los niños y adolescentes, incitándoles a la droga, al sexo, a la violencia?
¿Cuál es el misterio que se mueve detrás de la música urbana en República Dominicana y más allá? ¿Ese poder que han adquirido incluso ante los políticos, por aquello de que “pueden dar votos”? ¿Cómo vamos a dejar que la incultura siga primando sobre la cultura, la desfachatez sobre la conciencia, la inmoralidad sobre la decencia?
Lo repito, ¿cuál es el misterio por el que todos se pliegan a esos dioses de barro que nos gritan delante de los rostros, marcando territorio y diciendo, con absoluto irrespeto: “Ustedes están viejos y son unos quedaos”?