Cada vez que veo un amigo poeta le pregunto ¿dónde están los lectores de poesía? “En extinción”, responden. Así no hay modo que pueda salvarse la Poesía, al menos tal y como la conocemos ahora. Pocos poetas se reúnen. No sé cuándo fue la última vez que vi un ser humano en un parque leyendo un libro de poesía, u otro diciendo un poema, aunque fuese en la radio.

En mí ha sido una pasión que nació conmigo. De vez en cuando reaparece, recelosa, como quejándose que la he abandonado.

La semana pasada, cuando supe que Fina García Marruz había muerto en La Habana a los 99 años de edad, sin el Cervantes, me dije que en Cuba había muerto quizás la última representante de una estirpe que no volverá a existir. Y en quien primero pensé fue en Eliseo Diego, su cuñado.

Eliseo -dueño de un finísimo sentido del humor-, fue (es) mi amigo desde aquel lejano 1979 en que recibió el premio Gorky de traducción literaria y nos reuníamos en el Hotel Rossía cada tarde de Moscú, botella de vodka Stolichnaya de por medio. Y entre trago y trago me enseñaba los secretos de las rimas y los acentos internos, de las jarchyas y de las liras, citando poetas y escribiendo unos papeles que estuvieron debajo del cristal de la mesa del comedor de mi casa paterna en Manzanillo, hasta que murieron mis padres y se cayó el techo del edificio Caymari. Allí habíamos festejado la amistad el mismo Eliseo, Raúl Ferrer, Adolfo Martí, el Indio Naborí, Rafael Alcides, Onelio Jorge Cardoso y Raúl Rivero, por solo poner unos pocos ejemplos. Todos idos de este mundo.

Aquella Cuba ya no existe, también se ha ido. De Fina este soneto: “No, no, memoria del pasado día /vengas sobre este sol y césped santo. / No vuelva yo a invocar refugio tanto / de lo que así se crece en despedida. // Quédeme tu intemperie y mi porfía / de caer, de volver de nuevo a alzarme, / no la raída pasamanería / que alza mi polvo y que tu luz deshace. // No me hartes de mí que hartazgo tanto / no soporta mi poca luz vencida. / Mas mi ayer fue tu hoy: no halle quebranto. // Volver a lo pasado no es mi ruego… / ¿Pero y aquel aroma de la vida? /Retenga su promesa, no su fuego.”
Fina, cuerpo vencido. Poesía intacta.

Posted in A quién más a quién menos

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