Hace tres o cuatro días vi una afirmación de una conocida socióloga, que quita culpa a los cultores de la música urbana de las cosas que dicen en sus temas. Y le echa toda la culpa a la sociedad.
Hay un viejo adagio que reza: “Tanta culpa tiene la vaca como quien le aguanta la pata”.
Echarle la culpa solamente a la sociedad es reduccionista y peligroso. Que una famosa exponente urbana diga que “Vamo’ a encantarno’ como perro’ viralata / Soy perra callejera con la popola de raza / Te come’ este Purina, vamos pa’ la perrera / Quedémono’ engancha’o en medio de la carretera”, ¿es acaso culpa de la sociedad?
El llenar las calles y avenidas, los pasajes rurales y los caminos vecinales con mensajes tan bizarros como grotescos, no es culpa de la sociedad solamente y del bajo nivel de la educación que reciben.
¿Por qué razón la mayoría de ellos no les ponen sus “canciones” a sus propios hijos? Porque saben que lo que están haciendo está mal, deforma y agrede.
Ellos no quieren que sus hijos se contaminen con las “maravillas” que hablan en sus dembows, pero “los ajenos es cuestión de sus padres”.
Siempre que sale un video clip nuevo, de esos que graban en la 42 o en cualquier calle de un barrio, me detengo a ver cuántos niños están presentes y salen llenando espacio, en franca violación de las leyes que los protegen.
La cuestión es que no hay quién ponga las cosas en orden. El Ministerio de Cultura y demás instituciones del Estado hacen de la vista gorda. Nadie se quiere poner en malas con las grandes masas irredentas que apoyan la música urbana. Las elecciones se acercan peligrosamente. Y ya hasta Leonel Fernández canta “El piripiropi”.
No se trata de acabar con la música urbana (cosa que es imposible), sino en ayudarles a evolucionar con mejores letras y con algo al menos de riqueza musical, ya que de ritmos más pegajosos no pueden ser los dembows.
Falta un crecimiento cultural en el país. Mientras tanto, tanta culpa tiene la vaca como quien le aguanta la pata.