El año 2023 se inicia con augurios muy negativos para el mundo. Los duros efectos económicos de la pandemia del coronavirus, ahora es que se prevé podrían sentirse con mayor fuerza y con peores consecuencias. Y si a eso le agregamos la guerra entre Rusia, Estados Unidos y Ucrania, que ha colocado la economía del mundo en un proceso negativo, las expectativas son todavía mucho más sombrías, hasta el punto que las principales agencias económicas internacionales prevén una recesión en Estados Unidos, China y la Unión Europea, los tres principales centros de producción del planeta.
En cuanto a nuestro país, grandes retos y temores se ciernen sobre la economía dominicana. Aunque en el 2022 pudimos manejarnos con niveles de crecimiento y estabilidad, uno de esos grandes retos del gobierno del presidente Abinader es la presionante deuda externa que ha tomado el gobierno para poder enfrentar la crisis. En dos años y cinco meses, el actual gobierno ha tomado unos 21 mil millones de dólares prestados, lo que, llevados a pesos dominicanos, equivale a un millón de pesos por minuto, de los cuales más de 400 mil millones no los ha podido invertir y están prácticamente frisados pagando intereses. La deuda, unida al amplio proceso inflacionario, son dos grandes temores que generan mucha incertidumbre en el 2023.
La violencia, la criminalidad, los feminicidios, la falta de valores, las debilidades en el sistema educativo, las limitaciones de la seguridad social, los niveles de pobreza que crecen cada vez más, la crisis del sector eléctrico, la falta de inversión del gobierno, entre otros aspectos, son también grandes retos que tiene el gobierno para enfrentar con eficacia en este nuevo año que se inicia.
Sin embargo, pese a todos esos augurios negativos, el pueblo dominicano ha demostrado que sabe crecerse en toda circunstancia y que sabe aferrarse a Dios para seguir adelante y vencer todos los obstáculos. Por eso, estoy convencido que el año 2023 será un año lleno de fe y de esperanza, un año lleno de la gracia y el amor de Jesús para cada uno de nosotros, sin importar lo que haga el gobierno o lo que suceda entre Rusia, Estados Unidos y Ucrania.
Lo reitero: Estoy absolutamente convencido que la fe de Dios en nuestros corazones será capaz de mover montañas y llevarnos por mejores caminos. Como he expresado en cada momento que se inicia un nuevo año, tengo fe y esperanza de que el amor y la misericordia de Dios se multiplicará en cada uno de los habitantes de nuestra nación.
Tengo fe y esperanza que el trabajo de los cristianos será cada vez más efectivo para que muchos corazones de dominicanos se llenen de Jesús, y Él sea el modelo a seguir para construir una nación más justa, más próspera, más humana, más solidaria y más comprensiva.
Tengo fe y esperanza de que los principales líderes políticos del país se pondrán de acuerdo poniendo la nación por encima de todo, para que la economía dominicana continúe la la ruta de la estabilidad y el crecimiento, y podamos reducir aún más la pobreza y generar mayor prosperidad para todos.
Tengo fe y esperanza de que el pueblo evangélico, católico y cristiano en sentido general, seguirá creciendo, fortaleciéndose y manteniendo la unidad en Jesús, para cada vez más poder contribuir a cambiar la cultura de odio y violencia que se anida en la sociedad dominicana, y de esa manera construir una cultura de amor, paz, entendimiento y perdón.
Tengo fe y esperanza de que mi congregación, la Iglesia Cristiana Palabras de Vida y su equipo de liderazgo encabezado por el pastor Raffy Paz, seguirá creciendo espiritualmente y ejerciendo una gran influencia para ganar cada vez más personas para Jesús y ejercer mayor presencia en la transformación espiritual de los dominicanos.
Tengo fe y esperanza de que mi matrimonio, mi familia y todos los que de alguna manera están vinculados a mí y a mis proyectos, seguiremos bajo la bendición y la gracia de Dios, iluminándonos el camino de la felicidad y de la prosperidad.
Finalmente, tengo profunda fe y esperanza de que en este nuevo año todas las familias dominicanas pondrán a Jesús como centro de sus vidas, para que el presente y el futuro de nuestro pueblo y de nuestros hijos y nietos, estén llenos de amor, salud, comprensión, perdón, servicio y misericordia de lo alto, llenos de la bendición de ese Padre Celestial que nunca nos abandona.