En algunos momentos y por cualquier razón, comenzamos a notar que faltan y sobran muchas cosas a nuestro alrededor. Algunas de esas carencias las podemos suplir con facilidad, otras, no nos es posible.
Hacemos el intento y al final aprendemos a vivir sin ellas.
Con lo que nos sobra es más sencilla la cosa. Basta con identificar dónde y a quién les son más útiles.
Claro está, si de lo que se trata es de carencias y abundancias materiales, porque si éstas son de otra índole, resulta más complicado de resolver.
Aunque a veces lo pasemos por alto, tenemos días y temporadas durante las cuales nos falta una voz y nos sobra el silencio. Nos falta una compañía y nos sobra soledad. Nos sobra tristeza y nos falta felicidad.
Más de una vez, hemos sentido que nos sobra espacio y nos falta un lugar. Nos falta un motivo y nos sobran excusas. Nos sobran razones, pero nos falta valor. Nos sobran ejemplos y nos falta iniciativa. Nos sobran consejos, pero carecemos de inteligencia para escucharlos.
En ocasiones, nos sobran errores, pero carecemos de humildad para reconocerlos y de madurez para enmendarlos. Más de lo que creemos, nos sobran palabras, pero nos faltan argumentos valederos.
Nos sobra la convicción de nuestra culpa, pero nos falta honestidad para admitirla.
A lo largo de nuestra existencia, nos sobran engaños y mentiras, pero nos falta sinceridad para vencerlos.
Nos sobran planes y proyectos, pero carecemos de confianza para iniciarlos. Nos sobran buenos deseos, pero nos falta voluntad. Nos sobran sueños de alcanzar metas, pero nos falta el impulso para ir tras ellas.
Nos quejamos por todo aquello que nos falta, pero jamás pensamos en todo aquello que tenemos a manos llenas y que nos negamos a ofrecer a los demás. Nos pasamos la vida esperando algo que quizás nunca llegará y nos olvidamos de lo que ya tenemos.
Asimismo, esperamos, deseamos y demandamos de los otros lo mismo que nos negamos a entregarles.
Queremos, siempre queremos y esperamos, pero somos incapaces de dar y a veces, se nos va la vida sin reconocer que el origen de nuestras carencias radica en creer que lo merecemos todo y que aunque recibamos lo mejor, nunca será suficiente para sentirnos satisfechos. l