En Cuaresma, los creyentes realizan el ayuno, que consiste en ingerir una sola comida “fuerte” al día, y se abstienen de comer carne los viernes y algunos miércoles; sin embargo, también se acostumbra a realizar otros tipos de sacrificios, destaca el sacerdote Roberto Martínez.El sacrificio cuaresmal involucra pilares importantes en este tiempo de renovación espiritual, como son: oración, ayuno, abstinencia y obras humanitarias, lo que quiere decir: renunciar a muchas cosas y emprender nuevos caminos. Para los cristianos, solo cuando se buscan esos elementos dicen encontrar la renovación esperada.
Cada hombre o mujer debe proponerse, en este período, realizar algún sacrificio para mejorar como persona, ayudar a otros y agradar a Dios, explica Martínez.
Todo ser humano que quiera sacrificarse en esta Cuaresma, Martínez le recomienda que escriba a quiénes desea ayudar para que logre una vida más alegre.
“Escribe a cuál hospital irás a pasar un rato; puede ser cada viernes para que hables con los que se encuentran allí postrados o, simplemente, a qué asilo asistirás a socorrer y dar esperanza a quienes se encuentren allí”, señala Martínez.
Para el sacerdote, la Cuaresma no es una creencia repetitiva en la que cada año se teoriza sobre lo mismo, sino que es un espacio de conversión “metanoia” (para arrepentirse), donde los misterios de la vida de Jesús enseñan que en Cristo existe la esperanza.
Sacrificios
Con relación a esta época, el papa Francisco aconseja privarse de aquellas cosas que hacen daño, como las malas compañías, vicios, algunos programas de televisión y música; así como conversaciones o momentos que nos hacen pecar.
De igual forma, Francisco también invita a los fieles a despojarse de lo que les gusta, y pone como ejemplo que si en una tarde soleada dejas de comprar una gaseosa para refrescarte ofreces tu sacrificio al Señor, ya que con ese dinero puedes hacer una obra caritativa.
Otros sacrificios son: madrugar para hacer la oración personal, visitar a Jesús en el Sagrario o clamar al Padre por una persona que esté sumida en el vicio o pecado.
El sumo pontífice, igualmente, aconseja saludar cuando se pasea por las calles, a conocidos y desconocidos; perdonar las ofensas, orar por nuestros enemigos, evitar los chismes y habladurías y compartir parte de nuestros bienes con los demás. Con esto, asegura que el Señor nos inspirará para recorrer este camino de Cuaresma como verdaderos agentes de misericordia, porque Él es quien nos muestra el camino y nos da ejemplo para seguirlo.
En el caso de que seas muy apegado al celular y a las tecnologías, proponte desprenderte de esas comodidades por unos cuantos días, o de escuchar música en la radio mientras manejas. Los creyentes recomiendan dedicar ese tiempo de sacrificios a la oración, leer la Biblia, asistir a la iglesia y realizar obras caritativas.
También, puedes regalarle una comida a un necesitado, renunciar a beber bebidas alcohólicas, reducir las tazas de café, despertarte más temprano de lo habitual o irte a la cama más temprano de lo usual.
Otras opciones que te pueden ayudar es ver menos tiempo la televisión, reducir la veces que revisas tus cuentas personales, ayunar los días viernes (si tu salud te lo permite. Lee un libro de un tema religioso por 10 minutos diarios, contacta a un familiar con el que tienes tiempo que no hablas para saber cómo se siente.
Asimismo, te puede beneficiar espiritualmente, deshacerte de la ropa que tienes en el armario que no usas y regalarlas a los más necesitados; renunciar a los alimentos que más te gustan y ofrecer limosnas.
Hacer un sacrificio es desprenderte de cosas por un tiempo determinado o para siempre, por amor a Dios. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo un verdadero sacrificio.
El ayuno y la abstinencia
El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día, mientras que la abstinencia consiste en no comer carne.Son días de abstinencia y ayuno: el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La abstinencia se practica a partir de los catorce años y el ayuno desde los 18 hasta los 59 años de edad. Con estos sacrificios se trata de que todo nuestro ser (alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos daños ocasionados con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia. El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio, dependiendo de lo que dicten las Conferencias Episcopales de cada país, pues ellas son las que tienen autoridad para determinar las diversas formas de penitencia cristiana.