El Centro Olímpico Juan Pablo Duarte fue el punto de partida que dio origen a la llama votiva que hoy representa nuestro fervor y compromiso en la búsqueda de una dirección más sólida para el deporte aficionado en la República Dominicana.
“Sin recursos, representando posiblemente una de las obras más grandes y costosas de la época y sin ningún respaldo, nació la idea del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte en la segunda mitad de la década de 1960. Casi a punto de cumplir cinco décadas de existencia y habiendo albergado importantes eventos a nivel nacional e internacional, el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte sigue siendo motivo de orgullo para la República Dominicana, siendo el corazón del deporte dominicano. Por esta razón, en esta ocasión, la Zona Retro rememora los primeros años de este gran centro deportivo.”
Primer plano
El 4 de noviembre de 1966 el ingeniero Juan Ulises García Saleta, presidente del Comité Olímpico Dominicano, se adentró a un terreno de más de 700,000 metros cuadrados, que se convirtió en la esperanza de las civilizaciones hacia un renacer del deporte en el país. Estuvo acompañado de un hombre y un tránsito.
El terreno era desigual, no había nada llano, muchas piedras por doquier, cúmulos y cúmulos de basuras y desechos pestilentes rodeaban el área, inmensas cuevas y hoyos realizados por el nombre para quién sabe qué fines. El espacio total era una masa de yerbajos, depósito de chatarras y desperdicios de todo tipo.
Sin presupuesto ni ayudas económicas
No se contaba con recursos, la magnitud de la obra era inmensa, y un grupo interesado luchaba tenazmente para obstaculizar los trabajos y sabotear los esfuerzos de Wiche García Saleta y aquellos que, confiando en su dedicación, comenzaban a respaldarlo. Fueron tiempos difíciles, días y meses en los que la moral de todos se debilitó, pero nuevos individuos se unieron a aquellos que ya estaban agotados.
Con el paso del primer día, se unieron machetes que despejaron caminos adicionales; surgieron puntos de referencia inesperados y, gradualmente, la vasta acumulación de basura y la densa vegetación empezaron a ceder. Sin embargo, esto ocurrió a medida que las personas avanzaban y a pesar de la falta de recursos económicos adecuados.
Propulsores
El primer voluntario fue José Altagracia Geraldino, apodado “Chapea”, un hombre de humildes orígenes que alternaba entre ser fabricante de velas y un sencillo limpiabotas. Este héroe, ocasionalmente poeta y cantante, se aventuró junto a Wiche en los densos y aparentemente inaccesibles terrenos que hoy se aprecian como el más hermoso y complejo centro deportivo.
El artesano que arreglaba botas y el trabajador que fabricaba velas, con los ingresos que obtenía de estos modestos empleos, adquirió cal para trazar las líneas donde los obreros debían cavar con picos y palas. También compró clavos para indicar medidas y ubicaciones, o cualquier otro artículo necesario en el momento exacto. Luchó incansablemente, día y noche, con la misma determinación inquebrantable.
Otras personas de igual valía y que se mantuvieron firmes en la lucha por el mismo objetivo incluyeron a Víctor Manuel Rosario (apodado “Cepillo”), Antonio Domínguez, Antonio Caba (conocido como “Pirigua”), Alfredo Méndez (llamado “Fefo”), Rafael de la Cruz (apodado “Perry”), y Francisco Jáquez (conocido como “Sarnih”). Estos individuos demostraron amor, dedicación y desinterés por el proyecto, ya que lo consideraban de gran interés no solo debido a la complejidad de sus instalaciones, sino también por su importancia socio-deportiva y su impacto en la salud de las generaciones presentes y futuras cuando comenzara a funcionar.
Nuevos aliados
Después de enfrentar desafíos considerables, alrededor de 1967, se logra persuadir al Alcalde de Santo Domingo, el doctor José Ramón Báez Acosta, y el Ayuntamiento decide no permanecer apático ante la problemática de lo que era en ese momento la zona metropolitana. Como resultado, se obtiene la aprobación para construir una porción de las instalaciones deportivas, pagar a los obreros y mantener los equipos, entre otros aspectos.
Aunque se avanzó en cierta medida, los logros fueron limitados. Sin embargo, es importante destacar que los esfuerzos continuaron sin interrupciones. No obstante, durante la administración del Ayuntamiento del Distrito Nacional en el período 1966-68, se debería haber evitado la acumulación de deudas relacionadas con la construcción del Centro Olímpico. Lamentablemente, esto no se cumplió, ya que hubo casos en los que los camioneros que suministraron materiales para los campos y estadios se quejaron posteriormente debido a que no se les pagó.
Ayudas inesperadas
Es relevante resaltar que en 1968, el avance de los trabajos se benefició de manera significativa gracias a la contribución personal del general José de Jesús Clark Flores, un destacado dirigente olímpico mexicano. Clark Flores no pudo quedarse al margen del problema y donó una cantidad de dinero para la reparación de las máquinas, lo que resultó en un aumento significativo en la productividad.
En esta misma línea, otro individuo de origen extranjero pero profundamente vinculado al deporte nacional, y que brindó constante apoyo, fue don José Beracasa. Beracasa fue miembro del Comité Olímpico Internacional (CIO), presidente de la Organización Deportiva Panamericana (ODEPA), la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (ODECABE), así como del Comité Olímpico Venezolano.
Clima político
La inestabilidad política tuvo un impacto negativo en el Centro Olímpico, ya que con el cambio de administración municipal, se detuvieron las obras que estaban en curso, ya sea por directiva o por otras razones. Al inicio de su mandato, Guarionex Lluberes Montas retiró cualquier forma de apoyo a los constructores del Centro Olímpico, considerando que estas obras estaban relacionadas con la administración previa. Incluso, se apropió de las maquinarias que habían sido reparadas con el esfuerzo de Wiche García Saleta y la contribución de nacionales y extranjeros conscientes de la importancia de este centro deportivo para la juventud. La actitud del entonces Alcalde Guarionex Lluberes es recordada como una de las más perjudiciales durante los seis años de lucha para completar la obra.
Después de una serie de conversaciones impulsadas por Wiche, se logró que el gobierno municipal a finales de 1968 traspasara la responsabilidad de la construcción del Centro Olímpico a la presidencia de la República. Sin embargo, durante todo el año 1969, no se llevaron a cabo proyectos de gran magnitud, a pesar de que el gobierno central se comprometió en la medida de sus recursos a construir este complejo deportivo. Esto marcó un hito, ya que el Estado, a través de su líder máximo, reconoció la importancia del movimiento deportivo que se estaba generando con la construcción del Centro Olímpico, que ofrecería a la juventud un lugar para el esparcimiento y para disfrutar de su tiempo libre.
Culminación y presentación de los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe en 1974
Seis años después, el Centro Olímpico se presenta en todo su esplendor, recibiendo el reconocimiento tanto de nacionales como de extranjeros durante su inauguración, que serviría como sede de los Doce Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe en 1974. Los delegados del Comité Olímpico Dominicano lo llevaron con orgullo como símbolo del arduo trabajo realizado a la Asamblea de Delegados de los países de la región en la hermosa ciudad de Panamá en 1970. El nombre del centro, junto con los nombres de todos los obreros, jóvenes deportistas y el pueblo dominicano, fue representado por Juan Ulises García Saleta, Gregorio Domínguez, Pedro Guillermo Delmonte Urraca, y todos los hombres y mujeres que conformaron la Delegación Dominicana en los XI Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe. Estos juegos se llevaron a cabo en 1974 aquí en Santo Domingo.