En múltiples ocasiones, investigadores, arqueólogos y otros profesionales de diversas áreas de la ciencia y la cultura han descubierto en el territorio nacional materiales y piezas que pertenecieron a los primeros habitantes de nuestra isla.

En esta ocasión, Zona Retro rememora el descubrimiento de piezas indígenas en el año 1971, donde el arqueólogo dominicano Luis A. Chanlatte Baik, encuentra en una caverna en la provincia de San Cristóbal, numerosos materiales arqueológicos de los aborígenes.

Descubrimiento

En una caverna situada a más o menos seis kilómetros del lugar donde para ese entonces, año 1971, estaban construyendo la Presa de Valdesia, el arqueólogo dominicano Luis A. Chanlatte encuentra numerosos materiales arqueológicos utilizados por los aborígenes del país.

Al informar sobre el hallazgo, el arqueólogo enfatizó que la apreciable cantidad de materiales arqueológicos evidencia positivamente “la antigua existencia de un gran poblado indígena en aquel lugar”.

En este sentido, también precisó que la cueva se hallaba en la sección Mana, en la provincia San Cristóbal, en una zona cafetalera entre las montañas.

Convertido en Templo

Los moradores de la zona habían convertido la caverna, donde se hizo el descubrimiento, en una especie de templo, donde realizaban ceremonias y se rendía culto a algunas deidades. También, en el interior de la cueva preparaban altares, donde ponían los santos católicos y los ídolos indígenas, para sus ceremonias, acompañadas de canticos y bailes.

En este contexto, mezclaban los santos católicos con los ídolos que fueron adorados por los indígenas que habitaban en época remota aquellas áreas.

Contexto

La cueva fue descubierta cuando empezaron los trabajos de construcción de la Presa de Valdesia en 1971. Para acceder a esa sección, era necesario llegar en mulo (burro) y tomaba aproximadamente un día. Sin embargo, con los avances en la construcción de la presa, los vehículos podían llegar hasta una distancia más cercana, alcanzando hasta seis kilómetros del lugar y terminar el trayecto a pie.

En esta línea, el arqueólogo expresó su preocupación por lo que él consideraba un riesgo. Chanlatte sostenía que al hacer la cueva más accesible al público, era necesario tomar precauciones para evitar que personas interesadas en el tráfico de piezas indígenas pudieran dañar el valor arqueológico de la cueva y sus alrededores. Advirtió sobre la posibilidad de que esto ocurriera antes de que las instituciones oficiales encargadas de las investigaciones y los estudiosos de la arqueología nacional tuvieran la oportunidad de llevar a cabo su labor para determinar su verdadero valor.

El interior de la cueva

En relación con el lugar, Chanlatte proporcionó una descripción en la que afirmaba que en las paredes de la cueva de Mana existían dibujos realizados por los indígenas, algunos de los cuales se conocen arqueológicamente con el término de petroglifos.

Lo que explicó que sería conveniente verificar su autenticidad para tomar las medidas de preservación como valor arqueológico, ya que ese lugar nunca había sido estudiado técnicamente.

Además, señaló que durante una entrevista con el licenciado Ramón Lugo Lovatón, quien era el director del Museo Nacional, se enteró de los planes para construir un edificio destinado a albergar el Museo Nacional.

Sellos pintaderas de barro cocido rectangulares, con diseños incisos antropomorfos estilizados, fueron hallados en Loiza, un poblado de Puerto Rico. En esta región, existió uno de los yacimientos indígenas más representativos de la cultura igneri, que corresponde al primer grupo cultural ceramista y agrícola de las Antillas Mayores. En ese momento, ya se habían descubierto múltiples sellos de forma rectangular en la región de Macao, en el país, formando parte de las colecciones de Manolito García y del doctor Fernando Morbán Laucer.

Luis A. Chanlatte y el Museo Nacional

El arqueólogo visitaba el país, donde tenía catorce días, para pasar las festividades navideñas junto a sus familiares. Luego de las actividades regresó a Puerto Rico, donde trabajaba en la Universidad de Rio Piedras, como arqueólogo del Centro de Investigaciones Arqueológicas y del Museo de Antropología, Historia y Arte. En la República Dominicana continuaba prestando periódicamente su asesoría al Instituto de Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Respecto al museo, Chanlatte comentó que al planificar la estructura del nuevo museo, era necesario considerar dos aspectos para garantizar su correcto funcionamiento de acuerdo con los estándares modernos de museología y museografía.

“Esos dos aspectos son, la circulación del visitante, el cual no debe salir de la institución sin haber pasado frente a todas las exhibiciones; y la construcción de un sótano para los depósitos y los laboratorios de mantenimiento”, explicó.

En esta línea, precisó que solo así un museo moderno puede rendir además de la presentación estética museográfica, su función docente en beneficio de la comunidad.

Además sugirió que antes de la aprobación de los planos definitivos para el nuevo Museo Nacional, se consultara al museógrafo mexicano Mario Velásquez. Este experto acababa de completar la instalación del Museo del Instituto de Antropología de México, reconocido como uno de los mejores a nivel mundial.

Por otra parte, Chanlatte propuso que la opción más efectiva para prevenir la salida de las piezas tainas sería alcanzar un acuerdo con los gobiernos de Estados Unidos y Puerto Rico. Esto implicaría retener los objetos arqueológicos indígenas llevados por viajeros de cualquier nacionalidad en las aduanas de esos países.

Consideró que las piezas confiscadas podrían ser retornadas a la República Dominicana mediante sus oficinas consulares, después de haber sido certificadas e inventariadas por un individuo competente asignado al consulado dominicano.

En su opinión, aquellos individuos involucrados en el tráfico ilícito de piezas arqueológicas deberían ser penalizados de acuerdo con las leyes de la República Dominicana. En lo que respecta a los objetos retornados, serían incorporados al fondo del Museo Nacional como donaciones.

Además, propuso que los objetos que salieran del país con propósitos de estudio o exposición, para una salida oficial, deberían contar con una certificación respaldada por una comisión ex oficio compuesta por el secretario de Educación y las direcciones del Museo Nacional, el Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas de la UASD y la Oficina del Patrimonio Cultural.

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