A finales de esa década y principios de los 70, la República Dominicana vivió un período marcado por una intensa actividad musical y un notable descenso en la vida teatral

Durante cuatro trimestres, se llevaron a cabo destacados espectáculos que comenzaron el 19 de enero de 1968 y concluyeron el 15 de diciembre con la interpretación de La Infancia de Cristo, bajo la dirección de García Asensio. La Zona Retro de esta semana rememora la intensidad y el auge del arte y la música en 1968 y los primeros años de la década de 1970, en contraste con la baja afluencia a las presentaciones teatrales de la época.

Auge musical

La Orquesta Sinfónica Nacional se consolidó como el principal indicador de la intensa actividad musical que se desarrolló a partir de 1968, lo que marca el inicio de un periodo destacado en la escena musical.
En este contexto, la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Manuel Simó, ofreció al público un total de 43 presentaciones. Hasta ese momento, en 1968, el récord anual de audiciones había sido de 24, establecido en 1964.

Asimismo, la Sociedad Pro Arte, una entidad cultural privada, organizó 15 espectáculos musicales.
De igual manera, el conjunto de cámara Ars Nova, compuesto por 14 integrantes y dirigido por François Bahuaud, realizó cuatro presentaciones: dos en la ciudad capital, Santo Domingo, y dos más en Santiago de los Caballeros.

Además, la Dirección de Bellas Artes, con el apoyo de diversas embajadas extranjeras, entre ellas las de Brasil, México, Alemania y Estados Unidos, impulsó la realización de conciertos protagonizados por reconocidos solistas y conjuntos internacionales.

Bajo la dirección de José E. del Monte, el Coro Nacional desarrolló una labor notable y constante. Asimismo, se llevó a cabo el primer curso internacional de dirección orquestal en el país, un evento que reunió a más de cien músicos, tanto nacionales como extranjeros.

Grandes espectáculos

A finales de la década de 1960, se destacaron dos importantes espectáculos musicales, en los que participaron la Orquesta Sinfónica, el Coro Nacional y destacados solistas de la época. El primero, titulado Luz y Sonido, se presentó en agosto de 1968, en el majestuoso escenario del Teatro Agua y Luz. El segundo fue la interpretación de La Infancia de Cristo de Berlioz, que marcó la clausura del curso de dirección orquestal y el cierre de las actividades anuales.

Miembros de la diáspora dominicana, que habían alcanzado el éxito en el extranjero, regresaron al país para compartir su arte en diversos conciertos. Entre ellos, el pianista Francisco Aybar, la soprano Teresa Montes de Oca y los tenores Arturo DiRocca y Arístides Incháustegui se presentaron ante un público que se sintió orgulloso de sus logros internacionales.

Además, durante 1968, se estrenó una obra cuya autoría es dominicana: Sunhara, compuesta por Manuel M. Miniño e inspirada en un poema del Dr. Pompilio Brouwer.

Tras un largo período, el Alcázar de Diego Colón retomó su papel como escenario de importantes espectáculos musicales.

El Coro Nacional ofreció un concierto en los Jardines del Alcázar de Colón con motivo de la celebración de la Fiesta de la Hispanidad.

En cuanto al teatro…

El panorama de las actividades dramáticas en la República Dominicana durante 1970 resultó desalentador, se prologó una crisis que se venía gestando desde hacía años y que alcanzó su punto más crítico en 1969. Únicamente dos grupos profesionales presentaron espectáculos: el Teatro de Bellas Artes, como institución oficial, y el Nuevo Teatro, una entidad independiente, cada uno con dos producciones. Ninguna de las obras logró mantenerse en cartelera por varios días, y solo las funciones gratuitas lograron atraer a un público numeroso.

Además, algunos pequeños grupos de aficionados y conjuntos universitarios, sin carácter profesional, contribuyeron modestamente al ya debilitado panorama del arte dramático nacional.

El Teatro de Bellas Artes, dirigido por Luis José Germán, presentó la obra “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett.

Consideraciones

Según la opinión de algunos directores de la época, la crisis teatral se explicaba por diversas razones. Para Luis José Germán, director del Teatro de Bellas Artes, el origen de la crisis radicaba en la falta de planificación, la carencia de preparación y la indiferencia del gobierno hacia las actividades culturales. Por su parte, Máximo Avilés Blonda, poeta, catedrático, dramaturgo, actor y director teatral, reconocía la existencia de la crisis, atribuyéndola principalmente a la “negligencia de los actores”, además de los problemas derivados de la práctica habitual de ofrecer espectáculos teatrales gratuitos.

Por otro lado, Rafael Villalona, basándose en su experiencia, opinaba que la falta de interés del público por el teatro se debía a su desconocimiento de este arte. “Aquellos que se sienten tan orgullosos de lo que lograron en el teatro en la República Dominicana deberían reflexionar sobre lo que dejaron de hacer durante 24 años”, señaló. Villalona, director del grupo independiente Nuevo Teatro, afirmó que la llamada generación de 1946 dio un impulso significativo al teatro, pero luego se acomodaron y no continuaron con su esfuerzo.

El director del Teatro Oficial, Luis José Germán, afirmó que la única manera de superar la inercia en la que se encontraba el teatro en ese momento era a través de la planificación. “La planificación de los montajes es un paso fundamental”, destacó. “Con esta visión, estamos organizando en Bellas Artes nuestra primera gran temporada teatral, que planeamos inaugurar pronto, con la esperanza de mejorar la situación”.

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