Sus dibujos se caracterizan por la presencia de figuras menos exageradas, alargadas y de perfil
Peralta fue un alumno avanzado de la Academia de Rodríguez Urdaneta, a la que asistió entre 1920 y 1923. Publicó en La Opinión y en la revista Bahoruco, en las que se pueden admirar sus caricaturas con factura muy similar a las de Copito Mendoza. Sus dibujos se caracterizan por la presencia de figuras menos exageradas, alargadas y de perfil. El mono, para aprender, tiene que imitar, como hacemos todos.
En una caricatura al Dr. Pastoriza, Peralta dibujó la nariz, labio superior, lentes y una pequeña parte de la cabeza para definir el rostro magistralmente. El cuerpo, que es la principal atracción visual, con los detalles de los accesorios de operación, completa la obra. En otra caricatura de 1930, Peralta hace un perfil de Trujillo con lo mínimo de líneas, obviando detalles que para él no sean definitorios de su figura, la cual logra de manera inequívoca. Ya desde ese entonces él entendió que con el Jefe “no se juega” para no pasar a la lista de los que caían en desgracia y desaparacían. Sobre Manuel Cuevas Rivero, gallero, aparece este escrito sobre el joven Peralta en el Listín Diario del 10 de abril de 1932 y bajo el título de “El Carmelo”: “Si ilustrar una caricatura por Peralta, el más joven de nuestros caricaturistas, que es a la vez un agudo escritor de vanguardia en todos los órdenes del periodismo contemporáneo, no es tarea fácil, del mismo modo resulta cuando se trata de un caricaturado como el presente cuya vida está cuajada de interesantes odiseas y de las cuales no haremos ninguna mención, ya que sería prolijo en relación armónica con la idea exclusiva del cartonista, amante también del deporte…” causa principal de esta breve leyenda, la cual escribimos por amor al arte, y por tratarse de dos amigos incondicionales. Y es que el travieso lápiz de Peralta no puede contenerse en ninguna parte: lo encontramos en el parque, en la Universidad, en las calles, en los cafés, en los centros sociales, y ahora en la gallera de “El Carmelo”, donde sin duda alguna, desfilarán además algunos de estos legionarios, tales como los Mario, los Fello, los Modesto, los Nene, los Arturo ( testigo), los Salvador, etc. Así nos presenta al Campeón de los Gallos, tal como le denominan muchos, seguramente, en mérito de esa dedicación que es para nuestro revelado, delicia favorita y consagración de victoria en los magníficos ejemplares, de bien seleccionadas razas de la gran familia avícola.
El artista perspicaz ha visto surgir al hombre en el redondel de la valla “El Carmelo”, en una de esas justas donde deciden los espolones, las armas temibles que se esgrimen en el alboroto, o en la expectación de una “pelea”, “donde el –voy dos a uno- al canelo”- contra un “cubano” de fama, hace compungir los rostros de los expertos galleros, confundiéndose los gritos con los golpes certeros, hasta terminar el duelo con una puñalada mortal que deja una sensación “de prondundis” en el ambiente enrarecido, que torna la amenidad de los cánticos retadores y cien crestas enrojecidas como gallardetes de combate. (…) Así, pues, casi nos sentimos inspirados a lanzar un rotundo Ki-ki-ri-kí al contemplar la obra del caricaturista, que dentro de la sencillez y naturalidad que demuestran una verdadera originalidad, ha sabido plasmar la risa, -la difícil risa- factor imprescindible del humorismo, así como el parecido matemático…”. Era una época en que El Gallo era considerado como un deporte y de ahí que a las galleras las llamaran “coliseos”. Los gallos, como los toros y otras barbaridades pasarán a la historia, pero no la caricatura.
El gallo era la única diversión de aquella época acompañada de una buena tercia de romo y un paseo “poi la vueita de donde viven laj gallina”. Ese fue el Concho Primo que describió Gimbernard y del que escribimos en una entrega anterior. Por eso el gallo fue elegido por Horacio Vásquez como símbolo de su Partido Nacional y quizás, muchos compadres se sumaron a sus filas, más por el entusiasmo del símbolo machista, que por el mismo compadre candidato. Esa herencia la agarró Balaguer que era más fuerte que cualquier buey garrapatoso que jalara una yunta de arado. Y de nuevo, el símbolo fue más fuerte que el “muñequito de papei” y enganchó a sus caravanas a aquel campesino que seguía siendo trujillista.
Peralta fue prudente y dibujó a la gente como un elogio, no como una crítica.
Del libro “Historia de la Caricatura Dominicana” del José Mercader.
Estilo
Pedro María Peralta fue prudente y dibujó a la gente como un elogio, no como una crítica”