M.A. Gina Esther Díaz
Profesora, Estudios Generales, PUCMM.
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Museo de Arte de Cleveland
Hasta la década de los años 90 del siglo XX, la mayor parte de la población dominicana estaba concentrada en las áreas rurales. Esto influyó para moldear las mentes que sucedieron después. Las madres del campo eran una amalgama entre dolor, dulzura, candidez, fortaleza y resiliencias. Estas cualidades dan como resultado a las heroínas silenciosas. La novela histórica dominicana nos ayuda a conocer mediante sus líneas el comportamiento un tanto ríspido, otro tanto melancólico y otro dulce de las madres del campo.
Para puntualizar hablaré de tres madres en particular de dos novelas de la escritora Ángela Hernández. La primera es Beba de su novela “Mudanza de los sentidos”, madre de la Leona, una niña de 7 años quien narra que su madre tuvo 7 hijos más aparte de ella. Sus características físicas son definidas con la ternura de una niña describiendo a su madre. “Era linda mi mamá”, chiquita con los cabellos anillados, muy negros, muy lucientes. Por eso le llamaban Beba. Su comportamiento era una amalgama entre dulce y recta. Una de las conductas que más se resalta a través de la novela es la perseverancia, pues debía ser fuerte para que sus hijos no se fueran por el mal camino, que era la posibilidad de que las niñas se volvieran “cuero” y los varones “ladrones”. Esta enviudó con menos de 30 años con dos niños y cinco niñas en total siete hijos al inicio de la novela. Luego se casa con Demetrio Alonzo, que se la lleva a Santo Domingo donde tiene otro hijo. En el escenario rural y en el urbano Beba y sus hijos sobrevivían con lo básico.
Por otra parte, está Eleonora, de la novela de “Charamicos” de la misma autora. Es la madre de Trinidad, piedra angular de la vida de esta (Trinidad es el personaje principal de la novela). Es oriunda de Sajoma. Su sustento era su negocio de vender empanadas. Su motivación principal en la vida era cuidar a su hija. “Cuidarme era su vida, yo era su muñeca” (Hernández, 2020, p. 226). Su meta más importante era ver a su hija graduarse de la universidad. Eleonora es descrita como una madre consentidora, que no veía en su hija ningún defecto. En cierta ocasión en que ella es llamada a la escuela en la que estudiaba su hija, antes de ser abordada por la mala conducta de la alumna, ella se desbordó en loas hacia su hija y dijo que nunca en la vida su chiquilla sería capaz de hacer actos que vayan en contra de las buenas costumbres, pues no había dos hijas tan buenas como ella en todo Sajoma.
Eleonora asistía a misa todos los domingos, era sumamente devota de la religión católica y de sus santos, siempre vivía leyendo salmos a su hija con lo que le enseñaba asuntos básicos de la vida como que no hay que dejarse pisotear por ningún hombre y que su único objetivo en la vida debía de ser tener su título en la mano. Fue abandonada por su esposo, el padre de Trinidad, y luego de esto no se volvió a casar y no tuvo más hijos. Eleonora muere en la víspera de que Trinidad fuera a la universidad, a raíz de una afección que no se trató bien en el hospital de Sajoma, pues el doctor infería que los síntomas se debían quizás a problemas del hígado. Su lecho de muerte fue un cuarto de la pensión en donde murió desangrada, pues no logró llegar al hospital de militares de San Isidro.
Otro escenario en la novela de “Charamicos” es el de Guillermina la madre de Ercira, la sureña (otro personaje neurálgico de la novela). Es descrita como una mujer sumisa, dedicada al hogar, a los hijos y al esposo. “Hay madres que nutren a sus crías con su propio cuerpo” (Hernández, 2020, p. 579). Su primer alumbramiento fue cuando tenía diecisiete años. Hubo dos factores relevantes en la vida de Guillermina, el primero fue la aceptación de los actos de violencia de su esposo y el otro la pérdida de hijos, lo que se daba en un entorno hostil y machista en donde ella aceptaba ser sumisa. “Todavía no acabas de entender el porqué del pánico, cuando el puño de Agramonte cae como una manopla sobre tu madre. El pavor la petrifica. La afea… Los demás niños se apelotonan en un rincón. Guillermina aprieta entre pecho y brazo a su última criatura (esa de no más de cinco libras que en una semana morirá de alferecía). Con el brazo libre intenta bloquear al marido” (Hernández, 2020, p.27). La autoconciencia de Guillermina era de culpa, baja autoestima y aceptación de todo lo malo que le había tocado en la vida en donde ella justificaba su resignación al maltrato por sus hijos y porque según ella no merecía nada más que aquello, pues expresaba que no todas nacemos con dicha y que hay que aceptar el maltrato porque es lo que toca.
Así, por tal razón piensa que para ella no hay nada bueno y lo acepta; así lo explica el siguiente fragmento narrado por el padre Amir. “Estaba convencida, muy pronto lo estuvo. Esa felicidad, la del recuerdo, no era para mujeres como ella. Pertenecía a otras alturas. Ese perfume, que anticipado al hombre la envolvía, no era para un olfato habituado al humo de leña, a la boñiga, al vaho de letrina, al sudor de los genitales. Para mujeres como ella estaba el látigo y el hambre. Tras la ojeada lujuriosa, el adueñamiento, la dictadura del ruin. Mujeres como ella eran la serpiente negra cuya cabeza todos querían partir tras consumirla” (Hernández, 2020, p. 27).
Al dimensionar el rol de cada madre mencionada, aunque es una muestra muy pequeña podemos tener inferencias al respecto de lo dura que era la vida en el campo y más para la mujer, por todos los estigmas sociales. Entonces al analizar los comportamientos de muchos dominicanos cuyas madres pasaron una serie de situaciones parecidas a la de los personajes descritos tenemos en parte la respuesta del por qué el dominicano es tan “echao pa´lante”, que busca siempre verles el lado bueno a las situaciones y que se ríe de sus desgracias. Pues construyeron su personalidad con este tipo de madre aguerrida, valiente, hacedoras de oportunidad, que no importaba las crueles circunstancias por las que pasaban, ellas siempre estaban firmes en criar y formar buenos hijos para la sociedad.
Centro estudios caribeños. PUCMM.