La carrera de Yelidá ha navegado entre la actuación, la dirección, la producción y la dramaturgia. La primera faceta que llegó a su vida fue la actuación, pues desde los ocho años, cuando estudiaba en el colegio participó en teatro, lo que la motivó a comenzar a actuar. Más adelante, estuvo en un politécnico durante cuatro años sin hacer teatro, pero cuando salió regresó a este mundo al ingresar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) para estudiar cine. También se inscribió en Bellas Artes para estudiar teatro de manera formal, y a medida que avanzaba en sus estudios, otras facetas como la dirección, producción, dramaturgia y el guión fueron llegando. Pero su primer interés y su carrera principal siempre ha sido la actuación, por ello afirma: “Siempre digo que, antes que todo, soy actriz”.

¿Qué historia te impulsó a fundar YEVA Producciones?
Mientras estudiaba en la UASD y Bellas Artes, conocí a Eva y creamos YEVA Producciones, inspiradas por nuestra maestra Karina Valdez. Me acerqué al feminismo y al activismo afro, lo que me llevó a contar historias desde mi perspectiva. Nuestro enfoque principal es narrar historias de mujeres negras y afrocaribeñas, especialmente en su cotidianidad.

Mirando atrás, desde tus primeros proyectos hasta Sugar Island, ¿qué crees que ha cambiado más en tu forma de ver el arte?
Creo que ha cambiado la forma en que cuento las historias. Antes de Sugar Island, mi enfoque estaba centrado principalmente en narrar experiencias de mujeres del barrio, de mí misma y de lo que conocía directamente. Con el tiempo, descubrí que hay muchas otras historias de mujeres negras y afrodescendientes que también quiero contar. Al acercarme a diferentes comunidades con respeto, pude narrar esas historias desde una perspectiva auténtica. Como mujer negra, sé cómo quiero que se cuente mi historia y cómo me gustaría que se representaran experiencias como la mía. Sugar Island no es mi historia personal, pero al contarla me di cuenta de que hay similitudes entre muchas vivencias afrodescendientes. A partir de ahí, mi interés evolucionó hacia una visión más amplia, buscando puntos de conexión entre diversas historias.

¿Cómo influye tu identidad afrocaribeña en las historias que eliges contar?
Mi identidad afrocaribeña influye enormemente, ya que parte de mi propia experiencia me permite comprender otras realidades. Si no entiendo de dónde vengo, no puedo entender de dónde vienen otras personas. Aunque todos los afrodescendientes compartimos una raíz común, nuestras experiencias no son idénticas. Sin embargo, algo nos conecta, y es desde esa raíz que abordo mis historias. Mi identidad afrocaribeña es la base desde la cual veo el mundo y decido narrarlo.

La identidad afrodescendiente no es monolítica. ¿Cómo manejas la complejidad de estas múltiples capas al representar personajes o dirigir narrativas que exploran estas raíces?
Es un proceso complejo porque, aunque compartimos una raíz común, dentro de la negritud existen privilegios y experiencias muy diversas. Sin embargo, creo que si se aborda desde el respeto, la empatía y la investigación rigurosa, estas múltiples capas pueden representarse con dignidad. Es crucial no caer en la postura de “salvar” a los personajes o asumir una posición de poder sobre las historias que contamos. Se trata de generar preguntas y conversaciones significativas. El cambio no es inmediato, pero las historias pueden contribuir a reflexiones profundas. Para lograrlo, primero necesito mirar hacia adentro, conectar conmigo misma como actriz y artista, y luego acercarme a las experiencias de los demás. La autenticidad y el compromiso con la verdad de cada historia son fundamentales para representar estas identidades con honestidad.

Sugar Island llegó hasta el Festival de Venecia, un escenario que no es habitual para el cine dominicano. ¿Cómo viviste esa experiencia y qué sientes que significó para el cine local?
Me parece súper importante que Sugar Island haya llegado a Venecia y que se hayan abierto puertas para el cine dominicano, que está tomando una gran fuerza. Haber sido tan bien recibidos en un espacio como ese es clave para que los cineastas, actores, directores y guionistas de nuestro país tengamos más oportunidades para que nuestras historias sean vistas. El cine caribeño y latinoamericano tiene mucho que aportar, y festivales internacionales como Venecia ayudan a destacar su valor. A nivel personal, como actriz, fue un privilegio enorme. Es un gran avance en mi carrera y me reafirma que el trabajo constante da frutos.

¿Cómo fue tu proceso para interpretar a Makenya en Sugar Island?
Interpretar a Makenya fue un desafío emocional y personal. Me hizo desnudarme emocionalmente y quitarme muchas capas personales. Makenya es una joven introvertida en ciertos aspectos, con mucho por dentro, pero que no siempre expresa con palabras lo que siente. Fue un proceso intenso. Cuando veo la película, siento que no soy yo, es Makenya. Me entregué completamente a ella, y a través de este personaje, descubrí una fuerza interna, tanto en mi ser como en mi espiritualidad. Esta experiencia también me permitió comprender a muchas otras jóvenes como ella. Makenya no solo respondió preguntas sobre mi niña interior, sino que también ofreció respuestas para muchos que se pueden ver reflejados en su historia.

¿Cuál de las obras que has escrito ha cambiado más tu perspectiva sobre la manera en que cuentas historias?
Creo que los proyectos que más me han cambiado son Simbí y Bondye te Bendiga, que son micro obras muy espirituales. Estas piezas me permitieron adentrarme en un mundo que conocía personalmente, pero verlo desde una distancia me hizo cuestionar nuestra cultura y cómo nos percibimos a nosotros mismos. Sin embargo, Villa Colores ha sido una de las obras que más me ha marcado. Es una representación fiel de mi entorno y de cómo la gente se identifica con personajes que podrían parecer estereotipos, pero que, al ser contados de una forma genuina, se sienten auténticos.

Satisfacción
A través de mi arte, he visto cómo algunas personas se acercan, se identifican y surgen conversaciones importantes”.

Opinión
El cine caribeño y latinoamericano tiene mucho que aportar, y festivales internacionales como Venecia ayudan a destacar su valor”.

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