Testimonios autorizados de intelectuales dominicanos que le conocieron en Chile dan cuenta de la admiración que sentía el poeta Pablo Neruda por el pueblo dominicano, muy especialmente de su poesía, hasta llegar a memorizar poemas de Arturo Pellerano Castro, como el famoso: “Yo quisiera mi vida ser un burro”. Quien ganara el Premio Nobel de Literatura en 1971, soñó con conocer nuestro país, poco después de publicar su Versainograma a Santo Domingo, a propósito de la segunda intervención militar de los Estados Unidos a la República Dominicana, en 1965.

Fue el periódico El Caribe uno de los primeros medios en publicar cómo grupos de la entonces bullanguera y anárquica izquierda dominicana se encargaron de frustrar el sueño del bardo chileno, después de que el entonces rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Andrés María Aybar Nicolás, anunciara su visita en 1968, mientras el presidente Joaquín Balaguer hiciera saber que no tendría ningún inconveniente en la patria de Juan Pablo Duarte.

Tal como recordara recientemente en un artículo Alejandro Paulino Ramos, este diario publicó en su página principal que un grupo conocido como “Pacoredo” llegó a colocar letreros en la UASD donde repudiaba a Neruda “como hombre, como poeta y como revisionista”. Los izquierdistas criticaban en el poeta el vivir en una mansión con gustos burgueses, propagar el amor por la carne, el vino y el dinero, lo que consideraban pilares del “espíritu de la burguesía”.

Razón tuvo el escritor Manuel Mora Serrano para calificar de vergonzosa la actitud de aquella izquierda delirante que obligó a Neruda a suspender el viaje al país que tanto admiraba, hasta el punto de cantarle ante el mundo: “Perdonen si les digo unas locuras/ en esta dulce tarde de febrero/ y si se va mi corazón cantando/hacia Santo Domingo, compañeros”.

Neruda, de cuyo nacimiento se cumplieron este mes 120 años, demostró con su canto que amaba más a Santo Domingo que aquella partida de “gallolocos” que impidieron su llegada, los cuales ni siquiera han tenido la grandeza de disculparse años después.

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