Esta semana el país rindió culto a la memoria del doctor José Francisco Peña Gómez, uno de los dominicanos cuya vida ha sido de mayor motivo para la producción literaria. El líder histórico del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), en su etapa de esplendor, llegó a publicar colecciones de sus vibrantes discursos, mientras periodistas y escritores, dominicanos y extranjeros, producían textos que intentaban describir al hombre político nacido en La Loma del Flaco, Mao, el 6 de marzo de 1937.
Periodistas e investigadores como Leo Reyes, Osvaldo Santana, Carlos Gabriel García, Víctor Salmador, Héctor Bueno y Julio Genaro Campillo Pérez, por solo mencionar algunos, nacionales y extranjeros, se sintieron motivados a crear obras sobre la trayectoria existencial, política, intelectual e histórica del inspirador doctrinario del hoy gobernante Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Orador, poeta, locutor, declamador y político, Peña Gómez murió un 10 de mayo de 1998, a la edad de 61 años. De acuerdo con el historiador Frank Moya Pons, no llegó a ser presidente de la República debido a un fraude colosal cometido en su contra por el gobierno de Joaquín Balaguer en los comicios del 16 de mayo de 1994.
Sectores importantes entienden que el fenecido dirigente debiera ser declarado presidente póstumo, en honor al respaldo que tuvo de las multitudes dominicanas, que no pudieron verlo gobernar el país, por la fuerza de los prejuicios raciales y “la maldad humana”, como dijera en su momento Ramón Alburquerque.
Si viviera en estos momentos, Peña Gómez contaría con 87 años, como muchos de su generación que aún están con nosotros. Lo único que estaría en un mundo que ha tirado por la borda muchos de los valores que dieron sentido a su vida, como la estabilidad de la familia nuclear, la solidaridad, la buena vecindad y el patriotismo.
Pero de seguro que Peña Gómez disfrutaría con ver al PRM, organización que tiene sus ideas como fuente de inspiración, realizando un gobierno ético, decente y transparente, con Luis Abinader a la cabeza. ¡Que nunca muera su ejemplo!