Hemos planteado que la sociedad actual requiere de ensayos que busquen explicar fenómenos que se presentan con frecuencia de vértigo, que dejan confundida a una población cada vez más neurótica, desfasada… La ciencia de las comunicaciones sociales, el periodismo en particular, han tocado la mayor agresión a sus espacios, y dejan desguarnecida a una humanidad que no tiene respuesta ante lo que los teóricos fundamentales en la materia llamaban “exceso de información”.
El exceso de información se concebía pernicioso para la salud mental del ciudadano receptor, obligado a trabajar para sobrevivir en un medio cada vez más exigente y competitivo. Esta semana se ha estado celebrando en Cantón, China, la Quinta Cumbre Mundial de Medios, donde el periodista Michael Mainville, director para Asia-Pacífico de la Agencia Francesa de Prensa, describe los que considera tres grandes retos del ejercicio profesional del periodismo, que resume a la inmensa cantidad de noticias falsas (fake news), el impacto en el cambio de vida que traerá la Inteligencia Artificial (IA) y los riesgos de los periodistas que mueren, resultan heridos y detenidos en la realización de su trabajo.
El colega Mainville plantea la necesidad de “una ofensiva masiva contra la desinformación”, lo que se ve impracticable en una sociedad donde cualquier persona analfabeta, sin ningún criterio ético, se convierte en “influencer” de las redes sociales, con canales de Youtube y otros medios, emitiendo juicios sin rigor, pero con los que alcanza los “like” por los cuales cobra miles de dólares.
Hace falta un ensayo que muestre el peligro de extinción que amenaza al periodismo profesional y a las comunicaciones sociales en general, por la contaminación que representan los autodenominados “comunicadores”, que no respetan las normas establecidas en el ejercicio de una profesión que en un tiempo se consideró un sacerdocio, con funciones de “cuarto poder”, en defensa de la ciudadanía.
La adormecida población desinformada será la mayor perjudicada con la extinción del periodismo profesional. Ojalá estas advertencias no resulten demasiado tardías.