La educación escolar de Ramfis Trujillo no fue mejor que la forma en que lo criaron, la de un niño mimado y endiosado al que nunca enseñaron ni obligaron a estudiar o asumir ningún tipo de responsabilidad. Fue una educación irregular, carente de método y consistencia. Alguna vez le asignaron tutores, asistió brevemente a escuelas privadas, donde dio grandes muestras de indisciplina, incluso estuvo brevemente en el Colegio Luis Muñoz Rivera, hasta que decidió que los maestros fueran a darle clases a domicilio. También el exiliado español José Almoina fue su profesor privado. De él recibiría clases una hora al día en el palacio de gobierno. Se graduaría después con notas brillantes y le sería conferido graciosamente el título de bachiller. Luego ingresaría a la universidad… De sus medalaganarios e informales años de estudios y su breve y también informal estadía en la universidad obtendría un título en docta ignorancia. Se convirtió en un perfecto analfabeto funcional.

Para lo que reveló un talento innato fue para la bellaquería. La bellaquería, el alcohol, las parrandas, las orgías la afición desmedida por las mujeres y la acentuada vocación de matarife. En eso salió al padre y a los tíos. Cuando tenía problemas con una persona la mandaba a suprimir. A veces por puro capricho. Al igual que su padre se dio a conocer públicamente como violador. Cuando una mujer le gustaba, la conquistaba a las buenas o a las malas, la seducía o la violaba.

Ramfis era producto de una crianza complaciente, nadie le negaba nunca nada, podía tener cualquier objeto que se le antojaba y estaba convencido de que podía tener a cualquier mujer que deseara. La bestia pensaba algo parecido cuando estaba de servicio en El Seibo entre 1920 y 1921. Fue en esa época cuando tuvo lugar la intensificación de la lucha contra los llamados gavilleros. Había recibido su nombramiento como segundo teniente de la antinacional Guardia Nacional Dominicana a fines de diciembre de 1918 y al mando de sus tropas se creía dueño del mundo.

La Guardia Nacional Dominicana, fundada por las tropas yanquis de ocupación, tenía, entre otras ocupaciones, la misión de colaborar con las mismas tropas yanquis de ocupación que perseguían en la región este a los llamados gavilleros dominicanos que defendían su territorio con las armas en la mano.

Crassweller dice que la bestia nunca ejerció el mando en ninguna actividad contra los gavilleros y que su rol en la campaña fue mínimo, pero participó en operaciones «especiales» consistentes en la destrucción o quema de bohíos (con los marines al mando) para infundir terror entre los campesinos que apoyaban o se creía que apoyaban a los gavilleros. Ese tipo de iniciativa terrorista era algo rutinario que se hacía por lo menos semanalmente y que tenía efectos contraproducentes porque motivaba a mayor número de hombres y también mujeres a sumarse a la guerrilla.

Las tropelías que tenían lugar iban más allá de lo que podría suponerse. El aislamiento de la zona y el difícil acceso a la misma impedía o dificultaba en grado extremo las labores de contrainsurgencia y al mismo tiempo permitía cometer con impunidad todo tipo de horrores. En las circunstancias adecuadas la bestia podía matar a cualquiera y disponer de cualquier mujer.

Desde el principio, según los reportes oficiales, Trujillo llamó la atención por “la corrección y limpieza de su uniforme y su persona”, su bien templada disciplina”, por ser “extremadamente cuidadoso y correcto”. El mayor Watson, Thomas E. Watson, dijo que lo consideraba como “uno de los mejores oficiales en servicio. Casi todos los reportes hablaban de su eficiencia, y obediencia al servicio de sus amos.

Sin embargo, la bestia demostraría muchas veces que a pesar de la imagen de oficial y caballero que quería proyectar, seguía siendo un abusador, atropellador de mujeres y violador, alguien que persistiría hasta el último día de su vida en su condición de ave rapaz, de gavilán pollero. En una ocasión (una de las ocasiones de que se tiene noticia), abusó brutalmente de una muchacha. Se dice, incluso, que la violó en una iglesia donde había buscado refugio, si acaso no se trata de otro caso. La tropelía desató un escándalo en la región, una indignación mayúscula. El hecho es que Trujillo fue sometido ante una corte marcial en 1920. Las evidencias eran abrumadoras y habrían sido más que suficientes para condenarlo, pero Trujillo era muy valioso para el imperio. Una junta de oficiales norteamericanos se negó a condenarlo.

Ahora bien, según lo que afirma Jose Almoina en su libro «Una satrapía en el Caribe», el bestezuelo no se le quedaba atrás a la bestia en cuanto violador. Son tales las cosas que dice (las cosas por las que lo mataron), que resultan difíciles de digerir. Casos y cosas que sólo podían suceder y sucedían durante la era gloriosa.

El primero de esos casos que cuenta o describe es el de «La colegiala del Sagrado Corazón de Santiago de los Caballeros». Almoina omite, en general, los nombres de las víctimas, no el de los victimarios, como se verá a continuación:

«Ramfis sigue la escuela de los suyos si es que no los supera. Nos referimos a las mujeres. Él nació ya millonario y no le fue preciso robar ni bestias, ni chapitas. Mas rodeado de la más servil adulación, acostumbrado a ordenar y a ser obedecido, ¿qué podía sujetarlo a la hora del escándalo y del desenfreno? A los 15 años tenía su camarilla que le buscaba chiquitas. El Doctor Robiou, su tío, —¡valiente sinvergüenza!— le había separado en el hospital Marión, donde era Director, una habitación para que allí Ramfis pudiera recibirlas y después de reconocidas, deshonrarlas».

Para peor, según lo que dice Almoina, al bestezuelo no le bastaba con un sólo proveedor para satisfacer su apetito sexual:

«Lo mismo Lelé Mieses, que el Moya, son los proveedores del amito, del mimado del Jefe. Se las traen de todos los rincones del país para ser sacrificadas a la ya peligrosa sexualidad del vástago del tirano o que por tal pasa.

»Lo más terrible es que para satisfacer a la bestia, los Trujillo no se detienen ante ningún obstáculo. Si se les antoja una mujer, o cede ésta o sitian por hambre a la familia. Padres, hermanos, cuñados, quedan automáticamente sin empleo. Eso cuando no pasa la cosa a mayores.

»Como a Ramfis se le antojara una hermosa muchacha, interna del Colegio del Sagrado Corazón de Santiago de los Caballeros, regido por Mercedarias españolas, se ordenó que fueran a buscarla.

»Las monjas, al fin extranjeras, se negaron a acatar semejante arbitraria orden. Pero Ramfis quería poseer a la bella joven e insistió.

»Nuevamente las monjas exigieron, para entregar a la educanda, el permiso de su padre. Entonces se buscó a éste y como no quisiera ceder, se le encarceló, apaleó espantablemente, se le arruinó, y… finalmente la muchacha fue arrancada del colegio y entregada al hijo… del Sátrapa». (1)
(Historia criminal del trujillato [157])

Bibliografía: Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator”
Nota:
(1) José Almoina, «Una satrapía en el Caribe», pgs. 29, 30.

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