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El 5 de enero de 1946, República Dominicana perdió a uno de sus más grandes artistas, Eduardo Brito, cuyo verdadero nombre era Eleuterio Brito Aragonés, falleció en el manicomio de Nigua, San Cristóbal. A pesar de sus triunfos en los escenarios más prestigiosos de América y Europa, su vida terminó en el aislamiento, víctima de una enfermedad que marcó sus últimos días.
Tres datos sobre sobre Eduardo Brito
- Fue apodado “El barítono de América” debido a su alcance vocal y su capacidad para emocionar a diversas audiencias.
- Su interpretación de piezas clásicas y populares lo convirtió en un ícono cultural dentro y fuera de República Dominicana.
- Aunque nació con el nombre de Eleuterio, adoptó el apellido Brito, según algunas versiones, como homenaje a su padre.
Los orígenes humildes de un gigante musical
Nacido el 21 de febrero de 1905 en Nava, Puerto Plata, Eduardo Brito creció en una familia de recursos modestos. Fue bautizado como Eleuterio Aragonés, hijo natural de Liboria Aragonés y Julián Álvarez. Desde joven, mostró un talento natural para el canto, lo que más tarde lo llevaría a convertirse en el máximo representante de la música lírica dominicana.
A finales de la década de 1920, Brito dio sus primeros pasos hacia la fama, apoyado por el maestro Julio Alberto Hernández. En 1927, su interpretación en un banquete en honor al doctor José Dolores Alfonseca lo catapultó al reconocimiento público. El periódico Listín Diario destacaba su actuación como “una verdadera revelación”, consolidando su lugar en la escena musical del país.
Momentos de gloria en escenarios internacionales
La voz única de Eduardo Brito resonó en teatros de renombre en Nueva York, Madrid, Barcelona y La Habana, entre otros. Durante más de una década, su talento fue aclamado por críticos y público por igual, llevando la música dominicana a los rincones más inesperados del mundo. Brito no solo cantó; también representó la riqueza cultural de su país con cada presentación.
En 1928, contrajo matrimonio con la vedette Rosa Elena Bobadilla, quien lo acompañó en muchos de sus éxitos artísticos. Juntos formaron una de las parejas más admiradas del ámbito musical de la época.
Una tragedia anunciada
Sin embargo, detrás de la figura pública, Brito luchaba con problemas de salud mental derivados de la sífilis, una enfermedad para la cual no había tratamiento adecuado en el país durante esos años. En sus últimos días, vivió episodios de crisis y fue internado en el manicomio de Nigua, donde falleció a los 40 años.
¿De qué murió Eduardo Brito?
Eduardo Brito, el mejor barítono dominicano de todos los tiempos, murió solo y olvidado en una celda del manicomio de Nigua. Hay una anécdota que da cuenta de que cuando uno de los empleados descubrió el cadáver exclamó: “ya murió ese locazo”.
Eduardo Brito enfermó de la mente a consecuencia de sufrir de una sífilis que arruinó su vida. Con frecuencia hacía crisis en el manicomio. En 1946 en la República Dominicana no había capacidad médica para enfrentar una enfermedad como la que sufría el artista.
Reconocimientos póstumos y su lugar en la historia
A pesar de las circunstancias de su muerte, el legado de Eduardo Brito sigue vivo. Su contribución al arte dominicano fue reconocida de manera póstuma, y su nombre hoy adorna el Teatro Nacional Eduardo Brito, uno de los principales escenarios culturales del país. Su vida y obra son un testimonio del poder transformador del arte, incluso frente a la adversidad.
“Las rosas que dejaste perfumadas…”
Al reseñar la muerte de Eduardo Brito, el periódico La Nación del 8 de enero de 1946 escribió:
“La parca inexorable acaba de tronchar la vida de uno de sus más genuinos representantes: Eduardo Brito.
“El querido compatriota que ha muerto se encontraba paseando nuestra música por los escenarios de las capitales más populares del mundo desde el misterioso Amazonas hasta el legendario y poético Rin, acaba de desaparecer para siempre.
“Su muerte inesperada ha llenado de consternación a millares de hogares, no solamente en esta su patria nativa, sino en todos aquellos países donde el artista convivió.
“Y es que además de admirable, actor y exquisito cantante, cuya voz alcanzó los aplausos más nutridos de las multitudes, Eduardo Brito fue el amigo que siempre estuvo para todos una palmada de afecto y una sonrisa de sinceridad.
¡Descansas en paz, querido compatriota! Que los que ayer llenos de entusiasmo y orgullo te aplaudimos con fervor, hoy lleno de tristeza te dedicamos una lágrima fraterna de dolor, como un holocausto a tu venerado recuerdo y a tu sinceridad bien reconocida.
“Y mientras tu duerme en el mundo de los justos, aquí en esta Quisqueya amada llenaremos de crespón las rosas que dejaste perfumadas en la intimidad de tus recuerdos”.