La genialidad de Tovar con su obra “La chaise adulte” reside en su capacidad para transformar un simple objeto cotidiano como la silla en un símbolo vívido de erotismo y conexión humana. A través de esta pieza, capturó la intimidad de la interacción entre lo femenino y lo antropomorfo. Con un lenguaje visual audaz y una perspectiva única, Tovar convirtió lo ordinario en extraordinario, haciendo que cada curva y ángulo de la silla cobrara vida con la sensualidad y el magnetismo de su experiencia.
La silla, como objeto en el arte, se ha convertido en un símbolo cargado de significados. Desde los primeros días del movimiento surrealista, ha sido un elemento recurrente en las producciones de artistas como Salvador Dalí, René Magritte, Max Ernst y Wifredo Lam. Estos artistas utilizaron la silla para explorar el potencial simbólico del objeto, al representar aspectos de la psique humana, la dualidad de la realidad y el inconsciente.
En este contexto, la obra de Tovar, específicamente, su silla al óleo de 1969, se presenta como un trono donde lo bestial y lo femenino se entremezclan, y crean una tensión visual entre fuerza y delicadeza. Se trata de una puesta en escena donde el objeto central sobresale entre mosaicos de color rojo y azul con un fondo decorado con cortinas, a modo de telón teatral, que otorga a la composición una cualidad onírica y, a la vez, perturbadora.
La contribución de Tovar al surrealismo va más allá de su habilidad técnica; se fundamenta en su profunda conexión con los impulsos creativos y los principios conceptuales que definen este movimiento artístico y revolucionario.
A cien años del primer Manifiesto Surrealista (1924), la Fundación Iván Tovar exhibe La chaise adulte en Times Square de la ciudad de Nueva York, invitando a una audiencia masiva a reflexionar sobre la obra de Tovar. La pieza se erige como un símbolo del surrealismo y su continuidad, promoviendo un lenguaje artístico dinámico y provocativo que ha logrado superar las barreras del tiempo.