Introducción
Me parece interesante y de mucho valor, difundir los cinco siguientes textos, redactadas por el padre Wilfredo Martínez, sacerdote de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros y comunicador desde joven, sobre todo a través de la radio.
Los cinco textos, a los que me refiero, están centrados en:
1-La Navidad. Teniendo una pintura de la Virgen María, San José y el Niño, que equivale a una página de la Biblia, dicha en colores e imágenes, no en palabras.
2-La Cuaresma. La imagen que trae es la de Jesús crucificado. También para meditar junto al texto escrito.
3-La crucifixión. Este texto complementa el anterior.
4-La Resurrección. Texto acompañado de una imagen de Cristo Resucitado y su aparición a María Magdalena.
5-La Eucaristía. Este texto nos viene a decir que el Niño nacido en Belén, presente en Cuaresma, crucificado y resucitado, está ahora presente en la Eucaristía, donde lo podemos adorar y comulgar.
Helos aquí, los cinco:
1-¿La navidad, quién te la dio?
Gratos recuerdos provoca la navidad, vivencias de la infancia retomadas del pasado. Hay quien le entristece no por lo que significa, sino por una vivida amarga realidad que cuando se asoma enturbia su existencialidad.
La grandeza de la navidad debe conquistar en todos nuestra adhesión al infinito amor de Dios, pues nos regaló el misterio de la encarnación. El Hijo de Dios, por voluntad del Padre se hizo carne gracias al Espíritu Santo en el seno virginal de María; ella no es el centro del misterio de la redención de Cristo, pero es la única que quiso Dios que participara del centro de tan gran misterio de la redención por la encarnación.
La navidad evoca encuentros familiares, maravillosas experiencias que Dios nos da. Regalos, comidas y risas se intercambian con amigos y seres queridos. Memorias entremezcladas con agradables sentimientos, no necesariamente responden al significado correcto de este tiempo. A pesar de su divinidad se hizo niño; es admirable la humildad que asumió y el hogar que escogió. La fragilidad que mostró, todo poder venció, haciendo de lo pequeño lo grande, del pecador la salvación por la conversión, del que se humilla ensalzado, de lo débil lo fuerte, del que sufre por él la gloria, pues, quien es fiel a él bendecido será en el reino celestial. Al asumir nuestra naturaleza la elevó. ¡Qué amor tan insondable nos ha expresado el Creador y Redentor! ¡Viva el Enmanuel que llegó y nos salvó! ¡Viva la Madre de Dios que dijo “si” y perseveró! ¡Viva San José que padre y esposo supo ser!
2-Cristo, mi salvador
Ciertamente, el pecado de Adán y Eva alteró los planes de Dios, quien únicamente deseaba que disfrutaran su creación. Su intención y proceder fue solamente por amor. Pero esto no se asimiló y en pecado la humanidad cayó. Por amor, se vio obligado Dios a redefinir su plan, no nos dejó abandonado en la amargura de nuestros pecados, trazó un camino de salvación formando a su propio pueblo.
Serían ellos fieles adoradores del Dios único y verdadero.
El primer plan comenzó con un matrimonio, el segundo con otro; Sara y Abraham sí fueron fieles, igualmente Isabel y Zacarías, así como san José y la Virgen María.
Cristo nació, pero desde la eternidad ya existió; no creado, sí engendrado, de igual naturaleza al Padre, que con el Espíritu Santo es un solo Dios en tres Divinas Personas.
Y el insondable misterio se nos reveló, por el Espíritu Santo el Hijo de Dios se encarnó en el seno virginal de María. Así lo quiso Dios, de esta forma la honró y nadie puede decir que se equivocó, y nosotros, cumpliendo la profecía la llamamos Altagracia a la Virgen María. Desapercibida pasó la que Dios creó, inmaculada desde su concepción, todo en atención a la gracia de ser la Madre de Dios.
Entre nosotros creció el Enmanuel, desconocido hasta entonces para Israel; carpintero, oficio que aprendió de San José.
A los 30 años quiso ser bautizado en el Jordán y presentado por el profeta Juan el Bautista, se puso de manifiesto el misterio de la Trinidad, Dios padre lo presentó, el Espíritu Santo se posó, para luego ser tentado en el desierto por el diablo, pero no cedió.
Después de una noche en oración, doce apóstoles eligió e inició el nuevo pueblo de Dios, a quien formó y luego envió.
Con sabiduría divina siempre habló y obró, razón por la que señaló a quienes no le creían que por lo menos en los signos que él realizaba se fijaran.
En un primer momento mucha gente lo siguió, distintos motivos tenían, unos por fe en él, otros por un milagro también; hay quienes le escuchaban y preguntaban, no porque le admiraban, más bien porque le rechazaban. Al fin y al cabo, inquietudes despertaba, pues sus hechos y palabras testificaban las profecías anunciadas.
Después de tres años de signos y enseñanzas llegó la pasión. ¡Qué precio pagó!
¡Cuánto sufrió! A pesar de ser Dios, se humilló y por todos, sin excepción, murió.
Cargó con nuestros pecados el Cordero Inmaculado, en el altar de la cruz quiso ser presentado para evidenciarnos cuánto amor nos ha dado.
3-Contemplando tu cruz Señor
Tu dolor conmueve nuestro interior, inquietándolo de tal manera que nos hace sentir culpable por nuestros pecados. Sabernos que también te hemos causado lágrimas y tristeza, es por eso que acudimos a tu amor, pues él es la esperanza de nuestra salvación.
Es tu dolor de ayer y hoy el que nos cuestiona y nos toca hondamente, causado por nuestros hechos despreciables. ¡Qué poca conciencia hemos tomado, que a pesar del tiempo transcurrido de aquel acontecimiento, seguimos actuando como si nada hubiera pasado! Señor, vergüenza sentimos al decir: ¡Qué poco te valoramos Señor!
Mi cruz y la de todos las convertiste en tu cruz, nadie te obligó, fue por puro amor; cargaste con nuestro peso, ese precio asumiste para librarnos de la condena del pecado.
¡Oh Dios amado, ten piedad por nuestra terquedad, no te fijes en nuestras flaquezas, danos tu Santo Espíritu, que El nos transforme en hijos que honren tu santo nombre!
Quedarnos en la cruz sin la resurrección nos reduce al mero lamento de aquel hecho. Quedarnos hoy solo en la cruz, corremos el riesgo de contemplar únicamente las perfecciones de las expresiones plásticas del arte, sin que su contenido nos trascienda. Quedarnos solo en la cruz, nos empobrece para descubrir tan especial y único amor jamás manifestado.
La crucifixión es mas que un hecho histórico, es un acto imponente e imperante de amor, que evidenció lo que significamos para Dios. Si nos dejamos interpelar por el misterio de la crucifixión nos salvaremos.
Ojalá que el suplicio de tu pasión nos conquiste para ti y para siempre; aunque eso no iguala el hecho, esa es la respuesta que espera; tu bondad no nos exige más allá que nuestra fidelidad.
Tu cruz debe ser nuestra cruz si queremos que tú amor, más que palabras y sentimientos, obre como simiente de esperanza en el mundo de hoy.
4-¡Cuánto nos ama Dios, la resurrección!
Al tercer día resucitó, cumpliendo con su promesa el Salvador. La resurrección dio un nuevo significado a la vida del cristiano, de lo contrario, ¿qué sentido tendría nuestra existencia? Vana fuera nuestra fe si Jesús no hubiera resucitado. Quedaron vencidos el pecado y la muerte, la luz triunfó sobre la oscuridad y la gracia nos fue dada como verdadera libertad.
La resurrección es un grandísimo regalo de Dios, exige una respuesta, no es válida la indiferencia; dichosos somos los que la hemos acogido y cuando permitimos que esa fe se traduzca en obras de misericordia, entonces vivimos como ciudadanos del infinito.
La conversión y la fidelidad al mandamiento del amor de Cristo es la respuesta que espera el Señor para nuestra salvación.
Nuevamente nos regala Dios una nueva vida, qué gran ocasión tenemos para vivir acorde a su amor. Resucitó y ascendió pero antes nos encargó su misión.
5-La eucaristía, presencia real para adorar y comulgar
Señor, ayúdanos a amarte mucho más, sin reserva, tú que has hecho todo para que así sea, rompe nuestra dureza de corazón. Que un filón de tu luz divina traspase y transforme ya nuestro ser, que nuestra espera no te haga sufrir más al dilatar nuestra respuesta de entrega total.
¡Oh Dios, que te haces tan pequeño para mostrarnos tu grandeza en la Eucaristía, que aprendamos de ti los secretos de tu reino al que pertenecemos!
¡Qué privilegio tenemos al poder contar con tu presencia real y actual de tu divinidad, Pan celestial para nuestra eternidad que debemos adorar y comulgar!
Que tengamos presente, que el Sagrario, más que una memoria de tu divinidad, es un regalo inconmensurable de tu presencia en la humanidad, como fuente inagotable de santidad y bondad. El Sagrario, es el llamado claro y fuerte que las banalidades de la vida buscan ocultar y ahogar. Pero, cuando se le hace caso experimentamos el gran milagro de encontrarte; descubrimos que eres real, poderoso, remanso de paz, fuente de esperanza y que nos haces capaces de vencer toda expresión-del mal.
!La visita al Sagrario, cuánto bien le hace a la humanidad; !Ojalá que busquemos también comulgar con dignidad
La Eucaristía nos alimenta y nos ayuda a perseverar.
Conclusión
CERTIFICO que los cinco textos anteriores son citas literales del padre Wilfredo Martínez.
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los veinte (20) días del mes de julio del año del Señor dos mil veintitrés (2023). l