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Introducción
¡Cuántas “realidades” o dimensiones conforman la realidad humana, la cual siendo única es múltiple y plural! Una de esas realidades o dimensiones es “la fiesta”. Más aún, se puede decir que el ser humano nace con el sentido de fiesta inserto en su propia naturaleza. Un gen o genes han de marcar la orientación festiva de cada hombre o mujer, de cada raza, de toda la humanidad. En el presente trabajo no pretendemos, ni mucho menos, dar una visión exhaustiva de la fiesta. Queremos simplemente ofrecer algunos puntos para valorarla, destacar su importancia, mostrar su necesidad y aportar luces para la reflexión y práctica adecuada de la misma.

I- Acepciones del Diccionario de la Real Academia
He aquí las definiciones que ofrece la Real Academia de la Lengua Española del vocablo “fiesta”:

  1. “Día en que se celebra alguna solemnidad nacional, y en el que están cerradas las oficinas y otros establecimientos públicos”.
  2. “Día que la Iglesia celebra con mayor solemnidad que otros”.
  3. “Solemnidad con que se celebra la memoria de un santo”.
  4. “Diversión o regocijo”.
  5. “Regocijo dispuesto para que el pueblo se recree”.
  6. “Reunión de gente para celebrar algún suceso, o simplemente para divertirse”.
  7. “Agasajo, caricia u obsequio que se hace para ganar la voluntad de alguien, como expresión de cariño”.
  8. “Chanza, broma”.
  9. “Vacaciones que se guardan en la fiesta de Pascua y otras solemnidades”.

    II-Sinónimos, excesos y contrarios de fiesta

    Las palabras sinónimas ayudan mucho a la comprensión de un término y de la realidad que identifica. Más aún: ellas se tornan componentes del significado de esa misma palabra, nos muestran detalles de ella y nos dan pistas para profundizar su significado.

    Así, son sinónimos de “fiesta” y hacen parte de ella, de alguna manera, estos quince términos y sus contenidos: vacación, descanso, festejo, festividad, festivo, festín, celebración, convite, velada, juerga, verbena, espectáculo, “can”, entretenimiento, distracción.

    A ellos se pueden agregar, como integrantes de la fiesta, estos otros siete: regocijo, diversión, recreación, placer, alegría, gozo, buen humor.

    Excesos de la fiesta son: comilona, orgía, jolgorio, bacanal, borrachera. Todas ellas dejan en las personas y en los grupos: resacas negativas, desazón, malestar y cierta amargura.

    Contrarios a la fiesta son: el aburrimiento, el hastío, el tedio, la apatía.

    III- Derivados de fiesta
    Hay una serie de voces muy ligadas a fiesta por su origen etimológico, que señalan algún aspecto o detalle que al mismo tiempo diferencia o enriquece. Son ellas: festín, festejo, festividad. Leemos, al respecto, en Roque Barcia, Sinónimos Castellanos, en el artículo “fiesta”:

    “Todas estas voces vienen de Vesta, diosa del fuego sagrado, y todas significan regocijo, júbilo, alabanza; pero se distinguen en que cada una expresa relaciones diferentes.

    Día de fiesta es aquel en que el pueblo no trabaja, en que asiste al templo y a espectáculos recreativos. La fiesta es una vacación, un descanso, un jubileo social. Sentado esto, nada más fácil que atribuir a las palabras del artículo su sentido propio.

    La fiesta es alegre.
    El festín, espléndido.
    El festejo, obsequioso.
    La festividad, religiosa.
    La fiesta equivale a regodeo.
    El festín, a banquete.
    El festejo, a galantería.
    La festividad, a solemnidad o ceremonia”.

    IV- Las edades y la fiesta
    a) El niño vive la fiesta, es festivo y crea fiesta a su alrededor. La tristeza del niño triste es hechura de los adultos, del ambiente, de las circunstancias que le rodean.

    b) El joven es fiesta y alegría por definición. Las familias, las comunidades y los grupos, necesitan la música de los jóvenes. Donde ellos faltan, hay aburrimiento. Sin embargo, nuestro mundo actual, deslumbrado por el mercado y el dinero, comercializa el sentido innato de la fiesta de los jóvenes, lo manipula, hace de él un gran negocio y lo lleva a desviaciones y excesos, que justifica diciendo: “Eso es lo moderno”, “los jóvenes de hoy son así”. Educar a los jóvenes para la fiesta se hace hoy por hoy una tarea cuesta arriba para las familias y para las diferentes instituciones educativas. La influencia de una sociedad mercantil con sus poderosos medios de comunicación pesa mucho.

    c) El adulto pudo amargar su existencia en los años de la niñez o en su juventud, guardando en su corazón odios y rencores, que o le quitan el sabor de fiesta o se lo desvían. Sin embargo, permanece siempre en el fondo de él el niño festivo o el joven alegre, que puede reavivar en cualquier momento, curando sus traumas. El adulto no amargado, en cambio, cultiva el sentido de fiesta y sabe integrarlo en su vida de manera madura y equilibrada, junto a sus deberes familiares, profesionales y sociales. Disfruta su existencia.

    d) El anciano será aburrido, resabioso, quejumbroso, si no se preparó para la vejez, si equipara la alegría del anciano a la alegría del joven, si considera que para la fiesta hay que tener las energías juveniles. No hay nada más hermoso y más beneficioso para una familia y una comunidad que una persona mayor con sentido de fiesta, acorde con sus años. Es signo de su sabiduría.

    V- Los dominicanos y la fiesta
    Uno de los valores reconocidos tradicionalmente en el pueblo dominicano es su talante festivo. El sentido de fiesta está “en su sangre”, en su alma, en su cultura. Aunque “se esté tragando un cable” o “llevándoselo quien lo trajo”, busca la manera de celebrar, de hacer fiesta.

    Cuento una anécdota: la primera vez que estuve en Puebla, Méjico, hace más de treinta años, visité la Universidad estatal. Cuando me presenté como dominicano, un estudiante me dijo: “¿Es usted dominicano? Tenemos un grupo de estudiantes de República Dominicana entre nosotros. Nos encantan los dominicanos, porque siempre están de fiesta: cuando no tienen un motivo, inventan uno. Ahora han ido de vacaciones. Estamos deseosos de que vuelvan pronto. Nos hace falta su alegría”. Luego, a lo largo de los años, he oído esas mismas palabras u otras parecidas, muchas veces, en labios de extranjeros, dentro y fuera del país.

    Junto al sentido de acogida, el sentido de la fiesta del dominicano ha sido un capital humano decisivo para el afianzamiento de la industria del turismo en el país.

    No se puede negar, sin embargo, que el sentido de fiesta de los dominicanos está amenazado hoy: la violencia que le rodea crea recelos y entristece; la civilización del mercado busca sólo producir dinero y no le importa la fiesta; así, al no respetar los días festivos de los pueblos, éstos van quitando poco a poco el puesto que tiene la fiesta en su vida familiar y colectiva; la cultura del consumo, con sus agregados de competencia y de ansias no satisfechas, van amargando lentamente a individuos y grupos.

    La pobreza, estrecheces de la vida y los problemas nacionales o locales, grandes o pequeños, no arrancaron el sentido de fiesta del alma dominicana, sin embargo, la creciente brecha entre ricos y pobres y el afán de lucro desmedido pueden apagarlo e, incluso, pervertirlo.

    VI- El cristianismo y la fiesta
    Es fácilmente demostrable que el sentido de fiesta es parte esencial del cristianismo y que éste lo hereda del judaísmo.

    La vida del pueblo judío, como la vida de la Iglesia, gira alrededor de festividades, y la fiesta central de ambos es la Pascua. El cristianismo y los pueblos de cultura cristiana, por otra parte, han dado gran importancia celebrativa a la Navidad.

    Es innegable, igualmente, la influencia judeocristiana en el sentido de la fiesta en la cultura de los pueblos latinoamericanos.

    En estos hay que destacar, aparte de la celebración pascual y navideña, las fiestas patronales, que son de corte nacional o local. Estas celebraciones masivas juegan un papel decisivo en la conformación y unificación de nuestros pueblos. Ellas tienen, pues, además de su función religiosa, un papel de cohesión social y comunitaria.

    Con frecuencia se piensa que “la Iglesia prohíbe la fiesta”. Es todo lo contrario. Tal vez esto se deba, como acontece en otras acciones de la Iglesia, a que ella enseña también sobre los excesos y desviaciones posibles en la fiesta. Así el baile, por ejemplo, es considerado por los cristianos como bueno y válido, desde todos los puntos de vista, humano y religioso. Sin embargo, no a todo baile se le puede poner la etiqueta de legítimo, humana y cristianamente hablando. Hay creaciones bailables, que para un humanista cristiano, son degeneraciones o corrupciones del sentido de la fiesta. Las objeciones puestas a un determinado baile o acción considerada festiva no significan una prohibición, de ninguna manera, ni al baile ni a la fiesta en general.

    Hay que reconocer, sin embargo, que hay grupos religiosos desprendidos del cristianismo, que han puesto el acento de manera extrema sobre el trabajo, la austeridad y la penitencia. Con ello han llevado a sus fieles a la pérdida del sentido de fiesta y éstos, cuando dejan dichos grupos, no saben cómo fiestar, cayendo en desviaciones y excesos. Ciertamente, la Iglesia valora el trabajo, la austeridad y la penitencia, pero la fiesta también.

    Los católicos, como cristianos, tienen por ambiente y formación, sentido de fiesta. Si lo pierden, han perdido uno de sus valores, humano y cristiano; y si lo desvían o corrompen, son conscientes de que no lo están haciendo bien. Por eso, tienen la capacidad de corregirse y de volver a la fiesta “como Dios manda”.

Conclusión
CERTIFICO que cuanto he visto, oído y aprendido en mis años de existencia me enseña que el sentido de la fiesta es parte esencial de la vida humana.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los cinco (5) días del mes de diciembre del año del Señor dos mil veinticuatro (2024).

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