“Con su húmeda espada reluciente
–caballero de niebla y de rocío–,
camino que camina pasa el río
solitario, desnudo, transparente”.
FRANKLIN MIESES BURGOS
“Oh mar, maligna mar de olas espumosas,
¿Dónde están nuestros maridos?
¿Dónde nuestros amados?”
ACHULE MILLIEN
(Cantos populares de Grecia y de Serbia)
“La del río, ¡qué blanda!
Pero qué dura es ésta:
¡La que cae de los párpados
es un agua que piensa!”.
MANUEL DEL CABRAL
I
El hombre, como Edipo ante la Esfinge, ha mirado los ojos del agua para responder a cada enigma, a cada desafío; convencido de que, al no acertar, su destino sería la muerte.
En Grecia, el agua es el espejo de Narciso; en la China, el paradigma del íntimo sosiego. Del jardín a la catástrofe, de la gota que instila el rocío al huracán despiadado, de la eclosión de la vida al furor de la agonía.
Diamante líquido que hace posible la existencia y el azote de las Furias. Convivir con el agua es siempre la resolución de un arcano.
II
“El 97% de las aguas del planeta son saladas. Del 3% restante (procedente de los hielos, los lagos y la lluvia) dos terceras partes se hallan en Groenlandia y en el Antártico o flotan en forma de icebergs.
La distribución del agua potable es cada vez más desigual. Menos de diez países se reparten el 60% de los recursos del mundo (en orden decreciente): Brasil, Rusia, China, Canadá, Indonesia y Estados Unidos. Un tercio de la humanidad, en ochenta países, sufre escasez de agua. Mil doscientos millones de personas no disponen de un mínimo de agua para la supervivencia.
Hoy en día, la agricultura utiliza dos tercios del agua potable. El uso industrial y doméstico del agua aumentará a un ritmo diez veces mayor que el de la población. La demanda de agua se duplicará cada veinte años”. (Jaques ATTALI, Diccionario del siglo XXI).
III
Con los qanats arranca un conocimiento milenario, amalgama de minería y agricultura, que permitió construir ciudades y crear terrenos cultivables en los lugares más áridos del planeta. Sus creadores (zahoríes, magos o ingenieros), envueltos por un nimbo chamánico, consiguen llegar hasta lo más hondo de la tierra. Cavan túneles verticales para alcanzar profundidades que superan los cincuenta metros. En el fondo de esos agujeros, una serie de galerías horizontales conducirá lentamente las aguas filtradas por las montañas hasta las llanuras.
Donde brota el qanat se erigen la ciudad y los campos de cultivo. La mítica Nínive de los persas creció a la orilla de un qanat. Con esta pericia arcaica nacen los oasis en los desiertos. Su empleo aún sobrevive en países como Irán.
IV
“Por la afirmación libre y espontánea de más de doscientas personas se ha declarado que dos hombres, condenados al fuego como brujos, se reunían en ciertos días a la orilla de un estanque o de un río y que allí, armados de un bastoncillo que habían recibido del demonio, golpeaban el agua con fuerza hasta que se levantaran de ella abundantes vapores, que se los llevaban por los aires; luego, habiendo cumplido sus artificios, volvían a la tierra en medio de torrentes de granizo”. (Nicolás REMI, Demonolatría).
V
Es otra, incomparable, la relación de los romanos con el agua. Su principal objetivo era la construcción de grandes infraestructuras para abastecer las ciudades de imperio. Roma levantaba una ciudad donde la estrategia de expansión territorial lo reclamara. Y mediante obras monumentales conducían el agua hasta aquel lugar, en un procedimiento totalmente opuesto al del qanat.
Los romanos fueron los grandes ingenieros de la Antigüedad. Con pragmatismo, pulieron los conocimientos de hidráulica de los pueblos conquistados. El Acueducto de Segovia, el Pont du Gard o el Puente de Adriano sobre el Tíber demuestran una audaz y refinada inteligencia, sólo igualada muchos siglos después en Europa.
Pero el agua, en Roma, fue también esencial para el ocio de las masas. Los romanos crearon las termas, grandes baños públicos que cualquier ciudadano del imperio tenía derecho a disfrutar. Los sucesivos emperadores competían para ofrecer a la plebe los templos, los foros y los espectáculos más grandiosos. Las termas fueron de gran utilidad para mantener a la peligrosa y frívola ciudadanía romana lo suficientemente distraída como para evitar disturbios. Edificios inmensos donde la gente socializaba, disfrutando del agua. Piscinas frías, templadas y calientes, entre columnas, bóvedas y revestimientos de mármol dignos del palacio de un emperador. Los baños construidos por Diocleciano y Caracalla han pasado a la historia por su munificencia.
VI
“Nunca había retrocedido ante un mal tiempo; eso ocurría porque era poco sensible a la contradicción. No la toleraba del océano como no la toleraba de nadie. Suponía que debía ser obedecido; tanto peor para el mar si se resistía; era necesario que tomara partido. Mess Lethierry no cedía. Una ola que se encabritaba no lo detenía, como no lo detenía un vecino que discutía”. (Víctor HUGO, Trabajadores del Mar).
VII
Los aztecas (o mexicas) vivieron una singular aventura con las aguas. Su ciudad más importante, Tenochtitlan, fue instalada en medio de un espacio lacustre. Con perspicacia lograron hacer de las salobres lagunas circundantes un territorio sólido y cultivable. Para ello recurrieron a un ingenioso sistema tomado de la agricultura: las chinampas. Construían unas plataformas cuadradas con la vegetación del lugar y las cubrían con fango del fondo. Cuando era ya suficiente la cantidad de tierra, las trasladaban a su emplazamiento definitivo. Como la gran laguna en que se establecieron era poco profunda, anclaban cada chinampa con estacas y árboles en sus bordes. Así nació un paisaje flotante de huertas cuadradas, un tablero recorrido por canales que se cruzaban en ángulo recto.
Con el tiempo, las capas de fango se acumularon y lo que era una plataforma creó raíces y volviose tierra firme. Sobre esa tierra conquistada al agua construyeron una ciudad de cal y canto, con pirámides, templos y palacios.
VIII
“Al ritmo actual, todas las aguas de superficie se consumirán hacia el 2100. Se librarán batallas sangrientas y habrá guerras por el control de los ríos. Estallarán conflictos entre los países ribereños de la cuenca del Jordán, compartido por cinco países, del Danubio, por quince y, quizá incluso, entre los siete Estados americanos de las riberas del Colorado.
Para economizar agua se aumentará globalmente su precio […] Después, cuando el precio del agua sea ya muy elevado, se desalará el agua del mar, se construirá un dique que cierre el mar Báltico para almacenar en él agua potable y se remolcarán icebergs del Antártico hasta Australia, el Oriente Medio y Asia Central”. (Jaques ATTALI, op. cit.).
IX
“Dice Balzac que hay “misterios encerrados en toda palabra humana”. Pero el verdadero misterio no está necesariamente en los orígenes, en las raíces, en las formas antiguas. . . Existen palabras que están en plena floración, en plena vida, palabras que el pasado no ha perfeccionado, palabras tan hermosas como jamás los antiguos conocieron, palabras que son las joyas misteriosas de una lengua. La palabra riviére, en francés, es una de éstas. Es un fenómeno incomunicable a las demás lenguas. Pensemos fonéticamente en la brutalidad sonora de la palabra river en inglés. Comprenderemos que la palabra riviére es el más francés de todos los términos. Es una palabra hecha con la imagen visual de la rive inmóvil y que sin embargo no termina de correr…”. (Gastón BACHELARD, El agua y los sueños).