A partir de este tema arranca la verdadera historia del jazz latino, de las manos del tumbador cubano Chano Pozo, muerto a tiros el 3 de diciembre de 1948 en un bar de Harlem, por una supuesta deuda de drogas.
Chano era medio hermano del famoso trompetista Félix Chapottín, había llegado a Estados Unidos, después de aprender en la calle y en los solares habaneros a tocar tambores (hasta cinco a la vez) y a tocar y bailar en las comparsas habaneras El Barracón, La Mexicana, La Colombiana, La Sultana, La Jardinera y Los Dandys de Belén, de la cual fue el director y después de pasar por el Cabaret Tropicana en el espectáculo Pantera Negra.
Ya había dirigido el Conjunto Azul, donde tocaban su hermanastro Félix Chapottín (trompetas), Arsenio Rodríguez (tres), Marcelino Guerra «Rapindey» (guitarra), entre otros, y por supuesto Chano en las congas. Ya había popularizado más de una rumba, Blem, blem, blem; Nagüe (memorable en la interpretación de Miguelito Valdés, Pín, pín, que canta «Pin, pin, cayó Berlín, pon, pon, cayó Japón», interpretado por Chano con su Conjunto Azul y luego por Miguelito Valdés y el Casino de la Playa); Ave María Morena (que la registrara a nombre de su hermana Petrona para asegurarle la vida a ella). Pero sobre todo del tema de Los Dandys de Belén: «Siento un bombo, mamita, me están llamando». O aquella famosa Malanga murió, que cantan «Siento una voz que me dice, Ó-guaniyé-ó»… Miguelito Valdés fue quien lo animó a seguir componiendo y Anselmo Sacasas, pianista de la Orquesta Casino de la Playa, era quien llevaba al pentagrama las composiciones de Chano e interpretaba canciones como Ariñañara o Parampampín, rumba central del espectáculo de Tropicana antes mencionado.
Chano grabó en Nueva York, junto a Arsenio Rodríguez, con Machito y su Orquesta el tema Serende, el 10 de febrero de 1947, para el disco Legendary Sessions, donde están en absoluta plenitud los elementos que luego se darán a conocer como salsa. Otro de sus temas fue Sácale brillo al piso Teresa y Tintindeo.
La energía ancestral de los dioses que adoraba Chano Pozo, hijo de Changó en la religión Yoruba, estaba sentada en su cabeza, y en sus manos, en su talento único para la percusión, por eso fue el indicado para hacer confluir esos dos poderosos ríos, como si el Potumac y el Zambeze se unieran en una sola riada. Así fue lo que sucedió cuando creó Manteca con la ayuda de Dizzie Gillespie, de Walter Gil Fuller y de Chico O-Farrill, durante una gira por California.
El tema había sido estrenado en vivo en el Carnegie Hall el 29 de septiembre de 1947, con John Lewis en el piano, Miltt Jackson en el vibráfono, Al McKibbon en el contrabajo, James Moody y Cecil Paine, en saxofones y Kenny Clarke en la batería. Tres meses después, unos dicen que el 22 de diciembre de 1947, fue grabada por primera vez. Otros afirman que esto ocurrió exactamente el 30 de diciembre de 1947, en la RCA Victor, pero que es en 1948 cuando revienta su popularidad mundial.
“Esa mecha inicial, ‘Manteca’ me abrió realmente los ojos, la mente, el corazón, todo, Chano contaba algo ancestral, nos llevó a otra dimensión, a la magia de una música lejana, fue una revolución fenomenal. Insertó, como nadie, la música cubana-latina en el mundo” expresó Alfredo “Al” McKibbon, quien de Chano aprende los fundamentos de los tumbaos afrocubanos y los cánticos y expresiones yorubas.l alfonso Quiñones
La idea
Chano llegó a Nueva York en 1942 y abrió un club latino en el Palladium que llamó “Blem Blem”. Mario Bauzá, músico por entonces de Cab Calloway, se lo recomendó a Dizzie Gillespie. La primera presentación de Chano con Dizzie y su banda fue en el Tawn Hall de Nueva York en 1947. Así lo vio el crítico de jazz Marshall Stearns: “Chano Pozo se agachó en el centro del escenario y batió un tambor de muchas voces con sus manos encallecidas. Mantuvo al público en un silencio de sobrecogido respeto durante treinta minutos, cantando en un dialecto del África Occidental, mientras subía y bajaba, de un murmullo al alarido, y volvía al punto de partida”.
“Tengo una idea para una melodía”, le dijo Chano a Dizzie. “Chano era bastante ingenioso. No sabía hablar inglés, tarareaba, canturreaba la línea de base, la melodía —la idea es lo importante—, pero concibió la melodía, ya tenía pensado lo que debía hacer el contrabajo, cómo iba a arrancar y a entrar después los saxos, tarareaba los cambios. Tenía un riff. Y también lo de los trombones, agitaba los dedos de la mano derecha y golpeaba el suelo con el pie para indicar la dinámica del sonido de las trompetas. Sabía perfectamente todas las figuras que quería”, narró Dizzie Gillespie.