Rafael Toribio: “Haber trabajado en Intec, es motivo de orgullo”

Rafael Toribio tenía 10 años cuando sus padres decidieron enviarlo a la capital para que continuara sus estudios.

Rafael Toribio tenía 10 años cuando sus padres decidieron enviarlo a la capital para que continuara sus estudios.El lugar elegido fue una pensión, allí se instaló en una pequeña habitación que, a sus escasos años, debió sentir enorme, vacía y en la que no tuvo más compañía que la silenciosa soledad.

Atrás quedaron las risas y los juegos con sus hermanos. Era el comienzo de un largo camino hasta convertirse en el hombre culto, interesado en adquirir y compartir conocimiento.

Aunque en su momento no entendía porqué sus padres lo habían separado del seno familiar, muy pronto comprendió que la separación era tan dolorosa para sus padres como lo había sido para él y que de ellos no haber hecho este sacrificio no habría podido alcanzar el nivel académico logrado.

Muchos años han pasado y aun no termina de agradecerles a sus progenitores el valor que le confirieron a los estudios para que, como es el deseo de todo buen padre, él y sus hermanos tuvieran una vida menos difícil.

En el terreno familiar, su esposa, sus hijos y nietos constituyen sus principales razones para vivir, sentirse afortunado y dar gracias todos los días.

1. Las Lagunas
Nací el 07 de mayo de 1945, donde antes era Las Lagunas de Santiago y ahora es Villa González. Soy hijo, de Juan Bautista Toribio Fermín y Elena Altagracia Domínguez. Ella se dedicó a quehaceres domésticos, a veces incursionaba en alguna actividad productiva, y mi padre era dependiente de una bodega y luego fue propietario de su propia bodega. De Villa González nos fuimos a El Rubio, una comunidad que queda en una montaña de San José de las Matas. En ese tiempo mi papá trabajaba como dependiente de una bodega, de ahí nos fuimos para el Este. Vivimos un tiempo en Yamasá y otro tiempo en un batey en San Pedro. Papá tenía una bodega propia. Ahí viví hasta que tenía 10 años.

2. A una pensión
Uno de los grandes eventos en mi vida ocurrió a los 10 años. Y es que mis padres, que eran personas que no estudiaron, llegaron apenas a la primaria, tomaron la decisión de que yo debía venir a la capital a estudiar. Para mí fue una gran decisión de personas que no habían estudiado y que hicieron un gran esfuerzo para que yo no fuera como ellos. Vine a la capital a vivir en una especie de pensión familiar, en una pequeña habitación. Yo no conocía a esas personas, pero eran familia de un primo hermano de mi mamá. Lo que recuerdo de esa época es que me sentía muy solo en esa pensión y cuando mi mamá venía y se iba, me quedaba dando muchísimos gritos, a tal punto, que ella dejó de venir muy a menudo, para que yo no sufriera tanto.

3. A la universidad
Cuando terminé el bachillerato, la Universidad de Santo Domingo estaba cerrada y la Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago estaba comenzando. Entonces, como en el bachillerato tuve la oportunidad de tener contacto con los Jesuitas, y ellos tenían un Centro Social muy activo, y el coordinador de ese equipo era el padre Arnaiz; él, viendo la situación, y como tenía contacto con el Instituto de Cultura Hispánica, logró que ese instituto diera unas becas para República Dominicana. Gracias a eso, yo pude irme a España a realizar estudios universitarios. Cuando llegué a España, Sociología no estaba como carrera, pero había una Escuela Crítica de Sociología del profesor Tierno Galván, que era opositor a Franco, por eso la escuela vivía más cerrada que abierta. Entonces, la Universidad de Salamanca tenía un Instituto de Ciencias Sociales en Madrid, y como no había Sociología, entré a ese instituto. Ahí pasé el primer año.

4. La España del 60
Recuerdo el trayecto cuando salí del aeropuerto de Barajas, estamos hablando de la España del 60, y me pareció un lugar mucho más atrasado que nuestro país, en ese momento. Cuando llegamos, les dije a mis compañeros que me iban a tener que enviar las notas a fin de año, porque yo no iba a permanecer hasta el final. Sin embargo, todos los que me acompañaron vinieron el primer año y yo me quedé hasta terminar la carrera. Terminé el primer año de Ciencias Sociales, con buenas notas, y eso hizo que me renovaran la beca por un año más, y al segundo año me inscribí en la Facultad de Ciencias Económicas y Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Entonces llevé las dos carreras hasta que terminé Ciencias Sociales, y seguí en Ciencias Políticas.

5. Cambiar la imagen
El Instituto de Cultura Hispánica tenía una residencia universitaria, donde había preferencia para ciudadanos de América Latina que tenían becas, entonces yo entré en esa residencia en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, que todavía existe. En ese entonces nos reunimos varios dominicanos, esa vez éramos 14 dominicanos, pero los dominicanos que habían pasado por ahí habían dejado una muy mala imagen. Eso nos lo dijo el director, y al final nos dijo: “Yo los voy a dejar entrar, no por la imagen que dejaron sus compatriotas, de ser por eso no los admito, sino porque conversando con ustedes, siento que estoy en presencia de otro tipo de personas. Son muy buenos para un bonche, pero para estudiar no”. En ese momento pensamos que debíamos cambiar la imagen de los dominicanos. Nos dispusimos a demostrar que éramos diferentes. Comenzamos a cambiar la imagen.

6. Una tabla de salvación
Pude terminar mi carrera sin tener dinero, porque cuando ya se me terminaba la beca, el director, en ese momento, me dijo que si yo quería asumir ser el jefe de estudios de la residencia, y yo le dije que sí. Esa era mi tabla de salvación, porque si no, iba a tener que regresar sin terminar las Ciencias Políticas. Así pude seguir un par de años, seguir en la universidad, y el año último de la carrera fui promovido para ser subdirector, ahí ya no solamente no pagaba, sino que me pagaban. Terminé en 1971, vine al país, no había vuelto desde el 65, pero regresé a España, porque quería hacer el doctorado y tenía mi trabajo allá.

7. Primer matrimonio
Cuando inicié los amores con mi novia, que era española, le dije tres cosas: primero, no tengo dinero; dos, yo no me caso hasta que termine, y tres, cuando termine me voy para mi país. Ella me dijo que estaba bien. Entonces, me gradué en Ciencias Políticas, nos casamos y vinimos al país. Tuvimos dos hijos. Mi esposa, Julita Rodríguez, murió muy joven, de cáncer de pulmón. Tenía 47 años. Ella fumaba. Tuvimos dos hijos, Arancha y Rafael, que al momento de su muerte eran adolescentes. Murió cuando ya habíamos superado las dificultades de un matrimonio joven. Le encontraron un ganglio y se confirmó que era maligno y la pusieron en tratamiento. El médico dijo que teníamos que hacerle un tratamiento de quimioterapia. “Vamos a evaluarla después de la primera quimioterapia, si hay una reducción sobre un 60 por ciento del pulmón tenemos esperanzas, si es menos, no”. Cuando hicimos la evaluación no llegó al 40 por ciento. Él me dijo: “No hay esperanzas. Las estadísticas dicen que ella puede durar no más de 18 meses”. Fue combatir sabiendo que vas a perder, porque había que realizarle otro tratamiento de quimioterapia y después radioterapia, pero yo sabía que la íbamos a perder, pero no podíamos bajar la guardia y con tratamientos en el extranjero y aquí, al año y medio falleció.

8. De vuelta al amor
A Mu-kien la conocí en Intec, ella fue subalterna mía. Cuando yo era rector, ella era Directora de Desarrollo, pero ambos estábamos casados. Era una relación enteramente profesional, incluso, ella me dijo que me decían “El necio”, porque cuando me enviaban un documento yo lo corregía, y cuando en el departamento donde ella estaba me veían llegar con el documento decían: “Ahí viene El necio”. Claro, eso me lo dijo después. Cuando nos reencontramos en la Madre y Maestra, ya había situaciones distintas y surgió otra mirada. Yo le había dicho a mis hijos que no estaba muy feliz solo, que por mi edad y mi temperamento, no estaba muy contento en soledad y que no iba a estar relacionándome con chicas, que lo normal era que yo buscara una compañera y que tenía que ser una mujer viuda o separada. Ellos entendieron. Entonces, cuando nos encontramos ahí, conversábamos, nos tomábamos un cafecito y comenzamos a salir, aunque ella todavía me decía “El señor Toribio” y yo pensaba: “pero así no podemos llegar a nada”. Ya cuando la relación era más formal, les conté a mis hijos que estaba saliendo con ella y mis hijos me dijeron que querían compartir con ella y me pidieron que la invitara a salir con nosotros. Comenzamos a reunirnos y nos casamos.

9. Una familia
Después que Mu-Kien y yo nos casamos, la cuestión era dónde íbamos a vivir, porque la casa donde vivía con mis hijos, era la casa donde había vivido con Julita, al principio Mu-Kien no quería, pero conversamos y ella accedió. Ella y Arancha se pusieron de acuerdo para hacer algunas remodelaciones en la casa, de manera que cuando ella se mudó en la casa, ya reflejaba algo suyo. Fue otra grata experiencia, porque cuando se juntan dos personas que tenían matrimonios anteriores, juntan también sus historias; en el caso mío, yo llegaba con dos adolescentes. Todos pusimos de nuestra parte. Recuerdo que en una reunión de los cuatro, yo les dije que teníamos que hacer un esfuerzo para que las cosas marcharan bien, porque si me daban a elegir entre mis hijos y mi esposa, yo optaría por irme de la casa. Pero las cosas funcionaron bien y debo reconocer que Mu-Kien puso más que nosotros. Se fue consolidando hasta tal punto, que le dije a un amigo: “Mira, guárdame una habitación, porque yo sé que si yo peleo con Mu-kien, el que se va a tener que ir de la casa soy yo, porque me echan, pues ahora, los tres están muy compenetrados. Es más, mi hijo, cuando vivía con nosotros, le decía a ella: “China, dígame y ¿qué usted cree de esta corbata,”, y yo le decía pero pregúntame a mí” y él me respondía: “Tú estás tostado, yo me llevo bien con la china, ella es la que sabe, es la que está en la cosa”.

10. Motivos de orgullo
Me enorgullece haber podido estudiar fuera, más viniendo de una familia donde los padres no pudieron estudiar. Estoy orgulloso de mis dos hijos, son buenos profesionales, pero creo que son mejores personas. Para mí eso es más importante. También haber colaborado en la creación de una universidad, que creo que colabora con un gran esfuerzo por lograr una educación de calidad en el país. Haber trabajado en Intec, es para mí motivo de orgullo, además de que representó una oportunidad de crecimiento profesional y personal, que fue una oportunidad de colaborar a través de la educación con el desarrollo del país. De esas cosas me siento orgulloso.

Durante 15 años ocupó la rectoría

Comencé en el 73 y todavía estoy ahí. Nunca me he separado de INTEC. Luego, hubo un acuerdo con Eduardo Latorre, de que el rector saliente se debe ausentar por tres meses hasta que el nuevo rector se establezca en el cargo, sin la sombra del anterior.

Volví a presentarme como candidato a la rectoría y fui electo con la posibilidad de optar por dos periodos seguidos. Sin embargo, la experiencia de haber salido y haber vuelto motivó que la Junta de Regentes, tuviera la idea de que no deberían ser dos periodos, sino que fueran tres. Por eso estuve seis años antes y después nueve. Es decir, que pasé 15 años como rector.

De ahí pasé a ocuparme del Centro de Gobernabilidad y Gerencia Social, donde estuve hasta hace unas semanas, cuando solicité no continuar en la dirección de ese centro, sino solamente trabajar en algunos eventos puntuales, organizar cuatro grandes seminarios al año, porque reflexioné sobre que tenía muchos años en las cuestiones operativas con un horario demandante y también muchos años cumplidos, que yo quería tener oportunidad de que nadie estableciera mis agendas, ni mis prioridades.

Llegamos a un acuerdo para yo desarrollar un espacio titulado “Diálogo de INTEC para la Acción”, donde vamos a analizar grandes acontecimientos y temas que puedan impactar la realidad nacional.

Dolor
“Cuando el médico me dio el resultado de la enfermedad de mi esposa, me fui al Malecón a llorar y después le dije a ella que era positivo”.

Agradecido
“De mis padres, por haberme enviado a estudiar. Por haber encontrado una compañera como Mu-Kien, y haber reconstruido con ella una familia”

Intec
“Representó una oportunidad de crecimiento profesional y personal, de colaborar a través de la educación con el desarrollo del país”.

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