“Mi gozo mayor ha sido mi actividad pastoral”

Monseñor Pablo Cedano Cedano fue un niño tranquilo y obediente. Nacido en el seno de una familia religiosa, sin saber por qué, la madre de la esposa de uno de sus tíos, le dijo, cuando él tenía cinco años: “Tú vas a ser sacerdote”, algo…

Monseñor Pablo Cedano Cedano fue un niño tranquilo y obediente. Nacido en el seno de una familia religiosa, sin saber por qué, la madre de la esposa de uno de sus tíos, le dijo, cuando él tenía cinco años: “Tú vas a ser sacerdote”, algo que a esa edad le resultó difícil de comprender y que con el tiempo quedó olvidado.

Más tarde, el cura de la iglesia que solía visitar en Higüey le invitó a acercarse al seminario, pero debió invitarlo más de una vez, pues como él mismo afirma: “No estaba en eso”.

Su resistencia fue vencida por el llamado de la fe y es así como inicia su vida sacerdotal, convencido de que esa era su vocación.

Hoy, envuelto en los preparativos para festejar los 50 años de su ordenación como sacerdote, monseñor Cedano Cedano cuenta cómo inició su transitar por la fe católica, su entrega a la vida pastoral y la felicidad que le produce haber elegido el camino del servicio a los demás, predicando con el ejemplo, sin esperar recibir nada a cambio y apoyado en su lema: “obediencia y servicio”.

1. Higüeyano
Nací en Higüey, a unos siete kilómetros, en una comunidad que se llama Santana. Ahí estuve hasta los 14 años. Mis padres eran Baudilio Cedano y Ventura Cedano. Somos 13 hermanos. Mi mamá nos dijo un día que ella se encontraba que nosotros éramos muchos, pero que después que fuimos creciendo éramos pocos. Mis padres ya fallecieron y también fallecieron dos de mis hermanos; William, que murió de 31 años en un accidente y Orlando que murió de cáncer a los 68 años, hace tres años. Él era mellizo de mi hermana Yolanda.

2. Época de respeto
Mi abuelo tuvo tres hijos, los cuales tuvieron bastantes hijos, de los cuales, mi papá fue el que más tuvo. En esa época había mucho respeto. Eran los tiempos en que cualquiera nos podía corregir en las calles. Si nos poníamos de malcriados nos corregían y después venían a decirles a nuestros padres y ellos nos ponían el castigo. Los primos éramos más o menos de la misma edad, crecimos juntos, y aunque éramos muchos, eran tiempos de mucho respeto, no había malicia. Vivíamos de la agricultura, del cuidado de los animales. No había falta de respeto de ninguna manera. A los 14 años me fui del campo al pueblo, para seguir los estudios. Porque ahí solo se llegaba al tercer grado. En esa época, en muchos campos no había escuela y si había no pasaban de tercero. Así que me fui, logré seguir estudiando hasta que me fui al seminario a la edad de 19 años.

3. Vocación sacerdotal
Mi vocación me la anunció una señora, que era la madre de la esposa de un tío mío. Tenía yo cinco o seis años y ella se quedó mirándome fijamente, y me dijo: “Tú vas a ser sacerdote”. Yo no entendí lo que era eso. Esas palabras las vine a recordar ya cuando me había ordenado sacerdote. Mi familia es una familia de fe. Cuando me fui a Higüey, que en ese tiempo no era la gran ciudad que es hoy, gracias al turismo, yo iba a la misa y comulgaba. Monseñor Luis Gómez era el párroco, y un día, para mi sorpresa, me mandó a buscar. Nunca había hablado con él. Cuando llegué me dijo simplemente: “Si quieres ir al seminario, te mando”. Le dije que sí, porque me daba vergüenza decirle que yo no estaba en eso. En esa oportunidad se fue Ramón Benito de la Rosa y Carpio, pero yo me desaparecí. No estaba en eso para nada. Al año siguiente, el padre Gómez volvió a decirme que venían los sacerdotes del seminario; y yo, saliendo un domingo de la misa le pedí a la Virgen con estas palabras: “Virgencita, tú sabes si Dios me quiere, si yo tengo vocación o no. Quiero sentir si es verdad que Dios me está llamando de verdad, porque no lo he sentido”. Me fui para la casa y en un momento sentí que sí tenía vocación, y hasta el sol de hoy.

4. Al seminario
Como Ramón de la Rosa se fue un año antes, lo interrogué muchísimo sobre el seminario y él me explicó todo, y lo más difícil era la disciplina. Me dije, yo voy a cumplir con todo eso y así fue. Para mí no fue difícil. Fueron 12 años, cinco en el Seminario Menor, tres de filosofía y cuatro más de Facultad de Teología. Nunca me llegó la tentación de dejar el seminario, porque siempre me sentí contento y bien. Yo decía que mientras me sintiera bien y no me dijeran vete, yo me quedaría en el seminario. Gracias a Dios eso no pasó nunca.

5. La ordenación
El día de mi ordenación fue un día muy emocionante. Eso fue en la Parroquia San Dionisio, antiguo santuario de Higüey, allá fue mi ordenación y la realizó Monseñor Juan Félix Pepén. Eso fue el día dos de julio de 1967. Eso quiere decir, que dentro de tres días, si Dios quiere, arribo a mis 50 años de sacerdote. Se me han ido tan rápido. Es tan bonita, grande, profunda y amplia la misión, que a uno se le van los años rapidísimo. Ese día, ahí estaban todos mis hermanos. Había gente de todo el país, mis compañeros del seminario, mi familia paterna y materna. Ese día, el santuario quedó chiquitico. Lo más lindo fue la homilía que hizo monseñor Pepén, fue tan bella, que la tengo enmarcada. Tengo bastantes copias de esa homilía. La ordenación fue a las 10 de la mañana, al mediodía el almuerzo y a las dos de la tarde la primera misa. Ese fue un día que no se olvida. Entonces, el día seis, es decir cuatro días después, celebro mis 21 años de ser obispo.

6. La familia
Contrario a lo que se piensa, es una condición para uno seguir sus estudios en el seminario, ser muy unido a su familia. Tanto así, que yo vi sacar seminaristas porque no estaban en comunión con su familia, porque el sacerdote necesita el apoyo de su familia, el apoyo afectivo. El apoyo de sus padres y hermanos es muy importante. Porque sin éste, muchas veces pueden tener la tentación de dejarlo todo. De modo que esa es una de las exigencias. Además, en el seminario uno es libre para seguir o no seguir. Nunca lo van a forzar a quedarse. De igual modo, si el formador nota que la vida sacerdotal no es lo de uno, lo orienta en otros aspectos.

7. Unión familiar
Siempre me he sentido bien. No he enfrentado un problema grave que me haya causado un sufrimiento grande. Lo más triste fue la partida al cielo de mi padre y mi madre, ya tenían 79 años los dos, se llevaron cinco meses de diferencia a la hora de morir. Los dos estuvieron siempre ciento por ciento identificados con mi sacerdocio, mis hermanos también. Nosotros somos muy unidos, si una noticia es buena para uno de mis hermanos, lo es para todos, si a uno le duele algo, nos duele a todos. Para mí todo ha sido cariño. Nuestra familia va por los 140 miembros, incluidos hermanos, sobrinos, los nietos de mis hermanos. Nos reunimos todos los 25 de diciembre y hacíamos lo mismo los días de las madres.

8. Experiencias
Se me presentan casos en que llegan personas que han perdido la fe. Recuerdo el caso de una jovencita de la parroquia, yo era muy amigo de la familia, pero un día me llegó con una crisis tremenda. Me dijo: “Yo ni tengo fe, ni quiero a nadie, ni me quiero a mí misma”. Yo estudié psicoterapia y aprendí que a la gente hay que dejarla hablar, que se desahogue y mientras va hablando, uno le va pidiendo a Dios que le dé luz. Uno va pensando en la respuesta que le va a dar. Uno le hace muchas preguntas para con sus propias respuestas ayudarlo a resolver sus problemas. Dios le da a uno la gracia de poder ayudarla. Lo mejor de esta vida sacerdotal está impreso en mi recordatorio, que reza: que vine a servir y no a ser servido, tomado de la frase de Jesucristo, y en mi escudo, que reza: “Obediencia y servicio”. Ese es mi lema. Mi gozo mayor ha sido toda mi actividad pastoral.

9. Cinco décadas en sacerdocio
Para este acontecimiento, de mis 50 años de ordenación sacerdotal, creo que mis hermanos están más entusiasmados que yo, porque no he promovido esa fiesta, la están promoviendo ellos. Mi aniversario es el día dos, pero lo celebraremos el día anterior, porque ese día iniciamos la reunión de la conferencia, que la hacemos siempre la primera semana de julio. Ese día vamos a despedir al nuncio. Entonces, hay una misa a las cinco de la tarde, pero el día anterior tenemos una misa en la Basílica a las 10 de la mañana, donde están invitados todos los sacerdotes de las diócesis, unos 40; de mi familia espero a unos 80, de la parroquia El Buen Pastor, donde pasé unos 15 años, esperamos unos 40 invitados. Para el almuerzo, después de la misa, esperamos unas 200 personas. Llegar a este aniversario es el mayor regalo que Dios me ha hecho. Cuando estaba en el seminario menor y escuchaba que tal o cual padre cumpliría sus 50 años de sacerdote, yo, con 19 o 20 años, me decía: “Cuando yo cumpla 50 años de sacerdote, voy a tener 81, ¿y yo llegaré allá? Y mira llegué, y más rápido de lo que yo pensaba.

10. El retiro
Al cumplir 75 años, el Papa nos descarga de nuestra responsabilidad, es como un retiro, ya quedaba libre, pero seguía siendo obispo emérito. Entonces decidí volver a mi pueblo, Higüey, y ya estoy en una parroquia a la que ahora le estoy construyendo su templo, porque es más o menos nueva. Le hicieron un salón pequeño y al lado tenía un solar, y a mí me dio la tentación de ponernos a construir la iglesia, y en eso estamos. En esa obra influye mucho la voluntad y colaboración de la gente de esa comunidad.

Una labor al servicio de la fe

“Después que inicié la misión sacerdotal, cambiar constantemente de parroquia, de bueno tiene muchísimo y de malo no tiene nada, porque uno sabe que va en obediencia. En la ordenación sacerdotal, el obispo le dice uno: “Promete obediencia a mí y a mis sucesores”. Ya yo he tenido cuatro obispos. Cuando uno está en una parroquia un tiempo, a uno le cuesta dejar a su gente de esa parroquia, pero, particularmente, sabía que donde yo fuera iba a conocer mucha gente, porque desde seminarista visité todas las parroquias. Es decir, que yo no era un extraño en ninguna parroquia. Primero, estuve de Vicario parroquial siete meses en La Romana, en la parroquia Santa Rosa, donde años más tarde pasé seis años de párroco. Fue donde inicié. A los siete meses pasé a la Parroquia San José de Higüey. Realicé una maestría en Pastoral Familiar. A los seis años se me envió como rector de la Basílica. Después de un recorrido por diferentes posiciones me enviaron a la capital como vicerrector del Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino. Ahí pase seis años. Fui a Roma a realizar un curso y me iban a enviar a Higüey, y en eso me llamó el nuncio para decirme que el papa me había nombrado como Obispo Auxiliar de la Capital. Ahí pasé 18 años”.

Decisión
Nunca me llegó la tentación de dejar el seminario, porque siempre me sentí contento y bien. Yo decía que mientras me sintiera bien y no me dijeran “vete”, yo me quedaría en el seminario.

Inolvidable
El día de mi ordenación fue un día muy emocionante. Fue en la Parroquia San Dionisio, antiguo santuario de Higüey, allá fue mi ordenación y la realizó Monseñor Juan Félix Pepén.

Misión
Estos 50 años se me han ido rápido. Es tan bonita, grande, profunda y amplia la misión sacerdotal, que a uno se le van los años rapidísimo”.

Requisito
Contrario a lo que se piensa, es una condición para uno seguir sus estudios en el seminario, ser muy unido a su familia”.

Sentimientos
No he enfrentado un problema grave que me haya causado un sufrimiento grande. Lo más triste fue la partida al cielo de mis padres”.

Balance
Lo mejor de esta vida sacerdotal está impreso en mi recordatorio, que reza: que vine a servir y no a ser servido. Mi lema es obediencia y servicio”.

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