En la década de 1980, Puerto Plata era el principal polo turístico nacional, y uno de los principles destinos turísticos a nivel regional, principalmente cuando el duro invierno anual golpeaba a Estados Unidos y Canadá con gélidas temperaturas propias de la franja boreal, al extremo de que muchos extranjeros sentían orgullo de decir, en alta voz, que habían estado en Puerto Plata y que les había parecido un cálido paraíso terrenal; pero, por múltiples razones propias de la evolución del frágil mercado turístico regional y mundial, Puerto Plata fue gradualmente perdiendo ese lugar preferencial, hasta llegar a colapsar.
Hoy día, se intenta relanzar a Puerto Plata como un paraíso turístico regional rodeado de hermosos y exclusivos recursos naturales, como las hermosas playas de finas arenas blancas, de origen calcáreo, existentes en Longbeach y en Playa Dorada; las hermosas playas de finas arenas grises, de origen volcánico, existentes en Cofresí; la escarpada y bien forestada loma calcárea Isabel de Torres, los prominentes domos calizos de origen cárstico, las inyecciones magmáticas de peridotitas niquelíferas cortadas por la occidental carretera que comunica con la playa de Cofresí, las impresionantes pillowlavas formadas en un occidental ambiente volcánico submarino cuando todavía Puerto Plata no había emergido del fondo del mar, el exclusivo Olistostroma de San Marcos que evidencia un pasado geológico caótico, y las impresionantes tobas sacaroides de La Colorada e Imbert, las que evidencian que antiguas erupciones volcánicas superficiales depositaban finas cenizas blancas antes de que el mar depositara domos calizos, arrecifes coralinos, y grises areniscas en la bahía de Maimón, todo eso junto a un majestuoso y moderno puerto de cruceros que de seguro despierta la envidia de otros polos turísticos nacionales y regionales.
Sin embargo, esa válida intención local, regional y nacional, de relanzar a Puerto Plata como un destino turístico ideal, choca, de manera frontal, con la absurda decisión de lanzar las basuras municipales en el lado occidental, justo en el lado donde están los principales recursos naturales geológicos, geomorfológicos, ecológicos, paisajísticos, y turísticos dignos de ser exhibidos, en el presente y en el futuro, a cada turista nacional o extranjero; justo del lado donde obligatoriamente habría de concentrarse la expansión turística, urbana y vial de Puerto Plata, siempre que existiere un correcto plan de ordenamiento territorial, diseñado y ejecutado por expertos en urbanismo, en paisajismo, en medio ambiente y en turismo; y justo a mitad de camino entre el puerto de cruceros y la entrada occidental.
No creemos que alguien sensato pueda pensar que sea buena idea utilizar la zona de mayor potencial ecológico, turístico, paisajístico, urbanístico y vial, de Puerto Plata, como destino final para desechos sólidos municipales, y creer que turistas, cruceristas y touroperadores van a venir a Puerto Plata, a pagar su dinero, para ver humaredas de incendios del gas metano (CH4) liberado por descomposición de la materia orgánica depositada en el vertedero de basuras, para percibir desagradables olores de ácido sulfídrico (H2S), para ver y sentir plagas de moscas y de ratas, para ver en la carretera principal a viejos camiones regando basuras levantadas por el viento regional, y peor aún, pagar para bañarse en playas altamente contaminadas con lixiviados tóxicos liberados por el normal proceso de lixiviación que ocurre cuando las aguas de lluvias atraviesan cúmulos de basuras depositadas a cielo abierto, en una zona donde las precipitaciones de los últimos 100 años fluctúan entre 1,000 y 3,000 milímetros de lluvias por metro cuadrado, pero que en casos anormales pueden caer hasta 1,200 milímetros de lluvias en un mes, tal y como ocurrió en noviembre de 2016, y cuando toda esa lluvia atraviesa las basuras genera un sucio y negro lixiviado cuyo flujo directo viaja superficialmente hasta la playa de Cofresí, mientras el lixiviado restante se infiltra en rocas fracturadas por tectonismo regional y viaja subsuperficialmente hasta el mar, contaminando el litoral y violando la Ley Ambiental 64-00.
La zona occidental de Puerto Plata debe ser un santuario ecológico, un santuario geológico, un santuario paisajístico, y un santuario turístico, local y regional, y debe ser la zona de crecimiento turístico, urbano, y vial, por ser la zona de mejor respuesta sísmica gracias a la presencia de rocas ígneas, y bajo ninguna circunstancia se debe permitir que ese santuario siga siendo el principal foco de contaminación ambiental por la incorrecta disposición final de desechos sólidos, ni mucho menos permitir que se abra un nuevo vertedero en la misma zona occidental, sabiendo los puertoplateños que la zona ideal para el destino final de los desechos sólidos está del lado oriental provincial, es decir, en Monte Llano, donde hay arcillas calcáreas impermeables, bajas colinas, y sobre todo, donde no hay nada que estropear, pues el criterio a utilizar para la selección final del lugar ideal a utilizar como estación de reciclaje y relleno sanitario debe ser estrictamente ecológico e hidrogeológico, y que no interfiera con el futuro turístico y urbanístico de una provincia litoral que, por sus exclusivos y hermosos recursos naturales costeros, es digna de mejor suerte.