Con una verja tipo trinchera, en donde se construirá una mole de blocks y hormigón armado, sin haber hecho una intervención social, con un mismo plano, sin importar la región del país en donde se van a construir, inician los proyectos de construcción de las nuevas escuelas de una llamada Revolución Educativa que olvido’ el hecho de que los grandes cambios, aún sean epocales, deben iniciar con inversiones en las personas, dignificando su existencia, profesionalizando su actuar, ponderando su rol en la sociedad, haciéndolos sujetos de trasformaciones y cambio, y por sobre todas las cosas, convirtiéndolos en constructores de la nueva ciudadanía por el desarrollo de un conjunto de aptitudes producto de esa inversión inicial cifrada en la gente.
Oír a un comunicador social anunciar con vehemencia que en el nuevo centro educativo los niños tendrán desayuno, almuerzo y merienda, como atractivos fundamentales, indica que la acción transformadora de la escuela ha sido tomada en cuenta en lo más mínimo. En ese escenario la visión creativa de la educación es ausente, y la escuela en vez de convertirse en un escenario de crecimiento, se convierte en una especie de jaula de oro, pero prisión.
Para nada será atractivo a un estudiante de esta época una visión educativa que no se le parece, y mucho menos, una construcción que roba la sobriedad al estilo de vida en que se desenvuelve.
Hoy provocan reacciones ríspidas entre las personas los actos impúdicos y obscenos provenientes de la administración pública porque las instituciones del Estado han perdido su credibilidad. Ello se hace más notable cuando se conocen las condiciones en que son adquiridos los solares en donde se erigen estas edificaciones. En la próxima entrega analizaremos el porqué del fracaso de este intento sin creatividad.