Durante toda la semana he permanecido dando seguimiento a los trágicos acontecimientos que se han estado desarrollando, en los cuales ha habido pérdidas de vida de jóvenes por razones de negocios ilícitos. El miércoles pasado fue de gran impacto la respuesta por separada de dos jóvenes que, al preguntársele sobre el delito cometido, no lo consideraban tal y, casi literal coincidieron en que no robaban, no mataban, no violaban, y decían: “no soy delincuente, sólo vendo drogas”.
No sé hasta dónde otros especialistas en conducta humana habrán entendido, inclusive, uno de los medios a través de los cuales se emitieron las entrevistas hizo referencias de hasta dónde vamos a llegar y que no solamente se han perdido los valores morales, éticos, cristianos, sino la percepción de la realidad de lo que es lícito o ilícito.
Si vemos su respuesta, ellos entienden que no afectan a nadie, ya que solamente visualizan y tienen como esquema y código ganar dinero, al punto de llamarle trabajo, a lo que les daña a ellos, a sus familiares y a la sociedad.
Los medios de comunicación han abierto una campaña completa en rescate de esos valores, resaltando la importancia de lo que durante estos largos años ha sido el ente motivador y la única razón por la que fue inspirada y se ha mantenido nuestra columna. Por Tu Familia, desde aquí lleva una década dedicada a todo aquello que pueda llevar un átomo de aporte a la sociedad, desde dentro de la familia. No nos hemos cansado, y cuando reviso columnas partiendo del 2009, todas parecen haber sido escritas hoy. Como terapeuta de familia, madre de tres hijos, tengo un compromiso, no solamente con mi entorno y familias, en cuyos conflictos, he tenido que hacer intervención y lidiar con crisis, sino también con la sociedad, mi país, con lo que me obligo a trabajar desde donde sea y agradecer a este medio que se ha unido a mi sentir, abriendo permanentemente este espacio para que llegue a la población lo que entre nosotros queremos llevar, y son los cambio desde adentro, el seno del hogar.
Tenemos el privilegio de ser dominicanos, donde aún los valores cristianos y morales pesan y, aunque haya crisis, priman ante cualquier postura que quiera romper con ellos.