Muchos de los relatos contenidos en el Antiguo Testamento bíblico frecuentemente son puestos en dudas por los escépticos del mundo de hoy, ya que en muchos casos no quedan ni siquiera trazas de restos arqueológicos que evidencien la existencia de lugares, ciudades o templos descritos en los primeros libros de la Biblia.
Uno de esos controversiales relatos es la famosa Torre de Babel, la cual es descrita en el capítulo 11 del libro del Génesis (11:1-9) donde nos dice que en ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra, y que un día se dijeron unos a otros: “vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego, y usemos ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla, y construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo”, pero el Señor bajó para observar la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, y se dijo: “todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr, entonces será mejor confundir su idioma para que ya no se entiendan entre ellos mismos”.
De igual modo, el primer historiador judío, Flavio Josefo, narra en el capítulo 4 de sus Antigüedades judías, publicadas en el año 93, que Nebrodes (Nemrod), quien convirtió su gobierno en una tiranía, afirmó que si Dios se proponía ahogar nueva vez al mundo (Diluvio Universal), haría construir una torre tan alta que las aguas jamás las alcanzarían, por lo que la multitud estuvo dispuesta a seguir los dictados de Nebrodes, y como eran muchos los trabajadores que intervenían, la torre comenzó a levantarse muy rápidamente usando ladrillos cocidos, unidos por betún para que no pasara el agua, pero cuando Dios los vio trabajar como locos, decidió no destruirlos por completo, ya que no habían aprendido nada de la destrucción de los pecadores anteriores (Diluvio Universal); y provocó, en cambio, la confusión entre ellos haciéndoles hablar en distintas lenguas para que no se entendieran.
Sin embargo, una tablilla, tallada en piedra, que hoy se encuentra en Suecia, muestra una clara e inconfundible imagen del rey Nabucodonosor II, quien reinó en Babilonia entre el año 605 y el año 562 antes de Cristo, el cual aparece posicionado de pie, al lado de lo que expertos como Andrew George, profesor que en la Universidad de Londres imparte historia de Babilonia, entienden que es el Gran Zigurat de Babilonia, o la famosa Torre de Babel, y que pudo ser construida en tiempos de Hammurabi (años 1792-1750 antes de Cristo), ya que un zigurat era la típica estructura religiosa que desde el año 2000 antes de Cristo se construía con ladrillos y adobe en las ciudades de la Mesopotamia, siendo una especie de torre, con varias plataformas escalonadas, de 6 y 7 niveles, y elevaciones entre los 60 y 90 metros a partir del suelo, las que terminaban con un templo para ofrendas al cielo en la terraza del nivel superior.
Todo lo anterior quiere decir que el Gran Zigurat de Babilonia, al que los arqueólogos se refieren como Etemenanki, realmente existió, y pudo ser la bíblica Torre de Babel construida por los hombres de la Mesopotamia para llegar al cielo con sus ofrendas a Dios, aunque también pudo ser una alta estructura construida por Nebrodes para resguardarse de una próxima inundación diluvial en la Mesopotamia fruto de las grandes crecidas de los ríos Tigris y Eufrates.
Pero lo más importante de esa tablilla tallada en piedra, es que en ella hay una inscripción en la cual se lee que para la construcción de ese Gran Zigurat de Babilonia se movilizaron a numerosos pueblos desde sus asentamientos en el mar superior (mar Mediterráneo) hasta el mar menor (golfo Pérsico), lo que explicaría que las diferentes lenguas que se hablaban entre las grandes multitudes de trabajadores que fueron traídos desde diferentes pueblos para la construcción de la Torre de Babel se debían a los diferentes idiomas que se hablaban en las diferentes ciudades que ocupaban todo el perímetro del mar Mediterráneo, desde donde procedían los trabajadores, por lo que el relato bíblico de que Dios cambió las lenguas de los trabajadores para que no se continuara construyendo la ciudad y la Torre de Babel fue un mito asumido por los ciudadanos locales de entonces al encontrarse diariamente con tanta gente distinta, que hablaba idiomas muy distintos, y que en realidad no podían entenderse entre ellos.
Los restos arqueológicos de la Torre de Babel nunca han sido encontrados, porque, fruto de la escasa resistencia de los ladrillos de barro ante la meteorización producida por la radiación solar, esos ladrillos se deterioraron con el paso de los siglos, por lo que, según antiguos cronistas, cuando Alejandro Magno gobernó Asia Menor, ya el nivel de deterioro era tan grande que Alejandro ordenó su total demolición en el año 331 antes de Cristo.