Difícilmente podría aparecer un profesional más arrogante y prepotente que el economista. A pesar de nuestra demostrada incapacidad para pronosticar el comportamiento de variables y acontecimientos económicos de envergadura, tenemos la cachaza de mirar con piedad a las demás profesiones enmarcadas en el ámbito de las ciencias sociales, en vez de aprovechar las ricas lecciones que podríamos extraer de la sicología, la sociología, la comunicología, la demografía, la historia y las ciencias políticas.
Esa imagen de superioridad que tratamos de proyectar los economistas parece haber contagiado a otros profesionales de ciencias sociales hermanas, algunos de los cuales no temen construir reglas rigurosas para explicar determinados acontecimientos políticos. La prudencia es el mejor activo a preservar por cualquier profesional de las ciencias sociales. En el ámbito en que nos desenvolvemos, donde la base fundamental es el agente económico, el ciudadano, el votante o el sapiens, pretender que existen teorías irrebatibles, verdades absolutas o reglas inquebrantables, sólo puede ser explicado la miopía de concentramos en tiempos y geografías específicas, sin prestar suficiente atención a las lecciones de la historia. Recuerdo que mi profesor en Columbia, Edmund Phelps, siempre nos recomendaba sacar tiempo para leer sobre historia económica, muchas veces echada a un lado por los economistas jóvenes que privilegian la construcción de modelos econométricos y el análisis de la data.
Un ejemplo de la metástasis de nuestra arrogancia en otras ramas de las ciencias sociales, lo encontramos en el reciente lanzamiento de la regla que postula que los terceros períodos consecutivos son necesariamente malos, fallidos y costosos para los pueblos que cometen el error de darle a un gobernante una nueva oportunidad. Para sustentar la regla “un tercero es malo”, presentan casos de gobernantes latinoamericanos cuyos terceros períodos no resultaron como se deseaba.
¿Es realmente válida esa regla? Me quito el ropaje de economista y engaveto la arrogancia antes de postular que no me siento seguro de responder. ¿Por qué? Porque al revisar la historia económica he comprobado que, aunque hay casos de terceros períodos negativos, también aparecen otros terceros, cuartos, quintos, sextos, séptimos y hasta octavos períodos consecutivos que contribuyeron a la prosperidad de los pueblos y el progreso de las naciones dirigidas por esos gobernantes.
Franklin Delano Roosevelt fue reelecto en 1940 para un tercer período con el 55% del voto popular y 85% del voto electoral. Durante el tercer período de Roosevelt, el ingreso per-cápita de los estadounidenses se duplicó, pasando de US$779 a US$1,622. Roosevelt fue reelecto para un cuarto período en 1944 con el 53.4% del voto popular, que no pudo concluir, al fallecer el 12 de abril de 1945. Washington, Lincoln y Roosevelt son considerados los tres mejores presidentes estadounidenses de la historia.
Konrad Adenauer en Alemania, había sido electo Canciller en 1949 y de nuevo en 1953. En el período 1949-1957, el ingreso per-cápita de los alemanes aumentó en 181%. Según la regla “un tercero es malo”, luego de ser nuevamente reelecto en 1957, Alemania sufriría un período de retroceso o en el mejor de los casos, estancamiento. Sucedió todo lo contrario. El ingreso per-cápita pasó de US$1,022 en 1957 a US$1,464 en 1961, un aumento de 43%. En el período de 12 años bajo la “energía vibrante” que le imprimió Adenauer a Alemania, esta triplicó su ingreso per-cápita. Adenauer fue electo por un cuarto período consecutivo, agregando otro aumento de 14% al ingreso per-cápita antes de entregar el poder en 1963 debido al “Spiegel affair”. Es considerado no sólo por Kissinger, sino por una canasta de seis encuestas realizadas en el período 2003-2015, el más grande Canciller alemán de la historia.
Chiang Kai-Shek, gobernó Taiwán a partir de marzo de 1950. Fue reelecto por la Asamblea Nacional en 1954, 1960, 1966 y 1972. Durante el tercer período de gobierno (1960-1966), el ingreso per-cápita registró un crecimiento de 53%, seguido por un crecimiento de 113% en el cuarto período (1966-1972) y de 86% en el quinto período consecutivo (1972-1975), hasta que le sorprendió la muerte en 1975.
Lee Kuan Yew, el mejor jefe de gobierno que ha parido la humanidad en toda su historia, en su tercer mandato (1968-1972) vio crecer el ingreso per-cápita de los singapurenses en 78%. Lee fue reelecto para un cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo mandato consecutivo. Al retirarse como Primer Ministro en 1990, dejó el ingreso per-cápita de los habitantes de Singapur en US$11,864 anuales, 29 veces el nivel del año 1959. Lee quedó durante 14 años más como “Senior Prime Minister”, con el mandato de velar porque las reformas y políticas económicas y sociales que había implementado se mantuviesen. En otras palabras, seguía dirigiendo Singapur. Cuando se retira definitivamente en el 2004, dejó el ingreso per-cápita en US$27,405 anuales, 67 veces el nivel del año 1959.
Seretse Khama, el primer presidente de Botsuana, fue reelecto para un tercer período consecutivo en 1974. Durante su tercer mandato, el ingreso per-cápita los botsuanos creció en 121%. Fue reelecto nuevamente en 1979 para un cuarto mandato, pero murió el 13 de julio de 1980, a la edad de 59 años.
Hemos pasado por Estados Unidos, Europa, Asia y Africa. Excepciones a la regla “un tercero es malo” han salido a relucir. No tengo espacio para mencionar a la Merkel, Bloomberg, al camboyano Hun Sen y el tercero consecutivo de Netanyahu (2015-2018). ¿Y en América Latina? ¿Aparece alguna excepción? Si. Joaquín Balaguer, reelecto para un tercer mandato consecutivo en 1974. Durante 1974-1978, el ingreso per-cápita de los dominicanos aumentó en 48%. Balaguer se presentó de nuevo como candidato para un cuarto período consecutivo en 1978, pero los dominicanos decidieron no renovarle el mandato. Optaron por el cambio. Durante el período 1978-1986, tuvimos dos gobiernos del mismo partido, sin reelección. El ingreso per-cápita apenas creció en 7%, una tasa anualizada de 0.89%. Completamente ciego, el octogenario Balaguer es electo para un cuarto período en 1986. El crecimiento acumulado del ingreso per-cápita en el 1986-1990 fue decepcionante, apenas 6.6%, producto de la inflación acelerada que provocó el financiamiento monetario del déficit fiscal. Balaguer se reelige para un quinto período (1990-1994) y hace probablemente el gobierno más reformador y modernizante de la historia dominicana. Ejecuta trascendentales reformas estructurales. Desmantela privilegios, abre la economía y promueva la competencia. El ingreso per-cápita creció en 92%. Logra reelegirse nuevamente en 1994 para un sexto período, acortado a dos años por las presiones políticas internas y externas. Cuando entrega el poder en 1996, deja el ingreso per-cápita de los dominicanos en un nivel 10 veces mayor que cómo lo encontró en 1966. Sus reformas estructurales constituyen uno de los pilares fundamentales sobre los cuales se apoya el extraordinario éxito que ha exhibido la economía dominicana durante los últimos 22 años.
Alguien podría argumentar que algunas de las excepciones mostradas no encajan perfectamente en el modelo de democracia liberal y representativa, sino dentro de un marco más apropiado a la democracia iliberal. Puede que tengan razón. Deben recordar, sin embargo, que la democracia, como modelo político, es un experimento relativamente joven en la historia de 150,000 años de los sapiens. La democracia más vieja en la geografía de los sapiens tiene, según Max Roser, 220 años. En otras palabras, los sapiens, durante el 99.85% de su historia en este planeta, han vivido bajo regímenes diferentes a la democracia.
Visto lo anterior, la regla “un tercero es malo” no parece ser el camino a seguir para convencer a los pueblos sobre las desventajas de un tercer mandato consecutivo. Si es cierto lo que dice la oposición sobre los gobiernos de Danilo Medina, en el sentido de que es el más despilfarrador, endeudador, deficitario, ineficiente, empobrecedor, corrupto, malvado, indolente, malo y mentiroso que hemos tenido desde que el país se liberó de la dictadura de Trujillo, no importa un bledo que se modifique la Constitución para permitir que el pueblo decida si quiere que Danilo siga, pues de seguro los dominicanos no le renovarán el mandato y optaremos, como hicimos en 1978, por el cambio. La única duda que queda es que no estamos seguros que la oposición y el pueblo coincidan en la evaluación. Quizás por eso, algunos quieren evitar que a los dominicanos se les de la oportunidad de decidir y elegir. Es comprensible. El FMI afirma que entre el 2012 y el 2020, el ingreso per cápita en dólares de los dominicanos terminaría subiendo en 45%. ¡Fondo azaroso!