Decía Roberto Ledesma, en una de sus viejas y bellas interpretaciones, “camino del puente me iré, a tirar tu cariño al río, mirar como cae al vacío, y se lo lleva la corriente”, y el mensaje contenido, para la interpretación de la gente, era que lo que usted tira al río, de inmediato se lo lleva la corriente, pues mientras el río es simplemente un cauce estacionario por donde transita el agua de las lluvias y de los manantiales permanentes, la corriente es el flujo dinámico de agua que pasa libremente, una sola vez, frente a toda la gente, corriente que depende de la cantidad de lluvias caídas en una determinada región (cuenca) hidrográfica, en un determinado período de tiempo, y solamente cuando hay tiempo meteorológico anormal, con lluvia torrencial, es cuando la corriente se puede salir del río y producir un desbordamiento que para la sociedad podría ser muy perjudicial, y hasta podría ser tan fatal como el Diluvio Universal.
Y la misma relación que existe entre un río y su corriente, existe entre un país y su gente, donde el país es el cauce estacionario por donde debe transitar normalmente y calmadamente la gente que constituye cada corriente política, religiosa, social o empresarial, y así como la gente prefiere que el agua del río se mantenga dentro del cauce normal para evitar desbordamientos que puedan inundar y dañar a todos por igual, así mismo la gente que no participa activamente en la política de un país prefiere que quienes participan activamente en la política se mantengan dentro del cauce normal, para evitar desbordamientos que puedan inundar y dañar a todos por igual.
Y es que cualquier desbordamiento político anormal puede quedar fuera de control, especialmente en medio del presente furor, y puede dañar de forma fatal a nuestra creciente y próspera industria turística que actualmente está siendo lastimada con una negativa campaña internacional, evidentemente interesada, por lo que cualquier inestabilidad política puede perjudicar a hoteleros nacionales y extranjeros que nada tienen que ver con el escenario político actual, y que nunca participan en la política partidista nacional, pues su único objetivo es brindar servicios hoteleros de primer nivel a los turistas que llegan desde todas partes del mundo, y está claro que los turistas no van a vacacionar a países que estén en medio de climas políticamente inestables.
Tan dañina ha sido la campaña negativa en contra de nuestro turismo que aún estando nuestro país en medio de un clima de paz, a un famoso humorista de la televisión estadounidense se le ocurrió comparar a la República Dominicana con Siria cuando un actor que entrevistaba le dijo que recientemente había estado vacacionando en la Rep. Dominicana, y ha sido necesario que el ex Presidente de los Estados Unidos Bill Clinton haya tenido que venir en la pasada semana a vacacionar a nuestro país y mostrarse en diferentes lugares turísticos para enviar un claro mensaje a la prensa estadounidense de que a esta nación se puede venir a vacacionar para disfrutar de sol y playas.
Pero, ¿tiene sentido poner en peligro la estabilidad y la competitividad de una industria tan importante y tan sensible como la industria turística dominicana? simplemente porque algunos líderes políticos se empeñan en obstaculizar al principal Poder del Estado para que no haga su trabajo de legislar, tarea constitucional que es fundamental, sobre todo cuando en el Poder Legislativo están representados todos los partidos políticos, incluyendo los minoritarios, y están representados por voceros que a su vez tienen la representatividad de su partido político y de su comunidad, estando sobradamente cualificados para exponer internamente, y vehementemente, lo que no tiene ninguna lógica exponer externamente en medio de truenos y lluvias que pueden hacer desbordar la corriente del río y nos puede afectar a todos por igual, incluidos los propiciadores, proyectando una imagen internacional de que preferimos el desbordamiento caótico de la corriente fluvial, aunque esa corriente fluvial nos lleve a todos hasta el fondo del mar.
Alguien tiene que llamar a la sensatez, a la prudencia, y a la necesaria tranquilidad política, pues el turismo, la agricultura, la ganadería, la industria, la minería, la construcción, las mipymes, y los demás sectores productivos de nuestra nación, y que en su gran mayoría no dependen de las cuestiones políticas que hoy están en discusión, no deben verse afectados por escenarios políticos creados intencionalmente, y artificialmente, para desbordar la corriente del río, siendo necesario que todos los sectores productivos, no políticos, convoquen a todo el liderazgo político, pero a todos por igual, para que caminemos hasta el puente para desde allí tirar al río todas las desavenencias políticas que hoy amenazan con crear desbordamientos descontrolados que pueden afectar la paz, la productividad, y la tranquilidad de toda nuestra sociedad.