Ayer domingo, 4 de agosto de 2019, se cumplieron 73 años de aquel terrible terremoto de magnitud 8.1 ocurrido el domingo 4 de agosto de 1946, cuando a las 17:51 UTC (12:51pm, hora dominicana), todos los suelos de toda la isla se estremecieron con tanta violencia que el fondo marino del área epicentral ubicada en la bahía Escocesa se levantó abruptamente, el agua del mar se retiró en ola negativa dejando el litoral costero totalmente seco y lleno de peces que agonizaban por la falta del agua, hasta que minutos después, como es normal, vino la ola positiva de tsunami y entró a tierras bajas con tan alta velocidad, y con tan alta energía cinética, que destruyó por completo a la comunidad de Matanzas, la cual, al quedar reducida a una mínima expresión comunitaria, desde entonces se ha quedado con el diminutivo topónimo de Matancitas, donde hoy la gente hace su vida normal, sin recordar aquel 4 de agosto de 1946.
Aquel terremoto fue tan poderoso que 4 días después, es decir, el 8 de agosto de 1946, a las 13.28 UTC (8:28am, hora dominicana), se produjo una fuerte réplica de magnitud de 7.6, la que volvió a estremecer todos los suelos de la isla, y esa nueva sacudida sísmica multiplicó el gran pánico que ya había sufrido toda la población dominicana 4 días antes, pánico que en gran parte se sustentaba en la falta de información pues para ese entonces la mayor parte de la población era rural, las emisoras de radio eran muy escasas, los hogares que disponían de radios receptores eran muy pocos, no había televisión, el régimen de Trujillo limitaba las informaciones que debían ser transmitidas a través de las emisoras de radio, y lo que es peor, para ese entonces todavía no se conocían las causas de los terremotos, lo que daba motivo a que mucha gente entendiera que aquella sacudida era un castigo de Dios por los pecados cometidos por la población, o una expresión de inconformidad de Dios con el régimen gobernante, y por ello el régimen gobernante limitó las informaciones y las cifras de muertos y heridos.
Sin embargo, 73 años es tiempo más que suficiente para que en esa zona de compresión y deformación de bordes de contacto entre 2 placas tectónicas, donde la gran placa tectónica de Norteamérica empuja, deforma, pliega y rompe segmentos rocosos de la pequeña placa tectónica del Caribe, se acumule suficiente energía elástica para una nueva rotura sísmica regional que pueda repetir un evento sísmico similar al ocurrido el 4 de agosto de 1946, pero con peores resultados sobre muchísimas edificaciones y sobre muchísimos ciudadanos que integran los núcleos urbanos levantados sobre suelos flexibles constituidos por aluviones, gravas, arenas, arcillas, limos, y margas, pues la densidad habitacional regional es mucho mayor, la cantidad de viviendas de concreto construidas por la propia gente, sin ninguna ingeniería, es mucho mayor, la rigidez del concreto mal elaborado y mal utilizado sobre suelos flexibles es un agravante en la mala respuesta sísmica en comparación con las flexibles viviendas de madera de entonces, y sólo basta recordar que en Puerto Príncipe, Haití, colapsaron 400 mil edificaciones que dejaron 316 mil muertes y 350 mil heridos por efectos del terremoto de magnitud 7.1 ocurrido el 12 de enero de 2010, sabiendo que ese terremoto de magnitud 7.1 es 32 veces menos fuerte que el terremoto de magnitud 8.1 ocurrido en Nagua el 4 de agosto de 1946, ya que la escala sísmica es logarítmica y cada unidad multiplica la energía por 32.
De ahí la importancia y la urgencia de utilizar los más recientes avances en caracterización y clasificación sísmica de los suelos mediante mediciones de las velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte (Vs), enfatizar la importancia, la necesidad y la urgencia de invertir todos los recursos económicos que sean necesarios para desarrollar programas de microzonificación sísmica que han de servir de base para un correcto ordenamiento territorial urbano que disminuya la vulnerabilidad sísmica en los núcleos urbanos, pues esa información nos permite analizar los terriblemente dañinos efectos de sitio que se producen cuando las ondas sísmicas de corte se amplifican al atravesar suelos flexibles al momento de un terremoto de mediana o de gran magnitud, por lo que cada día adquiere mayor nivel de obligatoriedad la necesidad de medir in situ el período de vibración del suelo y los factores de amplificación sísmica que debemos utilizar para construir un válido espectro de respuesta sísmica, y con todas esas informaciones proceder con urgencia a la revisión y actualización de nuestro Reglamento Sísmico, a los fines de garantizar que las nuevas construcciones sean verdaderamente estructuras sismorresistentes, y que las viejas estructuras sean revisadas y reforzadas para hacerlas sismorresistentes.