Región caribeña no escapa a las consecuencias del estrés climático; la adquisición de equipos es clave
La variación global a causa del cambio climático se encuentra en un sitial importante de la opinión pública y en las estrategias constantes de los gobiernos y en las organizaciones intergubernamentales, pareciera que, así como abundan los debates y discusiones al respecto, se avanza de igual modo en el logro de las metas medioambientales para mitigar sus efectos, sin embargo, la realidad marca una brecha sustancial. Los fenómenos meteorológicos extremos amenazan la salud, la seguridad humana, la seguridad alimentaria, hídrica, energética y el medio ambiente, según un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). La República Dominicana se encuentra en la diana de las inferencias de la hecatombe medioambiental.
La investigación científica titulada “Estado del clima en América Latina y el Caribe 2020”, publicada el pasado 17 de agosto de 2021, explica las consecuencias del aumento de las temperaturas, el cambio de los patrones de precipitación, las tormentas y el retroceso de los glaciares, asimismo, incluye un análisis transfronterizo, específicamente sobre la sequía del pantanal sudamericano y la intensa temporada de huracanes en Centroamérica-Caribe. También, un desglose regional del “empeoramiento” de los indicadores del cambio climático global y regional.
Las informaciones fueron ofrecidas durante una conferencia de alto nivel nombrada: “Trabajando juntos por la resiliencia al tiempo, al clima y al agua en América Latina y el Caribe”, bajo la sombrilla de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR). El 2020 estuvo entre los tres años más calurosos de Centroamérica y el Caribe, y el segundo año más cálido de Sudamérica, con 1,0, 0,8 y 0,6 grados celsius respectivamente por encima de la media a largo plazo del “periodo de referencia climatológico 1981-2010”.
La comunidad científica, señala los siguientes aspectos importantes que enfrentará la región caribeña debido al deterioro ambiental: “El calentamiento continuará en el siglo XXI para todos los niveles de calentamiento global y escenarios de emisiones futuras, aumentando aún más los extremos de calor y el estrés térmico y las emisiones futuras. La acidificación de los océanos ha aumentado a nivel mundial, así como la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas en algunas de las zonas de los océanos Índico, Atlántico y Pacífico, con la excepción de una disminución en el Pacífico oriental. Las olas de calor marinas y la acidificación de los océanos aumentarán aún más con .5 grados celsius de calentamiento global y con aumentos mayores a 2 grados centígrados”.
Por otro lado, la gran pregunta: ¿cómo el Gobierno enfrentará estas inevitables variaciones? y ¿qué acciones ha tomado para fortalecerse frente a siniestros naturales que lesionen el turismo, la fuerza laboral y el desarrollo económico? “Es muy probable que el nivel del mar siga subiendo alrededor de las islas pequeñas, más aún con emisiones más altas y durante períodos de tiempo más largos, el aumento del nivel del mar, junto con las mareas de tempestad y las olas, agravará las inundaciones costeras y el potencial de agua salada en los acuíferos. El aumento del nivel del mar hará que las líneas de costa retrocedan a lo largo de las costas arenosas de la mayoría de las islas pequeñas”, revela el documento que complementa la continuación de la publicación del informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) 2021: “The Physical Science Basis”.
Las predicciones no se detienen, además advierten que las islas pequeñas, como República Dominicana, se enfrentarán a ciclones tropicales más intensos pero, en general, menos, excepto en el Pacífico central norte donde la frecuencia aumentará. “La tendencia a la disminución de las precipitaciones durante junio-julio-agosto en la región caribeña continuará en las próximas décadas. El aumento de la evapotranspiración en un clima más cálido dará lugar a una mayor aridez y a sequías agrícolas y ecológicas más graves”, exponen.
Mucho riesgo
¿Por qué no se pueden postergar las acciones concretas? Puesto que en América Latina y el Caribe, más del 27 % de la población vive en zonas costeras, y se calcula que entre el 6 % y el 8 % vive en zonas con un riesgo alto o muy alto de verse afectadas por peligros costeros. Es decir, las provincias Gran Santo Domingo, La Romana, La Altagracia, Samaná y Puerto Plata, por solo mencionar algunas, sufrirán las consecuencias advertidas.
“Con una media de 3,6 milímetros al año, entre 1993 y 2020, el nivel del mar en el Caribe ha aumentado a un ritmo ligeramente superior a la media mundial de 3,3 milímetros anuales”, establecen. Sorpresivamente, la erradicación también de la corrupción pública administrativa juega un papel fundamental frente al cambio climático. “El cambio climático debe entenderse junto con el nivel de intervención humana en el entorno físico y otros factores de riesgo subyacentes como la pobreza, la desigualdad y la corrupción”, detallan.
Indistintamente, la adquisición de equipos de detección y análisis de los fenómenos ambientales en tiempo real es neurálgica para la prevención de desastres naturales. Por ejemplo, la carencia que aún existe en el país de radares “Dopplers” y la gran productividad de su uso, expuesto recientemente en el editorial de este diario. Igualmente, el presidente de la República, Luis Abinader, reconoció la importancia de estos instrumentos preventivos y lamentó que islas como la nuestra son las más agredidas por el estrés climático.
“Estoy de acuerdo en tecnificar la Oficina Meteorológica y estamos dependiendo mucho del Centro de Huracanes en Estados Unidos. Con los radares podemos determinar cualquier acción inmediata.
Con el calentamiento global el país tiene que prepararse para más tormentas más fuertes y es la realidad. Somos una isla donde tendremos las peores consecuencias y deben priorizarse para los bonos verdes”, enfatizó el mandatario.
En tanto que, el informe concluye que una sólida vigilancia de los riesgos climáticos sirve de base para la adopción de medidas preventivas y reducir el riesgo de catástrofes y su impacto. Por consiguiente, anteponer las responsabilidades de entendimiento colectivo respecto a los hechos concretos para detener la destrucción del planeta, es un acto de negligencia ciudadana y gubernamental con nefastas consecuencias a las futuras generaciones.