En 2019 la Policía dominicana detuvo de forma irregular a más de 2,000 personas en las llamadas redadas, según datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
“No puedo respirar” dijo George Floyd mientras era asesinado por Derek Chauvin, un policía blanco, el 25 de mayo en Minnesota. El video del incidente ha provocado indignación dentro y fuera de los Estados Unidos. La frase de Floyd es el slogan de las protestas y manifestaciones virtuales contra el racismo y la violencia policial en países de Europa y América Latina.
Se ha generado una amplia discusión sobre racismo y violencia institucional en gran parte del mundo, incluyendo a sociedades latinoamericanas, en las que, como en República Dominicana, se escuchan con frecuencia frases como “aquí no hay racismo, hay clasismo”, “todos somos mestizos” o evasivas similares.
El testimonio de Jack Anthony Valenzuela, de 19 años, estudiante de sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y parte del Comité para la Defensa de los Derechos Barriales (COPADEBA), sirve para ilustrar como los temas de raza, clase y género se mezcla en un coctel de prejuicios peligroso para la vida de los hombres negros, especialmente de los más jóvenes, en República Dominicana.
Residente en La Ciénaga, negro y con estéticas al vestir que reflejan modas o tendencias de parte de su generación, Valenzuela cuenta que ha sido detenido sin motivo aparente por patrullas policiales y se siente acosado en tiendas ubicadas en plazas comerciales.
Su encuentro más desagradable con la policía fue en su propio barrio. “He caído preso una sola vez (otras veces solo es detenido y debe mostrar su cédula) y eso fue frustrante para mí, porque mi familia es una de las más tranquilas en el barrio, y el hecho de que me llevaran amarrado del poloché, por el simple hecho de que tenía algún corte de pelo, que para ellos es caliente, fue muy frustrante. Me pararon, me interceptaron y me dijeron ‘wey pa donde tu va ‘ y yo ‘nada, voy a jugar soccer, o sea no voy a hacer nada ‘, y ellos ‘camina ven que te iba a embalá ‘”, narra el joven y luego agrega: “Me amarraron y me pasearon por el barrio entero, como si fuera un delincuente, y me subieron al destacamento número dos, donde las condiciones son fatales”.
Como Jack, cientos de hombres jóvenes que no han cometido ningún delito, son detenidos en operativos que violentan el debido proceso, según el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Manuel María Mercedes. En 2019 hubo 2000 arrestos irregulares, en las llamadas redadas, según datos de la Comisión.
El presidente de la institución dice que la mayoría de los detenidos son hombres jóvenes de barrios marginados menores de 30 años. Explica que esta práctica de arrestos indiscriminados basados en un “perfil” es ilegal, ya que discrimina a los jóvenes por su clase social y se vulneran sus derechos humanos. “Con el agravante de que se hacen (los operativos) fines de semana para que sus familiares tengan que pagar el peaje (sobornar) y usan el mecanismo de depuración. Y eso es ilegal, no puedes privarle la libertad a alguien para supuestamente depurarlo y esperar a que el oficial que lo retuvo pueda liberarlo, esto crea una serie de situaciones que en un estado de derecho son inaceptables”, enfatiza Manuel María Mercedes.
En ocasiones, esa violencia no se queda en el arresto, y termina en ejecuciones extrajudiciales, que se justifican como intercambios de disparos, con el argumento de que el joven asesinado era un delincuente que enfrentó a la Policía. El año pasado, la Comisión registró 80 ejecuciones extrajudiciales.
En su informe de 2019, la Comisión cita el caso de Sandy Guerrero (23 años) y Álvaro Joaquín Hadan (31), trabajadores de un hotel que resultaron muertos en un incidente con una patrulla policial, mientras se dirigían a su casa después del trabajo.
“La Policía Nacional alega que tenían informaciones de una banda de 6 atracadores desde las doce del día y que según ellos presuntamente dos de estos estaban a bordo de ese vehículo. Sin embargo, hay evidencias de que los jóvenes estaban desde la mañana en su lugar de trabajo y que después de haber recogido el vehículo donde lo dejaban todos los días, iban camino a su casa”, se explica en el reporte.
República Dominicana en el contexto de América Latina
La discriminación racial y el acoso contra la gente de piel más oscura y particularmente contra los hombres negros de sectores empobrecidos o populares, se manifiesta de una u otra manera en toda Latinoamérica, donde el racismo se niega porque, por razones históricas, se manifiesta de forma diferente al que se da en los Estados Unidos.
Estados Unidos tuvo un sistema brutal de esclavitud y posteriormente de segregación entre blancos y negros. Se evitaba a toda costa el mestizaje. Mientras que en Latinoamérica, España y Portugal propiciaron un tipo de estratificación social compleja, en la que se integraban mestizos a esferas de poder y se tenía más privilegios en la medida en la que los rasgos físicos se parecían más al blanco.
Y esa historia que parece tan lejana, aprendida en los libros de texto del bachillerato, sigue influyendo la vida contemporánea.
México es un ejemplo de este fenómeno. En la sociedad mexicana hay a la vez racismo y negación del racismo. “La discriminación en México está a años luz de ser erradicada porque simplemente es un tema evadido, a pesar de los serios esfuerzos académicos abocados en analizarla y combatirla. El destacado trabajo de investigación realizado por el Proyecto sobre Discriminación Étnico-Racial en México (PRODER), de El Colegio de México, no es ambiguo en su conclusión: México es un país racista”, explica en un artículo publicado en Forbes México el profesor de Políticas Públicas, Pedro Rangel.
En el artículo también se destaca que en la medida en la que la piel de la persona es más oscura, tiene menos escolaridad, menos oportunidades laborales y de movilidad social.
Sesgos de clase y de raza en República Dominicana
Jack Valenzuela percibe que la Policía tiene un perfil en el que su piel negra lo convierte en blanco fácil del acoso de los uniformados, más allá de otros elementos que, desde el prejuicio, se asocian con delincuencia.
“El color tiene peso, soy negro, pobre, de un lugar nada pudiente, es un factor que se toma en cuenta. No es la misma mirada cuando ven a un rubio, caucásico, que tiene tatuaje”, enfatiza Valenzuela.
La antropóloga Tahira Vargas en su artículo “Negritud y seguridad ciudadana” cuenta que ha analizado el fenómeno a nivel académico, pero también ha sido testigo del maltrato de la policía a personas negras, tanto haitianas como dominicanas.
“He observado a agentes policiales nuestros maltratar a personas negras dominicanas y haitianas. En una ocasión transitaba por una calle dentro de un complejo residencial con edificios en proceso de construcción, a la vez caminaban varios obreros haitianos en dirección contraria y una patrulla policial también transitaba en esa dirección. La patrulla se detuvo y uno de los policías agarró a uno de los haitianos y lo tiró al suelo, le dio muchos golpes, incluso con la pistola. Me acerqué y cuestioné esa acción al agente. Solo me dijo, ‘es un moreno’, ‘los morenos son malcriao y se merecen que los traten así ‘, cuenta la investigadora.
De acuerdo con el artículo, el fenómeno se debe a patrones culturales que tienen sus raíces en el sistema esclavista que afianzó las ideas sobre razas humanas, y que se encuentra en los imaginarios de prácticamente todos los países.
“Se asocia el color de la piel con cualidades personales, conducta y modelo de ser humano. La policía de nuestro país, al igual que ocurre en Estados Unidos, al ver a un hombre negro lo identifica como potencial delincuente, merecedor de maltrato y violencia, desconociéndose sus derechos”, afirma Vargas en su artículo.
Para Jack Valenzuela resulta chocante, aunque entendible por la educación y la cultura, que los policías y vigilantes negros y residentes en barrios populares o marginados como el suyo, le acosen.
“A veces les he dicho: pero wey, somos del mismo color, o sea que estoy haciendo que me estás vigilando y acusándome”, cuenta Jack y agrega: “No los trato de juzgar sino de comprender, se han criado en un imaginario y un sistema hegemónico que tiene una lógica, trato de aclararles las cosas: estamos trabajando, eres un seguridad de un sector popular como yo, no debemos maltratarnos ni discriminarnos entre nosotros”.
Racismo y anti haitianismo
Ruth Pion, del colectivo Junta de Prietas, estuvo el 9 de junio en la manifestación “Una flor para Floyd y contra el racismo”. Vio como un grupo ultranacionalista y racista boicoteó el encuentro, en el que fueron apresados los activistas de derechos humanos Fernando Corona, Maribel Núñez y Ana María Belique. Belique ha sido una de las lideresas del movimiento Reconoci.do que busca la restitución de la nacionalidad de los dominicanos de ascendencia haitiana, de la que fueron despojados con la sentencia 168-13.
Pion entiende que el trasfondo de esta reacción de rechazo a la lucha antirracista en República Dominicana es una negación del racismo, en un país donde lo negro se asocia a lo haitiano. Tal como ocurre en México, muchos en la sociedad dominicana niegan el problema.
“No reconocemos que tenemos un problema racial, un problema de rechazo a lo negro, y lo que entendemos por negro es lo haitiano. Cuando oímos el discurso de esas personas… si decimos racismo o antirracismo ellos entienden haitiano, entienden fusión”, explica Pion.
Pero, Jack Ventura sabe, no por sus estudios sociológicos, sino por haberlo vivido en su propia piel, que el racismo dominicano no es una abstracción histórica y que, en el caso de los hombres negros, puede terminar con un asesinato en un “intercambio de disparos”, y en el mejor de los casos, en un destacamento hediondo, donde se violenten los derechos y la dignidad humana.
“Había un pana, uno de los que estaban ahí, que hizo sus necesidades de manera muy visual, lo vi, o sea no están condicionados… es como animales, metete ahí, to junto. Tienes que tirarte al piso, quedarte parado, no hay espacio para todos, es un caos”, cuenta Jack de su experiencia al ser llevado a un destacamento policial durante una redada por tener un recorte de pelo que los agentes consideraron “caliente”.
Para él la Policía no es fuente de seguridad, sino de temor, “Veo a la policía y no me embalo, porque como ciudadano, tengo derecho al tránsito, pero trato de que, si ellos van por ahí, desvío mi camino, porque ellos atemorizan a las personas”, concluye este hombre negro, dominicano, de 19 años y estudiante universitario.
Sugerencias para mejorar respeto a los derechos humanos en la Policía
Manuel María Mercedes entiende que, dado que las extradiciones judiciales se han convertido en una práctica tan arraigada en la Policía Nacional, es necesario que se consigne un delito específico para castigarlas en el Código Penal, y que se lleve a cabo una transformación policial donde el tema de los derechos humanos sea central.
El abogado también sugiere eliminar la práctica de las redadas. Explica que, aunque la Policía lo niegue, las redadas continúan y se dirigen especialmente contra los sectores más empobrecidos. “Rara vez verás redadas en Arroyo Hondo, en Evaristo Morales, vas a ver una redada en lugares donde viven jóvenes de sectores populares porque son discriminados”.
De acuerdo con el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, esta práctica, al basarse en perfiles y no en hechos concretos y datos sobre seguridad, violenta la Constitución dominicana que consagra la igualdad ante la ley y el estado democrático de derechos.
En tanto que Tahira Vargas, en su artículo Negritud y Seguridad Ciudadana sugiere más capacitación a los cuerpos policiales y militares.