Dos compañías nacionales, el Ballet Nacional Dominicano y el Ballet Concierto, actuaron junto a grandes estrellas de la danza mundial
“Hoy los bailarines del Ballet Nacional de Armenia están en el frente”, dijo a elCaribe el bailarín de esa nacionalidad Suren Grigorián, radicado en Alemania donde forma parte del Staatsballett de Berlín. “Mis compañeros de generación caen en el frente de batalla, en una guerra sin sentido”, dijo refiriéndose a la invasión de Azerbaidzhan a Armenia.
Suren acababa de bailar Androgyn junto a la rusa Evelyna Godunova en el escenario de la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito como parte de la décimo cuarta Gala de la Danza Mundial celebrada el pasado jueves, producida por Monika Despradel a beneficio de la Fundación Nido para Angeles.
La noche había comenzado con la muy pintoresca coreografía de Stephanie Bauger, “Homenaje a nuestra ave nacional: la cigua palmera”, con música de Henrik Schwarz y el talento danzario y la plasticidad de Laura de los Santos y Dersi José Pérez, del Ballet Nacional Dominicano. Una obra llena de lirismo, donde a través de la gestual de las aves se incorpora el acercamiento a una manera de admirar la existencia, con un final impactante. Fue sin dudas un excelente comienzo de la gala que contó con la dirección artística de Paul Sequist, uno de los empresarios de ballet más importantes del mundo.
El conocido pas de deux de Cisne blanco, concebido por Petipá y Chaikovsky tuvo en la interpretación de la japonesa Kyoka Mochizuki y su partenaire el austríaco Rainer Krenstetter (bailarín principal del Staatsballett de Berlín), una demostración de limpieza interpretativa, seguridad y exactitud, aunque algo hierática. Quizás algo más cálida fue en Raymunda de Glazunov y Petipá.
Después llegó la calidez de ese resplandor humano que responde al nombre de María Bosch, de España, con una pieza de danza contemporánea: Mi cuerpo, mi casa, mi soledad, coreografía de Francisco Lorenzo con música de bandoneón y charango (tango y chacarera) creada por Chango Spasiuk, traslada al interior de una pareja donde se ha radicado el abuso, la violencia, el machismo, donde la española conduce al espectador a la luminosidad de su estilo, a la frescura de su manera de hacer. En la segunda parte de la gala entregó un Cisne blanco, en danza contemporánea, con coreografía de Víctor Jimenez y música de Petipá, que fue de lo mejor de la noche.
La rusa Godunova, nacida en Letonia, y Suren Gregorian regalaron La Sylphide, con coreografía de August Bournonville y música de Herman Lovenskiold, con un dominio técnico de tanto impacto que fueron los más aplaudidos hasta ese momento.
Natalia de Froberville no pudo viajar a último momento porque Lufthansa, medalaganariamente, le impidió abordar el vuelo debido a que tenía solo cinco meses para que expirara su pasaporte. Ella debía hacer el Spartacus de Yuri Gregorovich y música de Aram Jachaturián, con Kleber Rebello. Su lugar lo asumió pues, con un solo ensayo, la japonesa Mochizuki. En Nocturnes con música de Chopin y coreografía de Thierry Malandain, Rebello contó con la eficiente ayuda de la dominicana Sherly Belliard, solista de la ópera de Breslavia en Polonia, quien con un solo ensayo, regaló un acercamiento sincero y eficiente a la obra.
El brasileño Víctor Caixeta primer bailarín del Ballet Nacional de Holanda regaló una versión minimalista mas eficientemente segura del Corsarius de Petipá con música de Adolphe Adam.
Hace pocas semanas vimos en el mismo escenario Por una rosa, coreografía de Pablo Pérez y música de Ezio Bozzo, Faran Ensemble, Oliver Davis y Virgilio Aiello. La obra del repertorio del Ballet Concierto es sin dudas una magnífica obra aunque un poco empalagosa para el gusto de quien suscribe.
Common ground, antes de Nocturnes, por Javier Monzón, en una coreografía de Anouk van Dijk y música de Bach y Jean Baptistte estuvo aceptable.
Y claro, Caixeta cerró la noche con ABC solo de Eric Gauthier, cuya voz lleva el hilo de la hilarante y descriptiva coreografía y música de Phillip Kannicht, ovacionado. Luego flores para todos los bailarines entregados por una niña y un jovencito de la Fundación Nido Para Angeles.