En cierta ocasión alguien dijo que si queríamos entablar una conversación sincera deberíamos hablar con un niño, no con un adulto, ya que estos últimos han cultivado el peligroso arte de engañarse a sí mismos o regañar a quienes no le dan la razón, pero como es imposible fingir para siempre en todo, en su momento cada argumento se apreciará tal y como se concibió en el corazón.
No necesariamente la conducta que vemos en alguien es un cambio genuino, sino la imposibilidad de seguir fingiendo. Mientras, el reloj marca las horas y Dios los tiempos, el sol no se retrasa, todo sale a la luz, y así se exhibirá tu justicia como la mañana y tu derecho como el mediodía. Cuando las personas no cambian, las circunstancias las doblegan.