Para fluir de continuo en la fe verdadera debemos correr riesgos. El acto de la fe arriesgada trae ruidos que despiertan el arrojo y la diligencia de nuestra alma, y provocan acciones valientes que desenlazan la respuesta de Dios. No te preocupes por el qué dirán, obedece y no duermas en la estéril realidad. Justo en esa área de tu vida donde todos leen “debilidad” es que Dios escribe perfección, con el dedo de su poder.
No quedas fuera de la abarcadora mirada de Dios desde donde sólo los que se atreven y los que van la milla extra ven Su Gloria, esa que nunca estará cerca de las cómodas tradiciones pero sí a un paso de fe de la obediencia.